Las caras del coleccionismo dominical en Vitoria
Cuatro coleccionistas nos cuentan qué venden en sus puestos del Mercado del Coleccionismo de Vitoria
Llueva, sople el viento o haga sol. Sea fiesta de guardar o un domingo más de, en teoría, descanso dominical. No para él. Antonio Augusto Alves es fiel a su cita semanal bajo los soportales de la Plaza de España. El suyo es uno de la veintena de puestos que rodean el céntrico recinto vitoriano y forman el Mercado del Coleccionismo.
Sobre su mesa, todo aquello que pueda despertar la curiosidad y el interés de los posibles compradores. Monedas, llaves antiguas, anillos de plata, discos, libros de Alemania de la Primera Guerra Mundial, cochecitos, casas a escala, figuras de madera, soldaditos de juguete, molinillos de café, morteros, jarras de cerveza alemanas, mecheros...
Un sinfín de objetos que hace inevitable el pararse y echar un vistazo en busca, nunca se sabe, de algún que otro tesoro por descubrir. O de esa pieza de la colección que anhelabas desde hace tiempo.
Subastas en Alemania
Cada puesto abona una cuota de casi 121 euros y, según la ordenanza municipal, los objetos a la venta deben ser: filatelia, numismática, postales, cromos, vitolas, libros de segunda mano, pines, llaveros, casetes y discos vinilos, minerales, fósiles y conchas u objetos usados tipo muebles o adornos.
En el caso de Antonio, él todo lo adquiere en subastas en Alemania o por eBay. "En España es mucho más caro", compara. Cada semana recibe paquete. "Hay que cambiar el género, si no, la gente se cansa de lo mismo", advierte como buen vendedor. Lo sabe de primera mano.
Acude a esta suerte de rastro reducido desde el año 96. "Cuando aún se exponía todo el género en el suelo", recuerda. Y cuando "nos buscábamos la vida entre la basura y encontrábamos cosas".
Lo que no ha cambiado es el público, que conserva el gusto por el regateo. "La gente lo hace mucho. También hay quien viene solo de 'miranda' y no compra, o quien toca todo y, claro, a veces las cosas se rompen", valora.
Una locomotora eléctrica es el objeto más caro de su colección. 80 euros, vías aparte, "y en la tienda anda por los 190". Tiene cámaras fotográficas por 30-40 euros, pero también objetos de 1 y 2 euros. "Algo hay que ganar, pero saco poquito. Siempre digo la verdad a mis clientes, y tengo muchos", sostiene.
Esos intercambios, haya o no venta final, le encantan a Antonio, portugués de nacimiento, que para las 8:30 de la mañana ya suele montar su puesto. Y eso que el horario oficial de este mercado es de 10 a 15 horas. "Me encanta venir. Entre semana no hago nada. Aquí me entretengo con la gente", reconoce.
Monedas de las islas Pitcairn
Otro veterano de esta cita es José Antonio Moreno. Para él, la Plaza de España es su segundo hogar. De pequeño ya acudía a intercambiar cromos, actividad que no pasa de moda. De ahí saltó a los sellos y, sobre todo, las monedas y billetes, su especialidad.
Aunque tampoco hace ascos a chapas de botellas de cava o de cerveza, calendarios y llaves de hotel, por ejemplo. Es un coleccionista de manual con más de medio siglo de experiencia a sus espaldas. Y un experto en el trivial. Sobre todo en monedas. Las tiene de todos los países conocidos.
¿El más extraño? Las islas Pitcairn, perdidas en los mares de la Polinesia y conocidas por el motín de La Bounty, famoso gracias a la mítica 'Rebelión a Bordo', de Marlon Brando.
"Siempre salen monedas nuevas. Yo compro, por ejemplo, 5 colecciones de la misma. Una es para mí y el resto las vendo. Si me salen a 9, pido 11 y así me pago la mía", comparte. Es la forma de mantener su pasión.
Él la obtiene a través de un importador en Barcelona, que cada mes meses le envía las novedades: "Hay billetes preciosos, me gusta venderlos siempre nuevos". Los hay desde 50 céntimos a 1-2 euros y más. Y sus clientes, más bien "amigos", no dudan en acercarse para repasarlos. "Es un hobby que llevamos varios", destaca.
Lamenta que "se vaya perdiendo" el interés por estas cosas en las generaciones más jóvenes. También "los bulos de Internet", sobre los precios de algunas monedas, "que no ayudan nada".
Entre Pamplona y Vitoria
Los libros antiguos, documentos, revistas y "todo lo que sea antigüedad, de 1975 para abajo" tienen cabida en el puesto de Íñigo Amatrain. Este navarro de 50 años trabaja entre semana en temas de señalización. El gusanillo del coleccionismo le hizo lanzarse al mundo de los mercados. Los fines de semana los dedica a ello. Sábados en Pamplona y domingos en Vitoria. Alguna vez también Hondarribia.
"Se vende bastante. El público en todos es muy parecido y tiene interés", admite. Los relojes, cajas fuertes y objetos de caserío o de iglesias comparten espacio con barajas, calendarios o muñecos. ¿Cómo lo consiguen? "Hay gente que se lo quita de encima porque ha coleccionado siempre, pero los hijos no. O se mueren los padres y los hijos no lo quieren. Vamos, nos lo llevamos y vemos qué rescatar", explica.
Mientras le da salida, lo almacena en una cochera de 80 metros que tiene en casa. Entrar allí es como hacerlo "en otra época". Su mayor venta, hace unos años, fue un libro por 800 euros "y lo vendí barato, entre comillas, porque aquí, al final, el precio siempre es menor que en tienda. Por eso hay mucha afluencia de gente".
Y aunque hay curioseo, también están quienes tienen el ojo entrenado. "Viene gente muy especialista, que lo bueno te lo 'rapan' enseguida", confirma mientras mira uno de sus tesoros actuales, una colección de la Guerra Civil española por 80 euros.
De Mevosa a Vasquitos y Nesquitas
Muy cerca, Antonio Solano lleva el coleccionismo "en la sangre". No hay otra forma de explicar el medio siglo "recogiendo cosas, desde pequeño". Con 59 años, ha tenido tiempo para acumular bastante.
Tocaba darle salida a los objetos y desde hace 5 lustros es lo que hace en el mercado dominical. "Es una manera de reciclar y darle otra vida a las cosas", sugiere. En su haber cuenta con un cartel de Vasquitos y Nesquitas, cristales de lámparas antiguas "que pueden usarse de adorno", juguetes, cascabeles, medallas religiosas...
Las postales y fotos antiguas son muy demandadas, "y más si tienes de Vitoria, claro". Como detalle original, el carné de mantenimiento de una furgoneta Mevosa, fabricada en la ciudad. O una pintura sobre tabla antigua de 1900 por la que pide 50 euros. Por no hablar de un sifón de 1920 que cuesta 20 euros.
"Son asequibles, no tengo cosas muy elevadas. Busco cualquier objeto que tenga algo especial y a la gente le atraiga", invita. "Siempre hay algún comprador, cada objeto tiene su persona, aunque parezca raro", remarca.
Él, al contrario que su tocayo, rehúye la compra-venta online. "Todo lo hago en persona, me gusta el trato cercano, me funciona bien, hablas con la gente, te conocen y te enteras de cosas que te puedan interesar. Hay quien me las regala, otros te dicen que si saco algo les dé una parte, y el resto lo compro", detalla.
Su trastero es como "las cuevas de las maravillas", donde Antonio disfruta "ordenando, colocando y seleccionando qué traigo aquí". "Cuando algo te gusta, disfrutas mucho", reivindica.
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FOTOS - ¿Qué encuentras en este mercado de los domingos de Vitoria?
Libros, monedas, llaves, postales, cámaras o figuras llenan el Mercado del Coleccionismo todos los domingos
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