La chulería se paga
Juanito Oiarzabal ha cruzado el límite. El vitoriano, a quien no se le pueden negar en absoluto sus méritos, ha atacado duramente a Edurne Pasaban, hasta ahora una de sus pocas amigas en la montaña. Oiarzabal fue parte integrante de un episodio incierto en el descenso del Lhotse. En realidad, él ha sido el que […]
Juanito Oiarzabal ha cruzado el límite. El vitoriano, a quien no se le pueden negar en absoluto sus méritos, ha atacado duramente a Edurne Pasaban, hasta ahora una de sus pocas amigas en la montaña. Oiarzabal fue parte integrante de un episodio incierto en el descenso del Lhotse. En realidad, él ha sido el que mejor parado ha salido. Pero tres de sus compañeros ( con quienes Oiarzabal insiste que sólo compartía el permiso gubernamental) tuvieron que ser asistidos.
En la rueda de prensa ofrecida este pasado miércoles en Vitoria, Oiarzabal volvió a mostrar ese carácter que le ha llevado a ser denostado por muchos de sus compañeros. Intentó desmontar una tras una las informaciones que hablaban de que Juanito había tenido que ser rescatado en el campo IV. Y ahí es necesario recordar que Juanito está en lo cierto y que hasta España no llegaron las informaciones correctas, según se ha podido comprobar después. El helicóptero tuvo que rescatar a dos montañeros desde el campo IV, los cuales no compartían nada con Juanito más allá del Permiso. Es más, según Juanito, fue la irresponsabilidad de éstos la que les llevó a hacer cima a horas intempestivas, llegando prácticamente de madrugada al Campo IV.
Por ello, el montañero gasteiztarra insiste en que su pequeño desfallecimiento es un hecho totalmente al margen. De hecho, Juanito reconocer que el bajó le llegó por una mala alimentación en los días anteriores y que su rescate se produjo a apenas media hora del campo base, cuando no tenía fuerzas para llegar, pese a haber tenido que utilizar oxígeno.
Sin embargo, nunca se puede intentar rebatir estas afirmaciones con descalificaciones personales e insultos. Decir que a la compañera que le ha ayudado (indirectamente, sí, pero le ha ayudado) se le ha ido la olla, demuestra que Juanito ha perdido definitivamente los valores que, desde siempre, han presidido el montañismo.
En Euskadi, tierra de montañeros donde las haya, siempre se ha inculcado a los más jóvenes valores del montañismo como el compañerismo o el ayudarse en los momentos de mayor debilidad. Sin embargo, Juanito ya advirtió antes de arrancar esta expedición que él iba a ir sólo y que los expedicionarios que iban a ir con él simplemente compartían los permisos oficiales.
Es decir, Juanito quería ir él por sí mismo, y sin querer saber nada de los demás. Ni para bien ni para mal. En el fondo, se ha convertido en una persona que sólo está cómodo con la montaña y a quien le incomoda mucho tener que depender de alguien. Lo que no queda claro es si ha sido Juanito quien ha elegido ir sólo o finalmente ha sido el mundo de la montaña el que le ha acabado dejando sólo, con los continuos desplantes y el, dicen, excesivo afán de protagonismo.
Vitoria es una ciudad pequeña, en la que todo el mundo se conoce. Y todo el mundo conoce a Juanito. Y no precisamente despierta simpatías. Rara es una conversación en la que se hable con orgullo del hombre que más ochomiles ha subido.
Lo que hace algo más de una década se consideraba un carácter campechano ha pasado a ser un carácter y una forma de ser que a los vitorianos no les gusta. Sus desprecios a las instituciones locales, así como a los medios de comunicación, son impropios de alguien que ha representado con orgullo a su ciudad por el mundo.
Por eso, aunque ahora pueda tener razón en sus argumentos y sus quejas, ya nadie cree a Juanito. Nadie alaba sus gestas pese a que, hay que reconocerlo, son dignas de ovación. Sólo se cuestiona al personaje, y no al deportista.
Edurne Pasabán es la última víctima, pero antes han pasado otros montañeros como Josu Feijóo o Sebastián Álvaro. Todavía le quedan tres ochomiles para culminar la hazaña de escalar dos veces los catorce ochomiles. Queda por ver, visto lo visto, con qué compañía, y si empresas como La Caixa (principal patrocinador de esta aventura) siguen dispuestas a apoyar a un montañero que, parece que siente envidia de los habitantes de Cayo Paloma, tras su paso hace ya casi un lustro por el programa de Supervivientes. Y la verdad es que el gasteiztarra está pidiendo a gritos un careo con Aída Nizar. ¿Te atreves, Vasile?
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