¿Es necesario el periodo de adaptación escolar?
Un maestro, una educadora y una psicopedagoga nos cuentan la importancia de la adaptación escolar
Álava ha vuelto al cole. Una etapa que para muchas familias no es plato de buen gusto. No solo por la llegada al hogar de virus varios procedentes de las aulas. Ni por el desembolso de los libros y demás material escolar. Que también.
El quebradero de cabeza del que desde hace años nadie se libra es el período de adaptación escolar. Sobre todo en Educación Infantil. Las familias se ven obligadas a hacer malabares para conciliar con su horario laboral. Más aún si las idas y venidas al aula se prolongan muchos días.
"Van aumentando de forma progresiva. Con mi hijo mayor, al principio estaba dentro, luego fuera de la gela y después fuera del recinto escolar, sin alejarme. Varía entre 10 minutos y una hora, y pendiente del móvil por si acaso. A ver quién puede estar así", nos cuenta Sara. Por eso hay quien se guarda vacaciones para poder asistir. O tira de los abuelos, tan socorridos. Ante este panorama, la pregunta es recurrente: ¿Es tan necesario?
Antes y ahora
Es cierto que antes no era lo habitual, y que no por eso las generaciones anteriores han salido traumatizadas. "Y antes también lavaban en el pilón y no en lavadora. Y los coches no tenían cinturón de seguridad y viajábamos en ellos", replica irónica Beatriz, educadora de infantil de la Haurreskola Henrike Knörr. Allí ya han concluido sus 10 días de adaptación.
Similar ejemplo esgrime Joana Jaureguizar, profesora agregada en el Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación de la UPV/EHU. "Ahora hay más conocimientos de la psicología del niño. Si se hace, es porque es importante y facilita la adaptación, bienestar general y futuro del niño, porque es un proceso muy duro", incide.
"Si en el primer día de trabajo te dicen 'ahí está el ordenador y empieza a trabajar', dices '¡Socorro!'. Si te lo explican mejor y te dan un tiempo, te sientes más segura y haces apegos. Y no rindes igual el primer día que pasados varios. Pues aquí es lo mismo", ejemplifica Gustavo Rivera, maestro y coordinador de la etapa de 2 años de Urkide.
El horario de las siestas, del comedor y hasta la música. Todo cuenta en estos período de adaptación que, en teoría, vive el alumnado de 0 hasta 3 años. Pero que, según los centros, se extiende también a cursos superiores, con unas primeras jornadas de menos horas o solo de mañana. "Es una adaptación encubierta", aseguran algunas madres.
Legislación
Y es que los tiempos cambian y, en el ámbito educativo, los estudios y teorías pedagógicas también. De ahí esta herramienta educativa, que busca facilitar la transición de los más txikis a la vida escolar. Aunque ya se desarrolla desde finales del siglo XX, fue la Ley Orgánica 2/2006 de Educación (LOE), que reguló la Educación Infantil, la que sentó sus bases.
Más tarde, la Orden ECI/3960/2007 ordenó este período educativo y estableció su currículo. Así, recogía que los centros elaborarán el horario del periodo de adaptación “cuando un niño se incorpore por primera vez a un centro de Educación Infantil”.
Esa es la teoría. Pero en la práctica, no existe una norma común. En el País Vasco, el Departamento de Educación, Universidades e Investigación lo recoge en 2009 en su Decreto curricular para implantar las enseñanzas de Educación Infantil.
"La incorporación por primera vez al centro de los niños y niñas será progresivo, llevándose a cabo un período de adaptación. La finalidad de este es favorecer la continuidad entre el ámbito familiar y el escolar y posibilitar una progresiva adaptación de los niños y niñas a la escuela", indica.
Abandono y angustia
"Antes estas cosas no se habían planteado y no se sabían", admite Jaureguizar. "En muchos casos, supone la primera separación física y psicológica de la familia. El niño no tiene recursos para interpretar qué ocurre y lo vive como un abandono y con una angustia alta. Por eso es importante que sepa que su familia está ahí y no sea algo brusco", explica.
Esa sensación, añadida a la falta aún de lenguaje, desemboca en llantos, enfados, rabietas o comportamientos regresivos como hacerse pis de nuevo o retomar el chupete. Con la consiguiente angustia de sus progenitores.
"La adaptación, al fin y al cabo, no es más que superar los miedos que tienen los txikis y sus familiares", asegura Rivera. En Urkide la iniciaron el 11 de septiembre y finalizan el 29. "El nuestro no es de los que hacen un período más largo, que precise de las familias en el centro. En total, deben estar 3 días. Porque si las familias están muy activas en el aula y no se van, a los txikis les cuesta despegarse", razona.
"¿Es necesario alargarlo tanto? Cuanto antes empiecen con sus rutinas será mejor, ¿no? Al final, toda la familia acaba desorientada", plantean algunas madres resignadas.
Pues depende de cada centro, sus pedagogías y cómo viva cada menor y su familia esta separación. En Urkide cuentan con 64 txikis de 2 años a cargo de un equipo de 8 educadores. Para esta primera toma de contacto, los dividen en grupos más pequeños, con entradas a distintos horarios. Poco a poco, los integran todos juntos.
"Tesoro más preciado"
"Son camaleónicos. Se adaptan mil veces mejor que nosotros. Un día entran llorando y, a la semana, con abrazos. Nunca hemos necesitado de padres que se queden hasta diciembre", asegura Rivera.
Tienen el proceso muy estudiado. En abril-mayo lo ponen en marcha según el calendario del curso siguiente. "En junio nos juntamos con las familias y les explicamos el por qué de este período, los cuadros horarios. Es una primera toma de contacto para los txikis, también para las familias y el profesorado, porque deben confiar en nosotros", detalla este maestro con más de dos décadas de experiencia.
"Va más allá de horarios y días. Va de que los aitas y amas nos dejan a su tesoro más preciado y, si confían en mí, me dejarán a su criatura de una forma y no de otra", sostiene.
También en la Haurreskola Henrike Knörr realizan una adaptación progresiva, incrementando el tiempo de estancia cada día. En su caso, es en julio cuando se reúnen con las familias "para conocer las costumbres o rutinas, y que a los bebés les resulte lo más llevadero posible".
Ritmos de adultos a bebés
Una labor, según Jaureguizar, muy necesaria: "El profesorado debe ganarse a las familias, porque si no están seguras del proceso, lo hacen sin ganas o resignadas, o con angustia por ser primerizas, transmiten a sus txikis su inseguridad por dejarles ahí".
"Metemos ritmos de adultos a bebés de 4 meses y, para mí, es primordial esta adaptación”, sostiene Beatriz. Es cierto que los que repiten estancia no están obligados a realizarla. "Pero lo pasan mal, porque el verano es intensidad con la familia y la vuelta puede complicarse", indica.
En definitiva, los bebés perciben la transición de un adulto de referencia, y que conocen, a otro que no lo es. "Y si ellos están bien, las familias y educadoras también", asegura. Tanto es así que los tres coinciden en señalar que las familias están cada vez más "receptivas y concienciadas" con la adaptación escolar.
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