El Psicotécnico (I): Cuando lo absurdo llega a lo ridículo

23 julio, 2012

¿Cómo obtener el carnet de conducir?

Tras varias semanas asistiendo a las clases de la autoescuela y después de hacer decenas de test creo estar ya preparado para presentarme al examen teórico del carnet de conducir. Para poder presentarse a este examen, además de pagar las correspondientes tasas, of course, una persona se ve obligada a vivir una de las experiencias más absurdas de la vida: EL TEST PSICOTÉCNICO.

Lo cierto es que, debido a que este test es una parte muy breve dentro de todo lo que entraña el aprendizaje de la conducción y a que en mayor o menor medida todos estamos familiarizados con su naturaleza, en un principio no pensé que por sí mismo pudiera dar lugar a un capítulo entero. Sin embargo, debido a las inesperadas circunstancias que finalmente han rodeado al evento, me veo obligado, no sólo a dedicarle un capítulo entero, sino a dividirlo en dos.

Todos hemos oído hablar de los test psicotécnicos y la mayoría de nosotros hemos debido someternos a alguno a lo largo de nuestra vida. De todos modos, por si alguien no está muy familiarizado con ellos haré una breve descripción de en qué consisten. Los test psicotécnicos son unos exámenes ¿médicos? que certifican que una persona es “apta”, tanto física como mentalmente, para la ejecución de ciertas actividades que pueden representar un peligro para la propia persona y las que tiene alrededor. Dentro de este abanico de posibilidades tenemos actividades que van desde la conducción de un ciclomotor, a la de un camión de 10 toneladas o al manejo de una Magnum 44.

Una vez introducido el tema paso a relataros la experiencia. Ayer después de comer me dirigí a uno de los puntos de nuestra ciudad donde se realizan esta clase de test con la intención de poder obtener el certificado en un periodo de unos 10-15 minutos (si por algo se caracterizan estas pruebas es por la tremenda eficacia de las mismas, las cuales son capaces de garantizar en un tiempo récord la aptitud de una persona para conducir o disparar armas de fuego) y poder después aprovechar la tarde.

Al llegar me dirigí al mostrador donde una señora, que tenía pinta de que hacía muchos años que había desterrado la fibra de su alimentación,  me indicó dónde debía sentarme a esperar hasta que llegase mi turno. No pasaron ni dos minutos cuando me volvió a requerir en el mostrador y me pidió que le dejase mi DNI. Ella comenzó a introducir mis datos en algún programa informático del cual desconozco su funcionamiento. Al poco tiempo la mujer comenzó a mirarme de arriba a abajo y no tardó en preguntarme si los datos que aparecían en el DNI eran correctos, haciendo especial hincapié en la fecha de nacimiento. En varias ocasiones me preguntó si realmente yo había nacido el 15 de Enero de 1984, a lo que yo respondí que sí en cada una de ellas. No parecían estar muy satisfechos con mis respuestas, a lo que otro hombre con bata blanca que pululaba por allí, también del club de Coronado y Carmen Machi, en un alarde de astucia se le ocurrió plantearme la pregunta de otro modo, a mi entender con el fin de poder obtener una respuesta diferente a las anteriores: “Pero vamos a ver, ¿tú celebras todos los años tu cumple el 15 de Enero?” Me vi en la obligación de responderle que sí, desde hacía 28 años, pero ya a estas alturas, todas las “bondades” que me habían comentado sobre el test psicotécnico se quedaban en poco y empecé a mirar alrededor en busca de la cámara oculta. Llegados a este punto parece que por fin se convencieron de que aquella sí que era mi fecha de nacimiento y por fin se dignaron a informarme de que cuando metían mis datos en su magnífico programa, concretamente mi número de DNI y mi fecha de nacimiento, les salía el nombre de una persona que no era yo.

Ante la estupefacción de mi cara me informaron de que ellos no podían hacer nada al respecto y que debía ir hasta la jefatura de la Policía Nacional en la calle Olaguibel a ver si ellos podían ayudarme. De modo que, como si no tuviera nada mejor que hacer, me vi obligado a acercarme hasta allí. La cara que se le quedó al guardia cuando le expliqué lo que me había ocurrido fue la misma que la de Sergio Ramos cuando le preguntan por la tabla del 7. El agente me pidió que esperase un momento. Al poco volvió a aparecer y me dijo que la persona que se encarga de esos temas no se encontraba allí y que ya ese día ni se le esperaba, de modo que me emplazó a que fuera al día siguiente a las 8:30 de la mañana porque, como todos los funcionarios del estado saben, las personas normales no tenemos nada mejor que hacer en todo el día que presentarnos cuando a ellos les viene bien.

De modo que llegaron las 8:30 del día siguiente y me presenté de nuevo en la jefatura. Nada más llegar y sin mediar palabra, un nuevo agente me dio un papelito con un número y me dijo que volviera a las 11:00. Tras explicarle los motivos por los cuales me encontraba allí a esas horas, me dijo que esperara y fue en busca de la persona que se suponía iba a solucionar el problema. Cuando apareció hube de explicarle lo ocurrido y me pidió que le dejase el DNI. Desapareció y al poco apareció de nuevo para decirme que estaba todo en orden, que debía ser un problema de la base de datos de los del test psicotécnico, con lo que vuelta la burra al trigo. Conseguí convencerle para que se pusiese él en contacto con ellos para que solucionaran de una vez el problema y consensuaron que para ello debía dirigirme a la Jefatura de Tráfico.

Así que con las mismas y con un encabronamiento más grande que el que tenía Astérix en las “12 Pruebas” cuando ha de visitar “La Casa que Enloquece” me tuve que dirigir de nuevo a la Avenida, a la Jefatura de Tráfico. Allí debía preguntar por una persona en concreto y así lo hice. El bedel de turno me pidió el DNI y se lo llevó a la susodicha. Al poco volvió, DNI en mano, para decirme que ya estaba todo solucionado y que me podía ir. Mi cabreo en ese momento alcanzó cotas que ni las de la prima de riesgo, ya que después de tenerme una tarde y una mañana dando vueltas por la ciudad pretendían despachar el asunto sin siquiera una explicación. Así se lo hice saber al bedel, de modo que tuvo que aparecer en escena, por fin, la persona responsable del desaguisado.

La misma me explicó con una brevedad pasmosa que el problema residía en que cuando registraron el DNI de un conductor en vez de poner un 4, que era su último número, pusieron un 1 y de este modo había coincidido con el mío. Intento explicarle que gracias a su incompetencia llevo un día dando vueltas por la ciudad y que yo también tengo cosas que hacer, a lo cual me responde que lo siente mucho pero que es lo que hay. Lo más triste de todo esto es que tiene razón, por desgracia es lo que hay.

De modo que, tras dar vueltas y más vueltas, por fin soy apto para presentarme al test de aptitud para la conducción de vehículos. Lo único que espero es que la persona que durante este tiempo haya estado circulando bajo el amparo de mi DNI haya sido más competente que los que le dieron el permiso para hacerlo, ya que, si algún día consigo sacarme el carnet, no me gustaría encontrarme con que ya me faltan puntos o tengo multas sin pagar.

Esto así dicho suena bastante absurdo, pero claro, viendo en manos de quién estamos lo cierto es que un poco acojonado sí que estoy…

(CONTINUARÁ)

En Capítulos anteriores:

1-Sin carnet a los 28

2- Eligiendo una autoescuela

3- La teoría