Escoltas, futuro incierto
El anuncio del cese definitivo de la violencia de ETA ha abierto no sólo un nuevo panorama político sino también social y ha cambiado, en algunas ocasiones, las pinturas que reflejan el día a día de políticos, de aquellos amenazados que hacían el día a día acompañados de archivos adjuntos que a ojos del resto […]
El anuncio del cese definitivo de la violencia de ETA ha abierto no sólo un nuevo panorama político sino también social y ha cambiado, en algunas ocasiones, las pinturas que reflejan el día a día de políticos, de aquellos amenazados que hacían el día a día acompañados de archivos adjuntos que a ojos del resto se habían hecho ya habituales, conviertiéndose en personajes tan discretos como necesarios como son los escoltas. Sin embargo, parece que el anuncio de la banda terrorista ha pintado un nuevo cuadro que no cuenta con ellos, al menos en los puestos que ocupaban hasta ahora y nadie da pistas acerca de su futuro.
Se trata de un colectivo que en definitiva ha supuesto no sólo la seguridad de personas, sino la protección de una forma de pensar, de unas ideas a costa de poner en peligro su propia vida. Un colectivo que ha aceptado unas jornadas laborales maratonianas que no entendían ni de 40 horas semanales, ni de domingos ni de festivos, ni de obligaciones familiares ni tan siquiera de ocio y vida social.
Han compartido tanto con sus protegidos que en algunos casos se han convertido en parte de la familia. Han vivido con ellos tanto los mejores como los peores momentos y han sido testigos de conversaciones telefónicas, de disgustos, de alegrías e incluso de broncas caseras.
Eran pocos los que se mostraban dispuestos a ceder su vida por otra, por lo que hubo que acudir masivamente a la empresa privada para poder dar respuesta a la elevada demanda de protección que provocó la decisión de ETA de atentar contra los cargos políticos vascos del PP y del PSE. Policías y Guardias Civiles no eran suficientes para la defensa de estas personas, de estas ideas.
Sin embargo, parece que ya no son tan necesarios y hasta el momento se ha decidido reducir el número de escoltas a la mitad. Justo un día después del anuncio de ETA, el consejero de Interior del País Vasco, Rodolfo Ares, adelantó ya un futuro negro para este colectivo al afirmar que estudiaría junto a la Ertzaintza y el Ministerio de Interior la retirada de los escoltas a las personas amenazadas y mantener la protección a los altos cargos, como ocurre en otros países.
Hay que matizar, sin embargo, que la reducción de escoltas comenzó antes, tras las elecciones municipales ante la falta de presupuesto y la necesidad de realizar ajustes económicos del Gobierno Vasco y Navarro. De este modo, en el País Vasco se pasó de contratar el servicio de 2.400 a 1700 y en la comunidad vecina el número de escoltas se redujo en 200 desde los 800 hasta los 600.
Y todo apunta a que los ajustes seguirán en el 2012 ya que está previsto una rebaja en los presupuestos. En concreto, el proyecto de ley de Presupuestos Generales de Euskadi para el año que viene prevé una reducción del 56% en la partida destinada al servicio de escoltas privados al pasar de los 88,3 millones hasta los 36 millones.
¿Y qué pasa con todos esos escoltas que perderán su trabajo? La verdad es que existen pocas pistas y su futuro de momento pinta incierto. Desde las diferentes instituciones políticas nadie habla en claro más allá de mostrar su compresión. En esta línea se ha manifestado Ares, que muestra su compresión hacia la preocupación e incertidumbre con la que vive el sector ante la situación generada con la progresiva reducción de escoltas.
El Gobierno Vasco explica que “mantendrá contacto” con las empresas de seguridad privada “para intentar afrontar la nueva situación de la forma más ordenada posible” y añade que en los próximos meses (desde diciembre hasta enero) los responsables de la Ertzaintza encargados organizar la protección seguirán analizando diferentes operativos para decidir los ajustes.
Poca transparencia
Sin embargo, desde las diferentes organizaciones de escoltas se denuncia una falta de transparencia en estos contactos así como una falta de comunicación. Desde el colectivo se exigen salidas laborales y la alternativa que plantean estaría en la protección de las víctimas de violencia de género. En la actualidad, 51 escoltas privados protegen a víctimas de este tipo. Su propuesta sería generalizar esta protección.
Pero en este punto, surge una pregunta más allá del futuro laboral de los escoltas. ¿Sus protegidos están preparados para caminar solos, así, de repente? Habrá que comprobar si además de la violencia, también se ha puesto fin a los insultos, amenazas y faltas de respeto que han recibido algunos de ellos porque es muy difícil que las cosas cambien de un día para otro. Es preciso, por tanto, estudiar detenidamente los riesgos y actuar después en consecuencia.
Todo apunta a que, antes o después, su oficio se acaba, a que entra en la recta final mientras los escoltas siguen sin saber si su futuro les depara algo más allá de engrosar las listas del paro.
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