La inmigración que revolucionó Vitoria hace 60 años
La inmigración impulsó Vitoria y dio la vuelta a una sociedad en la que los sectores más rancios seguían llamando coreanos a andaluces y extremeños
Vitoria cambió para siempre entre los 50 y los 70. La ciudad vivió una explosión demográfica con la llegada de miles de personas procedentes de otras regiones españolas. Muchos de aquellos inmigrantes eran nuestros padres y nuestros abuelos, que también sufrieron las consecuencias de la inmigración: hacinamientos, subarriendo y el desprecio de quienes entonces les llamaban 'coreanos'.
Si uno pasea por los tranquilos andenes de la estación de Renfe cuesta imaginar que fueran la principal puerta de entrada de la inmigración durante los años del despegue industrial de Vitoria. Una calle Dato con tráfico y los frondosos árboles del Jardín de Amárica (para quienes llegaron antes de su tala en 1958) eran la primera postal con la que Vitoria-Gasteiz recibía a buena parte de la mano de obra que atrajo durante aquellos años.
Los nuevos vitorianos llegaban con la recomendación de algún familiar que había llegado antes
Tras largas horas de viaje (e incluso días) los nuevos vitorianos llegaban con sus maletas, baúles y escasas pertenencias. Iniciaban una nueva vida con poco más que un contrato de trabajo o una recomendación de algún familiar o conocido que había llegado antes a la ciudad. Y, en algunos casos, Vitoria estaba muy lejos de sus orígenes.
A diferencia de Bilbao o los valles industrializados de Gipuzkoa, la inmigración en Vitoria-Gasteiz se retrasó hasta la segunda mitad del siglo XX. Hasta entonces la capital tan solo atraía población de municipios limítrofes o provincias cercanas. Sin embargo, a partir de 1950 con el inicio de la construcción de los pantanos y el incipiente proceso de industrialización el goteo de inmigrantes fue incrementándose al igual que el origen y procedencia de los mismos.
Cuanto más cercano era el origen, más fácil era la integración de los nuevos vitorianos
Cuanto más cercano era el origen de los nuevos vitorianos, más sencilla era su integración en la ciudad, según explica con gran detalle el historiador Aitor González de Langarica en el libro “La ciudad revolucionada”.
Hasta 1975 el mayor contingente de población inmigrante provenía de provincias limítrofes y la actual Castilla y León. Pero la percepción en la ciudad era muy distinta, sobre dimensionando grupos como andaluces, extremeños o gallegos.
También existía una relación entre la distancia y el menor nivel socio-económico del inmigrante. Así pues, extremeños y andaluces desempeñaron de manera mayoritaria los trabajos menos cualificados en construcción e industria. Y soportaron un mayor desarraigo y problemas de segregación. No era extraño en el lenguaje vitoriano de aquellos años el calificativo despectivo de “coreanos” para este grupo de población. Su acento, tradiciones e incluso su apariencia fueron objeto de crítica por algunos de los sectores más rancios del vitorianismo local.
El menor nivel socio-económico de estos nuevos vecinos condicionó en gran medida su integración en la ciudad. Subarriendos y hacinamientos no eran extraños en determinadas zonas de la ciudad, principalmente el Casco Viejo en los primeros años.
En un estudio financiado por la entonces Caja de Ahorros Municipal en 1958, se recogen situaciones en las que hasta 25 personas convivían en un mismo piso o lugares como camarotes o espacios destinados a almacén o garaje eran domicilio de familias enteras.
Durante los años sesenta y setenta la llegada de inmigrantes fue constante. En ese tiempo también se solventaron algunos problemas iniciales. El subarriendo, pupilaje y hacinamiento dio paso a los pisos de las Cajas de Ahorros o VIMUVISA en barrios como Zaramaga, Abetxuko, Ariznabarra o Arana entre otros. Y Vitoria fue cambiando. La nueva clase trabajadora surgida durante aquellos años y producto de la mezcla de población local e inmigrante fue un elemento dinamizador y de cambio social sin precedentes en la ciudad.
En los 70 apenas un 30% de la población había nacido en Vitoria
A la altura de 1965 de los 105.000 habitantes con los que contaba Vitoria-Gasteiz cerca de 20.000 provenían de Castilla y León y Asturias, siendo este grupo el más grande dentro de la población inmigrante, seguido de las otras dos provincias vascas y navarra con más de 10.000. En los siguientes puestos se encontraban extremeños y castellanomanchegos con algo más de 6.000 habitantes seguidos de Andaluces y gallegos con 4.000 y 1.700.
Diez años más tarde, cuando se puede poner fin al proceso de inmigración de forma más masiva, solo algo más del 30% de la población era nacida en Vitoria-Gasteiz.
Con el paso de los años la gran mayoría de los problemas a los que tuvieron que hacer frente aquellos inmigrantes fueron desapareciendo y su integración se fue consolidando. Hoy en día los ocho centros regionales que existen en Vitoria-Gasteiz nos recuerdan la llegada hace años de aquellos nuevos vitorianos que, en muchos casos, son nuestros padres y abuelos.