Héroes en bronce y mujeres 'adorno': el arte público en Vitoria
La capital alavesa carece de esculturas protagonizadas por mujeres reales: son alegorías o figuras relegadas a un segundo plano
Las calles de Vitoria-Gasteiz son una galería al aire libre: 106 esculturas adornan nuestra ciudad. Pero detrás de este patrimonio se esconde una triste realidad: ni una sola de estas obras tiene como protagonista una mujer real. Las figuras femeninas no tienen nombre propio ni historia reconocida.
Son, en su mayoría, representaciones genéricas: alegoría a la victoria como en el monumento a la Batalla de Vitoria, a la música o la fe como es el caso de la Virgen Blanca. Algunas aparecen desnudas, en posturas que sugieren sumisión o relegadas a un segundo plano como un mero complemento de una figura masculina.
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Mientras tanto, esculturas dedicadas al hombre abundan: alrededor de 20 monumentos homenajean figuras masculinas. Eduardo Dato y Manuel Iradier cuentan con sus monumentos en el parque de La Florida, Fray Francisco de Vitoria domina su propio paseo y Fernando de Amárica se alza en los jardines del Museo de Bellas Artes.
Un llamativo ejemplo de esta desigualdad se encuentra en el quiosco del parque de La Florida donde cuatro reyes visigodos dominan el espacio. Bajo la sombra del rey visigodo Ataulfo aparece la imagen de una mujer: Gala Placidia.
Una reina que tuvo una vida tan trascendental que hasta el escultor Felipe de Castro decidió representar a Gala en esta estatua del siglo XVIII. Eso sí, su presencia queda relegada a un detalle menor, a un adorno, en el conjunto de la estatua de su marido.
Gala Placidia: la reina visigoda
Las mujeres entre los visigodos carecían de relevancia en el ámbito político. Estaban destinadas al matrimonio y a la esfera privada. Pero algunas como Gala Placidia lograron ejercer una influencia significativa. Eran la sombra del poder.
Hija y hermana de emperadores romanos, Gala tuvo una vida marcada por la tragedia. Con tan solo 20 años los visigodos la raptaron y obligaron a vagar con ellos por tierras de Hispania.
Después la forzaron a casarse con el rey visigodo Ataulfo para sellar una alianza entre romanos y visigodos. Tras el asesinato de su marido, su sucesor, Sigerico, la humilló públicamente obligándola a caminar más de 15 kilómetros delante de su caballo.
Alegorías al trabajo, la música y la templanza
Fuera de estas representaciones históricas, el resto de las esculturas femeninas de la ciudad, unas diez en total, son alegorías que simbolizan conceptos abstractos como la música, la templanza o el trabajo.
Un ejemplo es la escultura dedicada a Eduardo Dato en el parque de La Florida. En el centro de la misma, según Fernando Tabar Anitua, aparece una matrona de pie que sujeta una placa con el nombre de la Ley del Trabajo, impulsada por el político homenajeado. Mientras, Dato aparece curiosamente de perfil dentro de un medallón.
El escultor alavés Joaquín Lucarini también utilizó figuras femeninas para simbolizar virtudes como la templanza, visible en el edificio de la Caja Provincial de Ahorros erigido en 1963.
Otra característica recurrente en el arte es el uso del desnudo femenino como recurso estético o simbólico. En Vitoria-Gasteiz encontramos ejemplos como Federico Coullaut-Valera, quien en 1936 representó la pereza mediante una figura femenina con el torso desnudo. Una obra que se encuentra en los jardines del Museo de Bellas Artes.
Aurelio Rivas también recurrió al desnudo en 1990 para esculpir a la musa de la música, una figura que podemos ver en el Jardín Secreto del Agua.
Esta tendencia a usar figuras femeninas para personificar ideas abstractas, sin concederles identidad propia, se repite en uno de los monumentos más destacados de la ciudad: el Monumento a la Batalla de Vitoria.
El Monumento a la Batalla de Vitoria
El Monumento a la Batalla de Vitoria es una escultura de Gonzalo Borrás que se decanta por el realismo, la narración descriptiva de los hechos y la iconografía. Como en otras esculturas de la capital alavesa las figuras femeninas no representan a mujeres reales, sino que son símbolos.
En la base del monumento, una madre abrazando a su pequeña hija y otra mujer con un cofre representan escenas populares sobre los saqueos ocurridos tras la batalla. "Algunas mujeres de la ciudad salieron a los caminos para tomar todas aquellas riquezas que los que huían dejaban en su prisa por avanzar más rápido", relata Francisca Vives.
También aparece la VI Marquesa de Montehermoso, amante de José Bonaparte, despidiéndose de su hija que se quedaba en Vitoria con su abuela paterna.
En la cúspide, una figura femenina alada, la Victoria, exhibe la bandera española y un ramo de olivo símbolo del fin de la guerra. Toda ella envuelve la figura de una mujer sentada, la Patria, que a su vez acoge a una figura desnuda, el Pueblo.
La Virgen Blanca
Por último, cabe destacar la escultura de la Virgen Blanca. Esta imagen gótica, datada en el siglo XIV, estuvo ubicada originalmente en el exterior de la Iglesia de San Miguel, pero se trasladó y restauró debido a su mal estado de conservación. La escultura original se conserva en la Catedral de María Inmaculada mientras que la réplica ocupa desde 2008 la hornacina de la iglesia.
La escultura policromada de Nuestra Señora de la Virgen Blanca es de estilo gótico s.XIV-XV. Está labrada en piedra caliza de grandes dimensiones (214x69x54 cm) y presenta capas de color aplicadas a lo largo de los siglos.
A lo largo de su historia, la imagen sufrió daños graves por inclemencias climáticas, agresiones vandálicas e intervenciones inadecuadas como la instalación de una cristalera que produjo un efecto invernadero.
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