Lo peor es la incertidumbre

21 marzo, 2011

La crisis económica en la que llevamos inmersos ya tres años se ha reflejado en varios frentes. La más palpable será seguramente la destrucción de empleo. El problema es que el paro se ha convertido ya en una bola de nieve. El incremento continuado del paro lleva poco a poco a la reducción del consumo […]

La crisis económica en la que llevamos inmersos ya tres años se ha reflejado en varios frentes. La más palpable será seguramente la destrucción de empleo. El problema es que el paro se ha convertido ya en una bola de nieve. El incremento continuado del paro lleva poco a poco a la reducción del consumo privado, una caída en la recaudación por impuestos o la imposibilidad de hacer frente a las deudas acumuladas, entre otras cosas.

Con todo, lo peor de la crisis es, precisamente, la incertidumbre y el miedo persistente en el ambiente, en la sociedad. El pesimismo domina en todas y cada una de las conversaciones.

Un pesimismo que retrae el consumo, no sólo de los productos de lujo, sino también en los de primera necesidad. Las marcas blancas se han hecho un hueco enorme en el mercado. Ya no interesa la calidad, sino el precio. Y esto afecta a la alimentación o a la ropa, entre otros elementos. Y aquí da igual que tengamos un empleo asegurado y que no haya descendido nuestro poder adquisitivo.

Alguien (probablemente el miedo, en ocasiones, infundado) nos ha metido en la cabeza que no hay que gastar. Y eso es lo que hacemos. El dinero mejor guardarlo para tiempos mejores. ¿Pero habrá tiempos mejores?

El Gobierno ha realizado en ocasiones numerosas invitaciones a la compra por parte de los ciudadanos. Invitaciones que han sido recibidas con sorna.

No parece normal lanzar directamente esas invitaciones. Tampoco tuvo éxito la campaña empresarial www.estosololoarreglamosentretodos.com. No parecen las decisiones más adecuadas.

Pero no hay que culpar a la sociedad ni a ninguno de los ciudadanos de esta sensación de miedo y de retracción del consumo. En cierto modo es normal que se haya generalizado este estado, cuando llevan tres años escuchando, en boca de políticos y grandes empresarios, que ya se empezaba a salir de la mala situación. Quizás la metida de pata más sonada fue la de los brotes verdes que la vicepresidenta económica Elena Salgado aseguró haber visto. Tras esa declaración se dejó ver una ilusión en los ciudadanos que quedó rápidamente enterrada por los acontecimientos.

Así las cosas ¿cómo reactivar el consumo? Pues efectivamente es necesario recuperar la confianza y que los trabajadores relativicen su situación. Un funcionario no tiene necesidad de ahorrar más ahora que hace tres años. Como tampoco lo tiene un pensionista. Más al contrario. Para ellos, que cuentan con sueldo fijo y una estabilidad garantizada (porque no se van a eliminar las pensiones a medio plazo ni se va a reducir la administración) comprar es hoy más barato que hace unos años.

Y cuidado, no estoy hablando de que se gaste ahora más que hace unos años. Es, simplemente, que la crisis no ha existido en esos entornos. O no tanto como nos lo hacen creer. Probablemente habrán visto cómo amigos y familiares  han perdido su empleo, pero ellos siguen igual, en las mismas condiciones y con la misma estabilidad (ni buenas ni malas, sino las mismas).

Al margen del consumo, algo muy importante para posibilitar una recuperación es la inversión, las iniciativas empresariales. Todo el mundo puede ser empresario. Tan sólo es necesario asumir un riesgo y apostar por un negocio que, a poder ser, tenga futuro.

Y en estas épocas de crisis muchos de los parados se han animado a crear su propio empleo. Ideas más o menos novedosas, pero todas ellas con un riesgo y con una necesidad de capital inicial. Pero aquí surge un nuevo problema. Los bancos mantienen cerrado el grifo. Tan sólo las líneas ICO apoyan al emprendedor.

Por ello muchos de los proyectos se han ido al cubo de la basura, y no han podido ser plasmados por culpa de los bancos.

Los bancos son por ello culpables de la falta de movimiento de capitales y, por tanto, de la menor creación de dinero. Llevan dos años intentando arreglar con un exceso de celo la nula prudencia de años anteriores en la concesión de créditos.

Al mismo tiempo, y pese al incremento del ahorro, no existen en el mercado productos atractivos. El euribor se mantiene en mínimos históricos, precisamente en busca de ese incremento del consumo. La mayor parte del dinero se mantienen a la vista, en cuentas corrientes, o, incluso, en las propias casas. No son pocas las voces que se han escuchado de gente que amenazaba con sacar el dinero si las cajas seguían quebrando ( y cuidado, que no ha quebrado ninguna caja, tan sólo dos de ellas han sido rescatadas por el Banco de España).

Desde el Gobierno tampoco se han tomado medidas de incentivo a la economía. En lugar de apostar por las políticas activas de incentivo a la economía se ha apostado en los últimos años por planes de protección social y medidas estacionales como el Plan E o la ayuda de los 426 euros. Un estado es insostenible económicamente si sólo se busca la protección de los parados con subsidios, o soluciones temporales. Además de eso, es necesario incentivar la economía para evitar la destrucción de empleo. Como agente activo o como apoyo al sector privado. Un sector privado que, no lo olvidemos, es el único que puede lograr el despegue definitivo. Un sector privado que, en esencia, somos tú y yo, y los que están a nuestro alrededor.

Pero para ello hay que seguir hacia adelante, relativizando los miedos, equilibrando los riesgos y lanzándose de cabeza en cada oportunidad.