Desesperación en la A-1

19 junio, 2011

Son muchos (quizás cientos) los alaveses que trabajan o estudian en Madrid. Forman parte de esa diáspora que ha tenido que irse a otros lugares para poder encontrar la formación que deseaba o para poder progresar profesionalmente. Todos ellos realizan ese trayecto que atraviesa la A-1, una carretera que se ha convertido desde el pasado […]

Son muchos (quizás cientos) los alaveses que trabajan o estudian en Madrid. Forman parte de esa diáspora que ha tenido que irse a otros lugares para poder encontrar la formación que deseaba o para poder progresar profesionalmente. Todos ellos realizan ese trayecto que atraviesa la A-1, una carretera que se ha convertido desde el pasado verano en una auténtica encerrona para muchos.

De sobra son conocidos los atascos a la entrada y salida de Madrid, o las incómodas incorporaciones o salidas en torno a la M-30. Pero eso queda muy por delante. Los principales problemas para los conductores se encuentran, desde hace casi un año, en la provincia de Burgos.

Probablemente serán muchos los vitorianos y alaveses que este verano se desplacen por esta carretera, en dirección a sus lugares de vacaciones, o de regreso a su tierra. Allí se toparán con que la A-1 se ha convertido, en muchos tramos, en una carretera de un solo carril por sentido. Es un mal derivado de unas obras que buscan acabar con los puntos negros y diversas curvas peligrosas o tramos de inclinación excesiva.

En total, son más de 80 kilómetros de obras intermitentes, en las que lo que se busca es eliminar puntos problemáticos. Probablemente dentro de dos años, cuando hayan concluido las obras en ambos sentidos, la A-1 será una carretera mucho más segura, pero mientras tanto toca armarse de paciencia.

Y, dado que la velocidad se reduce notablemente, en muchos tramos es posible observar y disfrutar de la evolución de las obras, con laderas que desaparecen, surcos realizados en medio de las colinas o elevaciones de terreno para garantizar una uniformidad en la carretera.

Las obras, adjudicadas a Sacyr y Europistas, suponen la adecuación de una carretera que, además, operará bajo la fórmula del peaje en sombra. En realidad, las obras cuestan 120 millones de euros, pero se eleva hasta los 475 millones de euros por el mantenimiento posterior. El peaje en sombra conlleva que será el Estado quien pague a la empresa concesionaria en función de la densidad de tráfico. Es decir, no habrá garitas ni nada por el estilo.

Y mientras tanto, Álava sigue mirando también hacia Etxegarate. Las Juntas Generales de Guipúzcoa podrían optar finalmente por

no implantar el peaje para camiones, si Bildu, PP y Aralar mantienen su promesa y siguen en contra.

Recordemos que Vitoria es una capital de provincia en la que, salvo a San Sebastián, para acudir al resto de capitales limítrofes es necesario pagar un peaje para poder disfrutar de una carretera de dos carriles. El viaje en autovía hacia Logroño, Burgos, Pamplona o Bilbao sólo es posible previo paso por la garita para vacíarse los bolsillos. Y, rumbo a Donosti la señalización sólo nos lleva por la Eibar-Vitoria, algo de lo que hablaremos en futuros artículos.