Granjas-escuela en Vitoria: acercando la vida rural a urbanitas

13 marzo, 2022

Acercar la vida rural a los más pequeños apenas saliendo del entorno de la ciudad: es la propuesta de las dos granjas escuela familiares de las cercanías de Vitoria

Acercar la naturaleza a los más pequeños, recuperar el contacto con los animales y conocer cómo se trabaja la tierra… Sobre esta filosofía trabajan las dos granjas-escuela de Vitoria-Gasteiz. Negocios familiares para acercar los valores de la naturaleza a colegios y familias. Visitamos ambos proyectos: en Arkaia y en Hueto Arriba.

La granja de Arkaia

Juan y su mujer llevan la Granja de Arkaia, un proyecto “familiar puro y duro” llevado más “como hobby” que como negocio y que, admite Juan entre risas, “sale muy caro”. Suya fue la idea: “Me eduqué en un caserío, todos los veranos iba al de mis abuelos, en el barrio de Santa Lucía, cuatros meses con ellos...”, cuenta Juan.

Un homenaje a esa vida conectada con la naturaleza que ha tratado de emular en las afueras de Vitoria-Gasteiz: vacas, ovejas, cabras, burros y gallinas comparten espacio con pequeñas huertas y cultivos. “Me he basado en la granja de mis abuelos. Esto es un legado familiar que me gustaría que se compartiese con la ciudadanía”.

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Un proyecto educativo en tres hectáreas de terreno junto al anillo verde. / Imagen: La granja de Arkaia

Un proyecto que no recibe ayuda institucional, remarca Juan. “La mitad de mi sueldo -de lunes a viernes tiene un trabajo ajeno a la granja- financia esto”. Es un terreno a 45 minutos caminando del centro de la ciudad, al lado del Anillo Verde, construido, explica, con “mucho esfuerzo personal y económico”. “Lo que sí que nos gustaría es que las instituciones mirasen con más cariño este tipo de proyectos. El Ayuntamiento tendría que darse cuenta de que esto genera actividad”, reclama Juan.

Muchas familias llegan desde Bizkaia

A la vista está que es una visita atractiva para las familias, también entre las de fuera del territorio: “Sobre todo de Bizkaia, viene mucha gente de Bilbao, Barakaldo, Eibar…”. Las visitas organizadas por el matrimonio son muy interactivas y amenas, y al terminar siempre queda tiempo para visitar el entorno: “Siempre nos preguntan ¿dónde comemos, dónde vamos, donde está esto o lo otro?”. El boca a boca es lo que funciona entre sus visitantes.

La granja escuela tiene un objetivo más social que económico: “Que la gente vea cómo es la vida en el campo: es de alguna forma transmitir el orgullo que tenemos de tener una granja de tres hectáreas, compartir nuestra experiencia”.

Cabras, gallinas, burros.... comparten espacio con las visitas. / Imagen: La granja de Arkaia

La granja abrió recientemente, aunque la familia lleva cinco años trabajando en ella. Apenas dos años abierta al público y con la pandemia de por medio: “Todas las visitas las llevamos entre mi mujer y yo”. Con la pandemia y las sucesivas restricciones, se han sucedido las cancelaciones: “En 2020 no pudo venir ningún colegio”. También hubo cancelaciones con el evento que organizan de Olentzero, en el que se suspendieron “el 50% de las visitas”, lamenta Juan.

Un proyecto basado en la sostenibilidad

“La gente está deseosa de venir a este tipo de proyectos, nuestra acogida además es muy personal, muy familiar”. Un modelo de negocio familiar y sostenible que también aplican a la construcción y producción ecológica de energía: “La granja está hecha por nosotros, con madera: damos luz con una placas solares y unas baterías, no tenemos enganche a ninguna compañía energética. Esto también es parte del proyecto”, explica.

Los más pequeños pueden acercarse a los animales, darles de comer.... una experiencia que buscar acercar la naturaleza a los más pequeños. / Imagen: La granja de Arkaia

Y es que con su proyecto intentan alejarse del concepto “de granja guarra”. “Intentamos que la granja esté limpia, que sea estética”. De hecho, la entrada de la granja la custodia una escultura de siete metros realizada por Koco Rico: “La estética es muy importante”. Buscan dar una nueva vida al concepto de granja “quitar la imagen de que los que trabajan en el campo son medio analfabetos, sucios…”

Además, todos los martes, en colaboración con la Asociación de autismo de Álava realizan visitas para las personas con autismo. “Interconectan mucho con los animales, es una verdadera gozada”. Visitas que también han realizado con personas con discapacidad cerebral y para inserción de personas con problemas. “Son proyectos educativos y de responsabilidad social” que se unen a la importancia que da esta familia “a que los niños se eduquen en la naturaleza”.

Para disfrutar de la visita a la granja habrá que esperar hasta abril. “Desde Olentzero solemos cerrar hasta abril, aunque ha hecho muy buen tiempo en estos meses hay barro, los árboles están secos, no tenemos huertas….”

La granja de Vitoria

La historia de la granja de Vitoria es muy parecida a la de Arkaia, aunque nacida de forma más improvisada. También es una granja familiar. “Nosotros teníamos una casa grande, se fueron los hijos y entonces decidimos transformarla en una casa rural”, cuenta Aitor. Con la casa rural de Hueto Arriba ya en funcionamiento, decidieron dar uso también al terreno. “Habíamos puesto unos animales para nosotros: los sobrinos se lo pasaban muy bien y nos planteamos la posibilidad de abrir una granja”.

Todo un acierto que ha hecho las delicias de muchas familias que se acercan por la zona: “Cuando yo era chaval iba a ver a mis abuelos a los caseríos, son los primero recuerdos que tengo”. Ya cerca de la jubilación, Aitor busca que los chavales de hoy vivan también esa experiencia: "Andar con animales: pero caminando entre ellos, no viéndolos desde la barrera”. Animales de granja, gallinas, conejos, burros… que encantan a los más pequeños.

Visitas con máximo de ocho personas para que los niños disfruten más.

Las visitas se realizan en grupos pequeños, en un máximo de ocho personas, para que la experiencia sea más personalizada. “Depende de las temporadas hacemos más visitas”, explica Aitor. En ellas se busca que los niños interactúen con los animales: “Los cogen para acariciarlos, tocarles la cabeza, tocan los cuernos de la cabra, se montan en el burro…Siempre sin obligar, que no queremos ningún trauma”, bromea Aitor.

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Burros y otros animales de granja campan a sus anchas en este terreno de Hueto Arriba / Imagen: La granja de Vitoria

Y es que según cuenta, las anécdotas son el día a día de este trabajo: “que llamen a un animal de cualquier nombre… De hecho les tomo el pelo, como tengo un burro que tiene mucha melena, le pongo un muñeco encima y les digo que es un unicornio”. Y los pequeños, lógicamente, se lo creen: “da gusto ver cómo lo viven”.

Las limitaciones burocráticas han impedido a Aitor ampliar el negocio

Un negocio familiar que Aitor lamenta, no haya podido crecer más por los impedimentos burocráticos de las instituciones. “El problema de los negocios en los pueblos es que es que no tienen futuro por muchas razones... He hablado con todos y de todos los partidos políticos y de todo lo habido y por haber: solamente puedo tener 75 metros cuadrados de uso de casa rural y eso es un crimen".

Explica Aitor que para poder ampliar el negocio tendría que empadronarse en otra vivienda: "Esta casa la necesitamos nosotros para vivir". Aitor teme que, cuando se jubile, el proyecto se jubile con él, aunque ve relevo en sus dos hijos, ambos interesados: "Lo que hay que hacer es dar facilidades y además que se pueda cambiar las normativas… Pero cuando crece el negocio, tienes que acabar yendo a Vitoria, entonces es una pena".