Bultzain, el hogar de aquellos a los que la sociedad ha dado la espalda
“Cuando aún vivíamos en la calle Satur nos comentó que iba a abrir un pequeño albergue, pero que había que arreglarlo y limpiarlo. Al llegar aquí se nos cayó el alma al suelo. Quitamos varios contenedores de basura y la vivienda no estaba ni siquiera habilitada”. Manolo fue uno de los que lograron levantar el […]
“Cuando aún vivíamos en la calle Satur nos comentó que iba a abrir un pequeño albergue, pero que había que arreglarlo y limpiarlo. Al llegar aquí se nos cayó el alma al suelo. Quitamos varios contenedores de basura y la vivienda no estaba ni siquiera habilitada”. Manolo fue uno de los que lograron levantar el sueño de Satur, un albergue para los más necesitados por el cual sin embargo muchos no daban ni un duro y que hoy resulta muy incómodo para el Ayuntamiento: “Si nosotros tenemos aquí a esta gente es porque el Ayuntamiento no hace bien las cosas”, asegura Satur.
La casa de Puente Alto nació fruto de quienes luego la han habitado, de esas personas que viven o vivían en la calle, repudiadas a menudo por una sociedad que no comprende o no quiere comprender que algo así le puede acabar tocando a cualquiera.
En Puente Alto se reúnen ahora mismo más de 30 historias con nombres y apellidos. Nombres y Apellidos que en esta historia son ficticios. Es lo único inventado a partir de estas líneas. El resto es tan crudo y real como la vida. Historias con un origen muy diferente pero con un mismo final. Todos ellos llegaron hasta el hogar de Bultzain por iniciativa propia, procedentes de la calle, y han encontrado ahí un hogar.
Alcohólicos, enfermos mentales o toxicómanos conviven con personas que han llegado hasta allí fruto de desahucios o de una serie de infortunios en la vida. Han creado poco a poco una familia, en la que evidentemente surgen roces, pero en la que los más válidos intentan ayudar al resto.
Para Patxi “lo más bonito es que, aunque a veces no tenemos nada, ayudamos a quienes tienen menos: aunque no tengamos nada material por lo menos lo damos de corazón”.
Hasta hace poco Satur sumaba a su ayuda en Puente Alto sus visitas diarias a los sintecho, a los que les llevaba comida caliente. Hoy Satur ha ido poco a poco delegando esta función en los habitantes de La Casa. Quienes en su día estaban sin techo son ahora los que ayudan a esos que se resguardan del frío junto a nuestro portal, nuestro trabajo o en el cajero del que unas horas antes hemos sacado dinero.
“Yo hay días que vengo aquí a las 2 de la mañana después de recorrerme la ciudad”, asegura Manolo: “Solemos ir a Gamarra o Betoño, a buscar entre las empresas, y a veces entras realmente acojonado al ver dónde están viviendo”.
“Te vas escondiendo para que los municipales no te molesten”, asegura Satur. “Si es que encima te tienes que esconder de la sociedad”, sentencia Felipe.
En días de frío el Ayuntamiento ha habilitado el Dispositivo de Atención Invernal. El problema es, según los presentes, que hasta las 11 de la noche no está permitida la entrada. “Y en el Aterpe a las 8 te levantas y te echan de nuevo a la calle”.
Satur mantuvo la semana pasada un encuentro con Maroto y con Ainhoa Domaica. “El alcalde me decía que los que viven en la calle o en Bultzain no van al CMAS porque no quieren; pero cada uno tiene su vida y sus razones. Lo que no quieren es ir con las condiciones impuestas por el Ayuntamiento”.
Talleres y trabajos
En Bultzain, sin embargo, son los propios vecinos los que se encargan de su gestión: “Mi labor aquí es tener pagado esto para que ellos mismo lo gestionen, y que lo mismo que han bajado aquí vuelvan a subir”, concluye Satur.
A lo largo del día hay un taller ocupacional, con el que los residentes de la casa buscan ocupar su tiempo: “Son tres horas y en ese tiempo no estás bebiendo o haciendo chorradas por la calle. Además se saca por lo menos para tabaco”. Jose cree que en esta situación es necesario habituarse a tener una actividad.
También hay personas encargadas de la huerta o de preparar la leña, que cede el Servicio Municipal de Parques y Jardines y que permite calentar las dos cocinas de leña. Cocinas con las que no sólo calientan la comida, sino también toda la casa. Una vivienda que, poco después de su apertura, sufrió un incendio provocado que obligó a levantar de nuevo desde la base el sueño de Satur.
En esta casa hay gente enferma, alcohólicos, toxicómanos, enfermos mentales... no todos valemos para lo mismo”.
Tras perder su casa, Marcos estuvo tres días en Casa Abierta, pero luego acabó en la calle: “Poco más y me quedo sin padrón; que me quede sin casa es una cosa pero que automáticamente pierda todos los derechos es otra cosa. Cuando pierdo mi casa y me divorcio mis obligaciones siguen pendientes pero mis derechos desaparecen”.
Son las 7 de la tarde y la casa empieza a rebosar vida en torno a la cocina, mientras comienza a prepararse la cena. El menú de la noche es el mismo que han tomado los niños de Ikasbidea, acompañado por una sopa recién hecha y los pintxos que han retirado de barras como La Unión.
A la cocina entra Antonio, que llegó a Puente Alto de la mano del párroco de Santa María. Anteriormente había estado 20 días en una pensión. Llegó a Vitoria tras pasar por Burgos y divorciarse. Acabó en la calle tras quedarse sin trabajo y sin ingresos. Contaba con muchos años de experiencia en la hostelería y en el mundo de la pintura, pero todo lo que le ha salido en los últimos tiempos son trabajos puntuales, de 15 o 20 días.
También Felipe se ha recorrido Vitoria echando curriculum. Lleva desde finales de 2008 en paro, aunque en medio ha conseguido pequeños trabajos. El último fue en la vendimia de Rioja Alavesa. Felipe sigue en busca de ese empleo que le permita volver a asomar la cabeza. Mientras tanto se encuentra a la espera de poder recibir una ayuda económica para la que lleva más de 5 meses de papeleos. “Las ayudas se las regalo yo al lehendakari; llevo 20 meses sin cobrar un duro. El 20 de noviembre he podido echar mi último papel para solicitarlas”.
Hasta su llegada en julio Felipe estuvo viviendo dos meses en el monte, en una tienda de campaña. Se había quedado sin casa y optó por acampar en un bosque a media hora de Vitoria. “Hacía la comida con un hornillo, me ayudaba la gente de un pueblo cercano y si necesitaba cualquier cosa me iba andando”.
Alex es uno de los más veteranos del hogar, y Begoña y Satur casi le consideran ya como su hijo. En estos momentos se encuentra en tratamiento con metadona. Durante dos años estuvo viviendo en la calle. Tras amenazar al Concejal de Asuntos Sociales se le cerraron las puertas del Aterpe y de los servicios sociales por conducta violenta. Ahora intenta rehabilitarse en Bultzain: “Estaba enganchado y la liaba”. Alex acaba de hablar por teléfono con otro de sus amigos de toda la vida, que también convivió en la calle y posteriormente en Bultzain, pero que ha conseguido rehacer su vida, y ya tiene casa, pareja y trabajo.
Son solo algunas de las historias que se esconden en Bultzain, pero cuyo futuro está en el aire por culpa de la falta de financiación. Satur lamenta que juegan con las asociaciones como si éstas fuesen niños a los que engañarles con el caramelo. “Si nosotros tenemos aquí a esta gente es porque el Ayuntamiento no hace bien las cosas”. Y Satur alerta no sólo de la falta de financiación, sino de la saturación que experimenta ahora mismo la casa. “Aquí no pueden dormir más que 14; por eso le digo al alcalde que me deje un centro o algo acondicionado y yo lo gestiono”.
Porque Satur insiste en que los sintecho no conjugan muy bien con las reglas que impone el Ayuntamiento: “No quieren ir en las condiciones que pone el ayuntamiento, por eso están en la calle y duermen en la calle”.
Satur se encomienda al PNV y a su pacto presupuestario con el PP en el Ayuntamiento. De momento parece que en la Diputación se destinarán 20.000 euros para el proyecto. En el Ayuntamiento el equipo de Maroto ha retirado toda la subvención. Aunque él está decidido incluso a acampar en la Plaza de España para garantizar la supervivencia de su proyecto.
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