Cada vez más gente vive de la basura, una actividad ilegal pero no perseguida

11 diciembre, 2016

La mayoría de los que revuelven en contenedores quieren metales para venderlos, aunque también hay ancianos 'curiosos' y quienes buscan comida caducada

Algunos advierten una oportunidad de negocio, por pequeña que sea, en lo que la mayoría considera material desechable. Y cada vez resulta más habitual para quienes transitan por las aceras de Vitoria toparse con personas que se buscan la vida revolviendo entre la basura de los contenedores, donde intentan encontrar cualquier cosa susceptible de venderse.

A pesar de lo cotidiano de esta imagen, se trata de "una actividad ilegal, porque la normativa recoge que en cuanto se deja algo en un contenedor pasa a ser propiedad del Ayuntamiento", aclaran fuentes municipales.

Desde el Consistorio no han podido ofrecer una estimación de las personas que en Vitoria sacan con regularidad objetos de los contenedores de basura para luego venderlos. A Ramón Ibeas, secretario general de Cáritas Diocesana Vitoria, también le resulta muy difícil aportar una cifra aproximada.

"Se trata de un mercado negro y, por tanto, esa parte de la sociedad no se encuentra bajo control alguno". Y añade que "quienes se dedican a ésto buscan sobre todo metales, que luego venden de forma clandestina, normalmente a chatarrerías".

Aunque no existe ninguna estadística al respecto, basta con salir a la calle para percatarse de que, a lo largo de estos últimos años, ha crecido el número de personas condenadas a indagar en la basura de los demás. Lo hacen a plena luz del día, indiferentes a las miradas ajenas, porque cuando el hambre aprieta la vergüenza desaparece. Y, normalmente, van de un contenedor a otro, a veces en bici, acompañados de un carrito donde transportan sus hallazgos. También suelen valerse de palos para remover los desechos mientras escudriñan el interior de los contenedores, a la caza de algo valioso que les salve el día.

Ni el Ayuntamiento ni Cáritas saben cuántas personas practican esta actividad clandestina

"La mayoría son inmigrantes sin papeles", apunta Ibeas, lo que dificulta aún más calibrar el alcance de esta economía sumergida a la que muchos extranjeros, aunque también algunos españoles, se han visto abocados por necesidad. Un elevado porcentaje de quienes realizan esta actividad se encuentran, por tanto, en situación irregular y no pueden optar a un contrato laboral. Además, "la actual Ley de Extranjería impide trabajar a los inmigrantes con menos de tres años de residencia en España, a menos que vengan con un contrato en origen. Se trata de un castigo absolutamente gratuito que se hace para calmar al español medio y ganar votos".

En definitiva, revolver en la basura supone a menudo el único recurso que les queda a estas personas. Por eso, fuentes municipales explican que "no hay una persecución" de esta actividad ilegal por parte de la policía. "Sólo se les denuncia cuando sacan algo del contenedor y lo abandonan en la vía pública". Y es que la manipulación de cualquier residuo depositado en un contenedor se considera una infracción leve que puede conllevar multas de 90 hasta 750 euros, como consta en la ordenanza municipal de limpieza.

La mayoría son inmigrantes sin papeles

Esta normativa prohíbe en el apartado relativo a los contenedores "la recogida o aprovechamiento de los desechos de cualquier tipo y residuos sólidos urbanos. Así como seleccionar, clasificar y separar cualquier clase de material residual depositado en la vía pública en espera de ser retirado por los servicios de recogida, salvo que ello sea realizado por gestores autorizados". También señala que "por razones de seguridad, salubridad e higiene, se prohíbe la extracción de residuos depositados en estos contenedores" municipales.

  • Qué buscan

Ibeas explica el procedimiento seguido por aquellas personas "que no buscan comida ni ropa, sino ese pequeño margen de negocio que todavía queda en la basura ajena. Si te fijas, examinan sobre todo los contenedores grises, donde se arroja de todo, incluido el hierro y algún electrodoméstico pequeño. Y eso es lo que les interesa fundamentalmente. Cuanto más selectivo es el tratamiento de la basura, menos margen existe para encontrar algo de valor", por lo que no suelen prestar mucha atención a otro tipo de depósitos destinados al reciclaje.

Desmontan los pequeños electrodomésticos para sacarles los metales del interior

A los aparatos que pueden desmontar "les sacan las tripas, donde hay elementos con cobre y otros metales más o menos valiosos. Y, antes de venderlos, esperan hasta acumular un cierto peso para que el viaje a la chatarrería merezca la pena. Si tienen un golpe de suerte, igual se sacan en un contenedor 30 ó 40 euros". Lo que no parece muy habitual, dada la cantidad de dinero que los chatarreros desembolsan a cambio de este tipo de materias primas.

Las chatarrerías vitorianas preguntadas por teléfono sobre esta cuestión no han ofrecido muchas explicaciones. Algunas han asegurado que sólo compran a empresas y otras únicamente dirían en persona cuánto pagan.

  • Precios de la chatarra

Sin embargo, un vistazo a conocidas webs de anuncios permite hacerse una idea bastante acertada de la horquilla de precios en que se mueve este mercado, con cifras similares en todos los casos. De esta manera, unos céntimos arriba o abajo, actualmente el kilo de hierro se paga en las chatarrerías a 0,05 euros, el de acero inoxidable y aluminio a 0,5, el de plomo a 0,65, el kilo de cable de cobre desde 0,70 hasta 1,40, el de latón a 1,60, el de bronce a 1,80, y el kilo de cobre a 2,5 euros. Además, las baterías de coches se pueden vender por 0,40 el kilo y los motores eléctricos a 0,35 el kilo.

El chatarrero intenta no pagar más del 40 o el 50% de lo que vale la pieza

En otra página de Internet también se puede observar que lavadoras y lavavajillas se pagan a 0,10 euros el kilo y las latas de bebida a 0,20. Y que el cobre Milberry encabeza la lista de los metales más caros en este negocio al comprarse por 3,40 euros el kilo. Es el cobre sin usar, procedente de cables de diferentes grosores empleados en instalaciones eléctricas y telecomunicaciones. En el lado opuesto, "cuando ganan 6 euros con la hojalata es que han tenido un buen día".

El chatarrero "intenta no pagar más del 40 o el 50% de lo que vale la pieza. Pero también sabe que a los proveedores hay que cuidarlos. Siempre ha habido regateo". Luego, "lo adquirido se vende a un precio tasado" que varía en función de la cotización de los metales en bolsa. "El de los desechos metálicos es un mercado muy fluctuante" que conlleva algunos riesgos económicos.

El de los desechos metálicos es un mercado muy fluctuante

En las chatarrerías no suelen pedir un justificante del origen de los productos que compran. "Cualquier particular puede desmontar un objeto que adquirió hace varios años para vender las partes metálicas y no le van a exigir que presente la factura original, que probablemente ni conserve". Sin embargo, hay ciertos aparatos que, por su peligrosidad, "se mueven en circuitos muy controlados. Por ejemplo, el reciclaje de los frigoríficos y otros electrodomésticos necesita ciertos permisos, ya que contienen gas neón y otros elementos tóxicos muy nocivos para el medio ambiente".

Por eso, "estos aparatos sólo se pueden desmontar en chatarrerías con licencia para hacerlo. En Álava creo que no hay ninguna". De no hacerlo por los cauces legales, puede suponer incluso penas de prisión. A través del proyecto Koopera, Cáritas Diocesana Vitoria tiene un convenio para recoger electrodomésticos de línea blanca, es decir, lavadoras, neveras, microondas... "Cuando llenamos el camión con 50.000 kilos en frigoríficos los llevamos a reciclar fuera de la provincia. Sólo nos encargamos del transporte".

Los frigoríficos contienen gases muy nocivos y se necesitan permisos para manipularlos

  • Mobiliario del hogar

Por otra parte, a las personas que buscan chatarra en los contenedores de basura "no les interesa el mobiliario del hogar que se encuentran en la vía pública, al menos de cara a su venta, porque supone un problema serio de almacenaje. A veces, se llevan algún mueble a su casa porque les viene bien, como hace mucha gente en el intervalo de tiempo que transcurre entre que su propietario lo baja a la calle y pasa el camión de recogida", señala Ibeas.

A este respecto, Iñaki Prusilla, concejal de Espacio Público, señaló recientemente que "surge la falsa idea con los enseres de que tú bajas algo y a los dos minutos ya no está porque alguien se lo ha llevado. Lo que se lleva normalmente es lo que vale, lo que no quiere nadie tampoco se lo lleva".

Existen personas mayores con el hábito de rebuscar entre la basura

También hay quienes rebuscan en los contenedores de basura por otras razones distintas a la venta de desechos. Algunas personas rescatan recipientes de comida o bebida sin abrir, sobre todo de depósitos cercanos a los supermercados, que han sido tirados por sobrepasar la fecha de caducidad o presentar alguna irregularidad en el envase. El pasado año ya se puso en marcha una recogida de firmas para acabar con este desperdicio de comida.

En torno a esta actividad ha surgido un movimiento, el friganismo. Otras cogen ropa o telas para poder renovar su vestuario. Y tanto desde el Ayuntamiento como Ibeas apuntan que existen personas mayores con el hábito de rebuscar entre la basura para curiosear si hay algo aprovechable y llevárselo a casa.