Malabaristas de semáforo: actuaciones a contrarreloj
Estos artistas callejeros amenizan la espera de los conductores con sus malabares
La luz roja del semáforo les indica que deben entrar en acción. Tienen alrededor de un minuto para entretener y divertir, a cambio de unas monedas, a unos conductores que esperan impacientes un nuevo cambio de color.
Los artistas callejeros Ángela y Luis han pasado tres semanas trabajando en semáforos de la calle Portal de Gamarra y han amenizado mediante sus malabares la espera de quienes han circulado por esta vía gasteiztarra.
Una vida nómada
Ángela y Luis nacieron en Bogotá, han trabajado durante tres semanas en Vitoria-Gasteiz y aunque han vuelto a emprender un camino que les llevará a recorrer parte del país en bicicleta, aseguran que la ciudad les ha gustado tanto como su gente y que esperan regresar en el futuro.
"En Sudamérica es común trabajar en un semáforo. Aquí se ve menos pero nos hemos sentido tranquilos y la policía ha sido amable", detallan estos artistas callejeros que llegaron a nuestra ciudad a principios de abril.
Ambos llevaban viviendo año y medio en Barcelona cuando a principios de marzo iniciaron un viaje en bicicleta que les ha llevado recorrer Cataluña, Aragón, Navarra, La Rioja y Álava hasta la fecha: "Parada tras parada hemos conocido localidades como Cervera en Lleida, Lanaja en Huesca, Zaragoza, Tudela en Navarra o Logroño. El viaje no tiene ningún itinerario concreto, nuestra próxima para será Bilbao", detallan los jóvenes.
Funciones de sesenta segundos
Luis Ángel Ramos tiene treinta años y lleva alrededor de cuatro en el mundo de los malabares. Luis es un ingeniero que desde que llegó la pandemia comenzó a dedicarse a los malabares y que día a día continúa formándose en el mundo clown: "Cuatro años en los malabares no son muchos pero les he dedicado mucho tiempo. Siempre me habían llamado la atención y tras probar en otras disciplinas artísticas como la escritura, la fotografía o la música, vi que los malabares se me dan mejor", cuenta Luis.
En sus números Luis utiliza aros y pelotas de contact. Unos trucos que requieren de concentración máxima y mucho entrenamiento: "Hay gente que desconoce la labor que hay detrás y les cuesta darle un valor monetario, pero nadie está obligado a dar dinero. Y aunque con aplausos no podemos ir a la compra también nos llenan. Los malabares no nos van a hacer millonarios", se sincera Luis.
Por su parte, Ángela González es una joven de veintiocho años que es comunicadora social y periodista de profesión. Ella lleva mucho menos tiempo en el mundo del arte callejero, hace apenas quince días que empezó a ofrecer sus primeras actuaciones en semáforos: "Desde siempre me ha gustado el baile y la danza, y con los juguetes uno danza y malabares", detalla la artista.
En sus actuaciones Ángela utiliza música para acompañar el baile y el movimiento de las cariocas. Y ve este trabajo como una forma de generar amor: "No es un trabajo convencional pero es muy bonito ver como te sonríen cuando haces algo con pasión", detalla Ángela.
Su paso por Vitoria-Gasteiz
Tanto les estaba gustando la ciudad que alargaron su estancia una semana más. Durante sus días en la ciudad han trabajado pero también han tenido tiempo para caminar por la ciudad, visitar museos y tomar café con vitoriano: "Vitoria es mucho menos caótica que Barcelona o Bogotá. La ciudad nos ha gustado mucho y la arquitectura de su Casco Viejo nos ha llamado mucho la atención".
El voz a voz y Google Maps son los métodos que utilizan los artistas callejeros para elegir en qué localización ubicarse. En el caso de la capital vasca, Ángela y Luis eligieron esos semáforos de Portal de Gamarra por la duración de los mismos y la gran cantidad de vehículos que pasan por ellos.
"Para hacer una buena rutina de malabares el semáforo tiene que durar al menos 55 segundos. Si dura más te da tiempo a saludar y a hacer alguna broma y así la gente tiene más tiempo de fijarse en ti. A mi personalmente me gustan los semáforos algo alejados de la ciudad, que pasen vehículos pero no demasiado peatones", explica Luis.
Los ingresos varían mucho y van desde los cero euros hasta los 90 euros de un sábado 31 de diciembre: "Este es un trabajo que no tiene un sueldo fijo. Si eres constante te da para tomar un café y comprar comida".
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