'Policías' tras el mostrador: cuando el cliente no cumple las normas
Los comercios y los bares deben hacer muchas veces de 'vigilantes' ante clientes que no cumplen las normas sanitarias
Los pasos son fáciles: primero comprobar el aforo del local. Si nuestra entrada no lo sobrepasa, podemos acceder a él con la mascarilla bien colocada. Nada más entrar, acudir al bote de gel que habrá en el recibidor, en la barra o en el mostrador. Y una vez con las manos limpias, comprar, consumir, mirar o preguntar. Un proceso sencillo de apenas unos segundos que cumplen muchos vitorianos al entrar a un establecimiento. Pero otros siguen sin asimilarlo.

Ertzaintza y Policía Local pasean por el centro de Vitoria-Gasteiz para vigilar el cumplimiento de las normas, pero en ocasiones acuden por la llamada de los propios comerciantes u hosteleros.
Han pasado ya más de tres meses desde el inicio de la desescalada y apertura de comercios. El gel y las restricciones de aforo se normalizaron desde entonces, y la mascarilla ya es obligatoria en Euskadi desde hace casi 8 semanas. Pero aun así los hosteleros y comerciantes todavía deben recordar estas normas sanitarias a algunos de sus clientes. Bien por despiste o por pura desobediencia.
No es una situación fácil para quien está detrás de la barra o del mostrador: a veces deben actuar casi de policías de su propio local, ganándose enemistades o enfrentamientos con clientes. Lo que significa dejar de ganar dinero. Y aunque el cliente acate la advertencia sin problemas, es un ejercicio repetitivo y agotador que no debería recordarse tan a menudo. Porque las precauciones deberían estar interiorizadas.
"Hemos tenido que llamar a la policía"
Este tipo de roces son menos habituales a medida que avanza el año, por costumbre. Pero los sigue habiendo. En iDenda, por ejemplo, incluso han tenido que llamar a la Policía en más de una ocasión. Esta tienda de productos Apple está situada en la calle Prado, pleno centro de la ciudad, y las visitas de clientes son numerosas.
"Hay gente que ha entrado sin mascarilla y le hemos proporcionado una. La han rechazado y han seguido sin ella en la tienda, por lo que le hemos invitado a salir. Y como se negaba a dejar la tienda hemos tenido que llamar a la policía", asegura Carmelo Martínez, responsable del local.

El gel en la entrada de los comercios es algo ya más que habitual, pero sigue habiendo gente que no lo usa.
"Si alguna de estas personas entra sin tomar precauciones y toca algún elemento de la tienda ya tenemos que cerrarla y desinfectar las zonas en las que ha estado, lo que supone perder tiempo y dinero", denuncia el vendedor.
En una tienda como esta, donde hay varios aparatos electrónicos y táctiles expuestos al público, el lavado de manos con gel es obligatorio e imprescindible. "Tenemos que estar detrás de la gente para que lo use, y aun así algunos lo evaden".
Comercios de barrio
Mejor es la experiencia de los Comerciantes de la Calle Gorbea. Su clientela está, en general, más familiarizada con el sitio y con el cumplimiento de las normas.
"Desde el principio hicimos una labor muy fuerte de concienciación y prevención hacia los responsables de las tiendas, y desde entonces no hemos tenido casi problemas. Los clientes lo agradecen. Si ven a la tienda y a sus empleados concienciados, ellos también cambian el chip", afirma Rubén Samperio, portavoz de la asociación.
Aun así, los comercios con más aforo o afluencia suelen tener más problemas. Unos de los que más clientes reciben son las mercerías y similares, por el furor de muchos gasteiztarras a la hora de comprar o hacer sus propias mascarillas de tela. Este tipo de tiendas tuvieron un boom de afluencia en las primeras semanas siguientes a la obligatoriedad de usar mascarillas.
"Esto es una locura. La gente entra muchas veces sin mirar si incumple el aforo o sin usar el gel. Es complicado controlar a todos", aseguraba entonces Jesús Leria, uno de los dos responsables de Textiles Samaniego.
La situación se repite en otras instalaciones como los gimnasios. Algunos usuarios mantienen sus reticencias al uso de la mascarilla o la desinfección constante de manos. Y esto obliga a los monitores a llamarles la atención y, en algún caso, a tomar medidas más drásticas.
El 'marrón' está en la hostelería
Los que lo tienen más difícil son los hosteleros. Son los únicos locales en los que está permitido estar sin mascarilla, siempre que sea en el momento de comer o beber. Pero mucha gente está sin ella aunque no tenga comida o bebida en la mesa. Controlar que los clientes hacen un uso adecuado de ella es prácticamente imposible para los camareros, sobre todo en horas puntas o bares muy concurridos.
Como bien explica el responsable de uno de los bares más concurridos de la Kutxi, la responsabilidad reside en el cliente. "Nosotros no contagiamos. Ningún local es responsable si suceden contagios en su interior. Y voy desde los hospitales a los bares. Pero solo nos obligan a cerrar a nosotros en caso de contagios", denuncia este hostelero, que no ha querido dar su identidad.
"Mi trabajo es que el cliente esté a gusto y seguro en el local. Podemos marcar distancias, poner mamparas, geles y todos los medios posibles, pero no podemos estar detrás de los clientes. La responsabilidad es suya. Si veo que el comportamiento de alguno pone en riesgo a mis empleados sí voy a ordenarle que se ponga la mascarilla o que abandone el bar. Pero no puedo estar detrás de todos los grupos que hablan o se juntan sin mascarilla. Es inviable", explica.
El hostelero también critica que los bares estén siempre en el punto de mira, cuando a su juicio toman más medidas de precaución que en otros establecimientos: "En ningún sitio se limpia como en los bares. El único sitio donde me limpian la silla después de sentarme es en un bar. Ni en hospitales, ni en gabinetes ni en consultas".
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