La Torre Doña Ochanda en los 60
Las construcciones edificadas por generaciones pasadas siempre ha despertado interés en los pueblos que las descubrían, si bien los motivos han ido variando a lo largo de los siglos. Pero no es hasta la Ilustración cuando se lleva a cabo una reflexión sobre la importancia de preservar esta arquitectura para poder transmitirla. Esto genera toda una corriente de pensamiento y debate, así como la aparición de catálogos e inventarios de arquitectura histórica.
Por ello, a lo largo del Siglo XX, los países miembros de las organizaciones destinadas a la conservación del patrimonio, redactan las distintas “Cartas del restauro”, realizadas con la intención de homogeneizar la forma de actuar y establecer de común acuerdo unas recomendaciones para las intervenciones.
Vitoria-Gasteiz, como no podía ser de otra manera, tampoco escapó a estos debates y corrientes del restauro. En el Siglo XX, cuando la ciudad crece y empieza a surgir ese interés por lo histórico, aparece la necesidad de rehabilitar el patrimonio existente en nuestra pequeña almendra medieval y Ensanche. Fueron numerosas las construcciones que se restauraron ajustándose a lo establecido en aquel momento: la torre de los Anda, el palacio de Escoriaza-Esquibel, el palacio de los Bendaña, el Portalón…pero otros elementos patrimoniales no cumplieron con estos parámetros, y se rehabilitaron buscando dotar de una imagen más medieval al caso histórico de la ciudad: la Torre de Doña Otxanda es el más claro ejemplo. Aunque es más que probable su carácter defensivo, dada su ubicación en las murallas de la ciudad que discurrían paralelas al río Zapardiel (actual calle Siervas de Jesús), la imagen que hoy podemos ver no se ajusta a la realidad histórica del edificio.
La rehabilitación se llevó a cabo en los años 70 por la caja de Ahorros Municipal, propietaria de varios inmuebles históricos en la ciudad. Se encontró un edificio ruinoso de planta baja, dos niveles superiores y planta bajocubierta que no sobresalía en altura sobre el nivel de los edificios circundantes y que apenas contaba con madera en su fachada.
El hecho de que no existan planos históricos, grabados o documentos escritos hace imposible saber cómo era la atalaya o, incluso, si existió en algún momento. Por ello, el autor responsable de la rehabilitación consideró oportuno “inventarse” una torre, basándose en otros ejemplos de torre medieval levantados en la misma época en la que fue construida. Sin embargo, no se consultó con ningún historiador que pudiera arrojar luz a la forma de hacerlo, ni se tuvo en cuenta la arquitectura local existente en esta zona, ya que lo que hoy vemos encaja más dentro de la arquitectura medieval italiana (véase la torre del castillo Sforcesco de Milán) que de la arquitectura de la llanada alavesa.
Ermita de Arriaga antes de su reconstrucción
En menor medida, otros elementos patrimoniales de la ciudad sufrieron este tipo de actuaciones. Es el caso de la casa armera de los Gobeo-Guevara, situada en la arista de la Plaza de la Burullería; de la puerta levadiza y paso almenado junto al palacio de Escoriaza-Esquibel, de la ermita de San Juan de Arriaga…
Estas actuaciones podrían tener sentido en el Siglo XVIII o incluso en el psoterior siglo XIX, pero contrastan enormemente con la corriente predominante en el resto de Europa a finales del siglo XX. En aquel momento, y contrario a lo que aquí se hizo, se abogaba por llevar a cabo una concienzuda documentación histórica y multidisciplinar de los edificios a restaurar: historiadores, arqueólogos, arquitectos… trabajaban solidariamente para poder completar el puzzle del edificio y poder llevar a cabo una reconstrucción lo más fiel posible al edificio y al estilo del lugar en el que se asienta. Además, todos los nuevos elementos introducidos debían resaltar sobre lo antiguo, de modo que el espectador no pudiera sentirse engañado por algo que parece construido hace siglos.
¿Cuáles son los límites entre la restauración, la interpretación de un edificio histórico y la reconstrucción del mismo? La realidad es que muchos ciudadanos, visitantes de la ciudad o incluso el redactor de este blog, pueden sentirse engañados al considerar muchos monumentos como iconos de una época o de un lugar, mientras que en realidad son obras recientemente construidas y no una huella de la historia que nos han contado.
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Y casi al mismo tiempo se dejaron perder magníficos restos arquitectónicos, como los conventos de Santo Domingo y San Francisco, así como se construyeron "bodrios" como el famoso "frontón okupado" adosado a la muralla medieval, cerca del palacio renacentista más valioso de la ciudad de Escoriaza-Esquibel. Por cierto, declarado "fuera de ordenación" desde hace más de 10 años... ¡Lamentable!
Y se pone un lienzo de muralla con las almenas para adentro