Las fianzas llegan a restaurantes y peluquerías para evitar reservas fantasma
Comidas de grupos grandes, unas mechas o decoloración son servicios para los que piden depósito previo
Día de celebración. Comida con la cuadrilla o la familia al canto. Reserva hecha con tiempo, por no quedarnos sin hueco. De repente, cambio de planes. Una enfermedad, un contratiempo, un menú más atractivo y económico, el vermú que se alarga… Una, dos o todas las personas se caen del plan.
Y nadie llama para cancelar la reserva. Por falta de tiempo o de ganas. Puro despiste o desidia. Mientras, el restaurante se queda compuesto y sin mesa ocupada, con el producto comprado y elaborado, y la plantilla organizada según las comandas previstas.
Esta falta de asistencia (conocida como 'no-show') se ha incrementado, según los negocios consultados, tras la pandemia. Y ha hecho que la petición de fianzas al reservar sea cada vez más habitual. No solo en la hostelería vitoriana. También en algunas peluquerías, que viven una situación similar.
En casos concretos
Eso sí, el depósito previo se limita, por lo general, a casos concretos. En los restaurantes, lo más usual es que les ocurra a grupos grandes con menú cerrado. O en fechas señaladas, como algunos festivos, Navidades o La Blanca.
Las peluquerías lo centran, por ahora, en los trabajos de mechas. También para decoloraciones o extensiones. Servicios que implican varias horas de dedicación, perdidas en caso de que la cita no acuda.
"Cada vez más personas cogen cita y, al no haber penalización, no acuden"
"Igual te llevan 4 o 5 horas y, si no vienen, estás con los brazos cruzados. Es tiempo de luz, materiales…", explica Oihane, de Farah Estilistas. Tras varios plantones, a principios de 2023 adoptaron esta medida. Cobran por adelantado 50 euros, que luego se descuentan del importe total.
Sin fianza, no hay cita. Da igual que sea clientela habitual o esporádica. No hay distinciones.
Lo hacen vía Bizum o en efectivo "porque con tarjeta te quitan el 1% del pago y no sería tan exacto". Si les cancelan con, mínimo, 24 horas, devuelven la fianza. Si no, la clientela la pierde. Esto último solo ha ocurrido una vez en 10 meses.
"Hay quien no lo entiende o no se fía de que lo devolvamos pero, por lo general, la gente lo comprende", asegura Oihane.
Horas perdidas
Gorka Nevado, responsable de Eternian y vicepresidente de Aenkomer (Empresarios y empresarias de comercio y servicios de Álava), confirma esta tendencia. Sobre todo en trabajos complejos y días señalados. Aunque reconoce que en Vitoria aún no está tan extendida como en otras ciudades.
"Empieza a haber más necesidad de afianzar citas. Cada vez más personas cogen cita y, al no haber penalización, no acuden", reitera.
"El profesional cierra la agenda para esa clientela. No puede permitirse el lujo de, días fuertes como los jueves, viernes o sábados, tener horas perdidas y sin uso. Con lo que implica de organización de calendario y equipos", añade.
Porque igual ha contratado a personal de refuerzo, según los turnos. O ha adquirido productos concretos en función del servicio a realizar.
"Pagamos con antelación viajes, hoteles, muebles... ¿Por qué no restaurantes o peluquerías?"
"Antes, las peluquerías tenían mucho en almacén, pero ahora trabajan más a demanda. Piden material semana a semana según la agenda y, si fallan, se quedan con el producto colgado", explica. Dos citas potentes perdidas un sábado, por ejemplo, implica "una caída de la caja por completo".
10 euros por persona
"Pagamos con antelación viajes, hoteles, muebles… ¿Por qué en peluquería y hostelería no?", cuestiona. Lo mismo razona Jose, del restaurante Aiuri. El 30 de enero impuso la fianza, harto de que "muchas mesas" quedaran vacías y "gente que sí quería comer no pudiera".
Da igual si son mesas de 2, 8 o 20 comensales. Toda reserva debe adelantar 10 euros por persona, vía Bizum o efectivo. No la devuelve si anulas con menos de 48 horas. Y, si cancelas con más antelación, la mantiene en depósito para una reserva futura en un plazo de 6 meses.
"Hay quien, al avisarles de la fianza, no reservan. Y están en su derecho también"
"Si no pueden venir por un motivo grave, lo devolvemos sin problema", confirma Jose. "Hay quien reserva en varios sitios, lógico, pero luego les cuesta llamar para cancelar. Yo tengo teléfonos registrados como de no reservar, cuidado que cancela… Es triste pero hay que andar así", desvela.
Por ahora, a la mayoría de su clientela "no le ha importado, nuestra sensación es buena".
Tras la pandemia, en la Sidrería Asador Mendiola piden una cantidad similar pero, de momento, solo para grupos grandes. Lo devuelven si la cancelación es con suficiente antelación.
Son conscientes de que la medida no siempre gusta: "Hay quien, al avisarles de la fianza, no reservan. Y están en su derecho también". Pero, visto otros casos cercanos, no descartan ampliarla a mesas más pequeñas.
Números de teléfono y tarjeta falsos
También en El Portalón limitan este depósito a los grupos. Y en el Andere. En este último, Fabián Tobalina señala que "de la pandemia a esta parte, y sobre todo este año, nos hemos visto obligados por la falta de seriedad. Nos ha pasado de dejarnos tirados con todo comprado y listo".
Por eso, para grupos a partir de 10 personas piden 10 euros por comensal. 350 euros si es una comunión y más en caso de boda. "El que viene seguro no te dice nada. Quien está consultando a unos y otros, sí pone pegas. En esos casos, prefiero decirles todo el menú y los precios, que se lo piensen, y luego ya reserven convencidos", advierte este hostelero veterano.
"Nos gusta lo que hacemos, pero también nos gusta vivir de ello"
"Lo mínimo es coger y llamar, al menos la víspera. Como mucho mucho, la misma mañana pronto. Incluso si no viene toda la mesa porque, parece que no, pero eso también nos cuesta", recalca Fabián. Ha tenido reservas con teléfonos falsos que, al llamar para confirmar, dan error.
También hay quien registra un número de tarjeta erróneo. Por eso hay restaurantes donde realizan un cargo simbólico de 0 euros para comprobar la veracidad.
Seguimiento intensivo
No es el caso de los locales de Juan Carlos Antolín. El dueño de Kotarro, Kobatxa, Klandestino y Kanijo es más partidario de otra técnica: el seguimiento intensivo. Mensajes al móvil, email y llamadas para confirmar asistencia. "Beneficia a ambas partes, la clientela ve que los datos de la reserva son correctos, les sirve de recordatorio y nosotros sabemos si vienen o no", argumenta.
Y es a los grupos grandes, con menús cerrados o en fechas señaladas, a quienes sí piden el número de tarjeta. "Pero no hacemos nada previamente. Solo, si no vienen, les pasamos un pequeño recargo", matiza. "Con una fianza la gente se compromete más", concluye.
"Nos gusta lo que hacemos, pero nos gusta vivir de ello también", conciencia Jose.
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