"Yo vomitaba y seguía bebiendo": la batalla contra el alcohol en Vitoria
Ana, Iker, José y Carolina comparten sus historias de superación y compañerismo en la lucha contra el alcoholismo
"Yo hacía cosas para beber que no eran muy normales". Así comienza la historia de Ana (nombre ficticio), una mujer vitoriana de 49 años que hace un año tomó una de las decisiones más importantes de su vida: cruzar las puertas de Alcohólicos Anónimos 24 horas con el propósito de dejar de beber. Un deseo que gracias a su esfuerzo y al apoyo del grupo está consiguiendo.
Su historia es solo una de las muchas que se escuchan en esta asociación, un espacio donde hombres y mujeres se ayudan a mantenerse sobrios y comparten sus experiencias. "Una vez que formas parte de este grupo, consigues dejar de beber", afirman sus miembros.
El grupo Alcohólicos Anónimos 24 horas está disponible a cualquier hora del día, los 365 días del año, para quienes buscan apoyo en el momento que más lo necesitan. Esta disponibilidad fue clave para Ana, quien llamó la pasada Nochebuena con la esperanza de poner fin a su relación con el alcohol.
"Para mí un alcohólico era una persona sin techo. Pero no"
En este espacio nadie es juzgado. Los asistentes, aunque provienen de experiencias de vida distintas, comparten el mismo enemigo: la dependencia al alcohol. Muchos llegan derrotados y desorientados, incapaces de entender por qué no pueden controlar su forma de beber ni sus comportamientos autodestructivos.
Se sienten atrapados en un ciclo de frustración, arrepentimiento y culpa. Pero en la asociación son conscientes de su enfermedad y encuentran un rayo de luz.
Ana, junto con Iker, José y Carolina, es miembro de esta asociación. En este espacio ellos cuentan sus historias, miedos y esperanzas. "Para mí un enfermo alcohólico era una persona sin techo que bebía de un cartón de vino. Pero no es así", admite Iker (nombre ficticio).
Esta percepción, común en la sociedad, cambia al descubrir que los alcohólicos son personas con trabajo, responsabilidades, familias e hijos y no siempre encajan en el estereotipo del hombre sin techo. Como dice José (nombre ficticio): "Los alcohólicos son borrachos pero todos los borrachos no son alcohólicos".
"Los alcohólicos son borrachos pero todos los borrachos no son alcohólicos"
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define el alcoholismo como una enfermedad mental, incurable y progresiva. Una enfermedad que no distingue sexo, género ni nacionalidad. "Y si te toca te toca", añade Iker. Por lo que aceptar esta realidad se convierte en el primer paso hacia la recuperación.
Vivimos en una sociedad alcoholizada
José empezó a beber en la adolescencia, inmerso en una sociedad donde el consumo de alcohol está normalizado. Para él beber era parte de la diversión con amigos los fines de semana jugando al 'kinito'. También era una herramienta para dejar atrás la vergüenza y sentirse mejor mientras salía de noche.
Pero lo que parecía un hábito social se convirtió con el tiempo en una dependencia que fue evolucionando silenciosamente hasta tomar el control de su vida. "Tenía un problema. Pero no era consciente de ello", confiesa José.
"Era capaz de dejarlo todo por beber aunque no quisiera beber. Era algo que no controlaba"
A pesar de sus problemas él llevaba una vida aparentemente normal. Se sacó unas oposiciones, se casó y formó una familia: "Tenía ilusiones de ser alguien", añade. Pero la dependencia al alcohol le seguía acompañando. Con el tiempo pasó de beber en sociedad a hacerlo en soledad y a escondidas tras salir del trabajo.
Cada vez que bebía, perdía el control. "Era capaz de dejarlo todo por beber aunque no quisiera beber. Era algo que no controlaba", expresa José. "Pero al día siguiente me sentía mal", añade.
"Era un sufrimiento cuando me contaban las cosas que hacía y no me acordaba"
El sentimiento de culpa y vacío crecía junto con la vergüenza y las lagunas mentales. "Yo empezaba a beber y a partir de un punto no recordaba nada, cero. Era como estar inconsciente y dormido pero sin estarlo", relata José. "Para mí era un sufrimiento cuando me contaban las cosas que había hecho y yo no me acordaba", añade.
"Yo empezaba a beber y a partir de un punto no recordaba nada, cero"
Estas lagunas mentales también las sufría Carolina de 22 años quien se lastimó su rodilla operada y a las seis de la mañana se despertó gritando del dolor sin recordar cómo se lo había hecho: "Fue un escándalo", recuerda.
Unos días antes Carolina había dejado de golpe el alcohol y la marihuana lo que la llevó a un estado de ansiedad y depresión. Para aliviar su situación, pensó que beber dos cañas la ayudaría. Pero entró en una laguna mental y acabó en urgencias por la rodilla. Pasó un tiempo en casa sin moverse, sola, sin trabajo y desesperada por no saber qué hacer con su vida.
Meses antes Carolina había tomado la decisión de dejar su país natal, Colombia, con la esperanza de escapar de un entorno que, según ella, la incitaba a beber y consumir drogas. Quería empezar una nueva vida lejos del alcohol y las fiestas.
Pero eso le "duró poco". Cuando llegó a Vitoria-Gasteiz comenzó a trabajar en la hostelería donde sentía que beber le hacía atender mejor a los clientes. "Me apodaron 'la maja' porque le decía a todo el mundo: 'majo, ¿qué te pongo'", cuenta. También observó que aquí era normal beber todos los días. Así que empezó a beber detrás de la barra y a salir de fiesta con gente mayor: "Pensaba que así me adaptaba a la cultura".
"Vomitaba y después de vomitar seguía bebiendo"
Cuando Carolina se dio cuenta de su situación ya se encontraba en un callejón sin salida. Su situación laboral y familiar comenzó a deteriorarse y cada vez era más difícil mantener sus responsabilidades. Las mentiras y las excusas se volvieron habituales y después llegaron las broncas y los ultimátums.
Llena de miedo llamó a la puerta de la asociación, una entidad que conocía desde antes porque trabajaba en un bar cercano. En ese entonces desde el otro lado de la barra pensaba de ellos: "Pobrecicos", sin imaginar que algún día estaría en esa misma situación.
En el caso de José, su entorno le dijo: "O te marchas o pides ayuda". Esta última advertencia fue el detonante que le llevó a tomar acción y presentarse en la asociación. Una decisión similar tomó Ana tras una Nochebuena de excesos al darse cuenta de que no quería volver a pasar una Navidad sola.
"Llegué hecha polvo y me sentía muy miserable. No hacía nada bonito cuando estaba borracha"
"Llegué hecha polvo y me sentía muy miserable. No hacía nada bonito cuando estaba borracha", relata Ana. "A mí no me obligó nadie a venir a la asociación", aclara esta vitoriana quien tomó la decisión "tras liarla muy gorda el día de Nochebuena".
Sabía que era un día importante ya que se reunía la familia pero su noche terminó siendo "un desastre". Salió de fiesta el día anterior con la idea de "tomar solo una copa". Pero acabó en casa el día de Nochebuena sin dormir tras consumir drogas y beber todas las botellas de su cesta de Navidad. Ese día Ana "vomitaba y después de vomitar seguía bebiendo", relata.
"Esto se acaba aquí"
Cuando despertó el día de Navidad su madre e hijas no le dijeron nada, "simplemente me miraron con pena", expresa. Fue en ese momento cuando tomó la decisión de dejar de beber: "Esto se acaba aquí", pensó. Ana quería dejar atrás la sensación de que solo era feliz con la primera copa. Estaba cansada de su "mierda" de vida y tenía la esperanza de encontrar una salida.
"Esta guerra se va a acabar"
Cuando Ana llegó al grupo derrotada la recibieron con mucho cariño. Carolina, para su sorpresa, no encontró "personas de la calle con cartones", sino con personas "normales" que incluso "eran hasta guapos", comenta entre risas.
"Si tú quieres puedes tener una vida feliz"
En este lugar ambas encontraron un espacio solidario, diverso y comprensivo que se convirtió en su refugio. Allí hablaban abiertamente de la enfermedad y se veían reflejadas en las historias que escuchaban. Frases como "esta guerra se va a acabar", "si quieres puede ser tu última resaca" y "si tú quieres puedes tener una vida feliz" resonaban con fuerza entre los miembros.
Aunque este proceso es un camino largo y lleno de curvas. Ana, por ejemplo, ha llorado en tribuna al sentir ganas de beber. Esto ocurrió el día de Celedón cuando vio cómo unos vitorianos iban con bolsas de plástico a la plaza de la Virgen Blanca mientras ella acudía a la asociación.
"Nadie te va a entender mejor que otro alcohólico"
"Nadie te va a entender mejor que otro alcohólico", explica Iker quien en un momento de lucidez y sin decir nada a nadie llegó al grupo de Ourense ya que todavía no existía uno en Vitoria-Gasteiz. En la asociación Iker inició un proceso de autodescubrimiento: "Empecé a entender las cosas que me pasaban y su por qué".
¿Y funciona el programa? Iker lo tiene claro: sí. Todos ellos han dejado de tomar alcohol y se sienten mejor con sus vidas. La clave está en que a su lado se encuentran sus compañeros que comparten el mismo camino de recuperación.
Este compañerismo se convierte en la base de su fortaleza. Gracias a ello cada día sin beber se convierte en una victoria personal y una prueba de que la sobriedad no solo es posible, sino alcanzable.
Si necesitas contactar con el grupo 24 horas de Alcohólicos Anónimos, puedes hacerlo aquí:
- Sede: calle Burgos, 19 bajo.
- Teléfono: 945 03 32 06 o 672 116 571
- Email: info@aa24horas.com
- Web: www.aa24horas.com
- Facebook: https://www.facebook.com/aa24horas/
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