Una vez escogida la autoescuela, el segundo paso que debe dar el nuevo alumno es asistir (o no) a las clases teóricas que se imparten en ella. En estas clases el alumno aprenderá “todo lo necesario” para, posteriormente, realizar satisfactoriamente los tests que te proporciona el propio centro y poder así aprobar el examen teórico. Por si alguno aún tiene dudas de cuál es el primer paso éste es pagar la matrícula, algo de lo que se encargan de dejarlo bien claro en todas las autoescuelas.
A lo largo de mi vida he asistido a gran variedad de tipos de clases, sin embargo he de reconocer que ninguna se asemeja en absoluto a una clase teórica de autoescuela. Para empezar hablaré de la clase de personas que asisten/asistimos a ellas. En principio nos podemos encontrar aquí con cualquier tipo de perfil, ya que al fin y al cabo todo el mundo puede conducir un coche, independientemente de su ideología o clase social. Sin embargo, a pesar de esto podemos dividir a todos los alumnos de autoescuela en tres grupos:
- Los que van a sacarse el carnet de coche.
- Los que van a sacarse un carnet especial.
- Los que han perdido los puntos y se ven obligados a volver a la autoescuela.
A los del primer grupo es muy sencillo identificarlos. Todos tienen entre 18–20 años y por lo general van a clase en grupitos. Si además coincide con que os estáis sacando el carnet en verano, como es el caso, su mochila de la “pisci” les delatará.
Por lo general a los del segundo y tercer grupo es más difícil diferenciarlos entre sí a primera vista. Aunque hay algunos casos que de primeras ya se puede intuir que pertenecen al tercer grupo, con el resto es algo más complicado ya que por lo general todos ellos están entre los 25–45 años. Para poder diferenciarlos hay que observar su actitud en clase. Mientras los que están ahí por haber perdido los puntos prefieren pasar más desapercibidos, los que están para sacarse un carnet especial suelen ir de listillos, siendo los primeros en responder a todos los interrogantes que plantea el profesor y planteando absurdas cuestiones que, se pongan como se pongan, no vienen al caso.
Podríamos también introducir un cuarto grupo: “Las personas de 28 años que van a sacarse el carnet de coche”, pero como sólo estoy yo no merece la pena. Lo cierto es que la primera vez que fui a clase me sentí un poco incómodo con este tema, ya que era consciente de que allí era un bicho raro. De modo que, ya que por edad debía estar en el segundo o tercer grupo, decidí que lo mejor sería leerme los temas del libro antes de las clases para así poder ir de listillo y dejarme confundir con los del segundo grupo. La verdad es que así lo hice y he de decir que con bastante buen resultado.
Algo también muy destacable dentro de las clases es el libro de teoría, el cual he de reconocer que me ha sorprendido muy gratamente. Toda la teoría sobre la conducción es un tema bastante denso pero aún y así el libro está muy bien estructurado y en ocasiones su lectura puede ser hasta amena, gracias sobre todo a las imágenes explicativas que acompañan e ilustran las normas de circulación.
Estas imágenes pueden ser de muy diversa índole, pero a mí las que más me gustan son aquellas que utilizan a personas para explicar lo que se debe y sobre todo lo que no se debe hacer cuando estamos conduciendo. Dentro de todos los “actores” utilizados para protagonizar estas lindas estampas hay dos por los que siento especial predilección: “El mozo del chándal” y “El niño de bajona”.
“El mozo del chándal” es un muchacho de mediana edad que luce un chándal de color verde y el cual es protagonista de todas aquellas acciones que nunca deben llevarse a cabo mientras se conduce un vehículo. Aquí podemos verle manejando su auto mientras habla por teléfono o mientras se fuma un “piti”. Ya en los tests he podido también disfrutarlo mientras conduce y mira para donde no debe o increpando airadamente a un conductor adyacente.
De todos modos, sin lugar a duda mi personaje favorito es “El niño de bajona”.
“El niño de bajona” es un chaval que un día salió de juerga y al día siguiente su madre, en vez de tirarle un balde agua o ponerle la fregona en la cara como hacen las madres, decidió despertarle bruscamente y sacarle un par de fotos para poder así ilustrar los temas sobre la influencia de los fármacos y las drogas del libro sobre seguridad vial que estaba escribiendo:
Además de las protagonizadas por estos dos personajes, hay también alguna que otra imagen por ahí suelta con mucha solera. Por ejemplo, no sé si será por las pintas de chulo-playa trasnochado del tipo con bigote, por la mochila retro que se supone le ha salido disparada al tipo del ciclomotor (a pesar de que el casco desatado sigue en su sitio) o a los fabulosos detalles de la zapatilla y la cinta aislante tiradas por la calzada, pero esta imagen es una de mis favoritas:
También hay otra imagen que me gusta mucho. Ilustra el posible accidente que puede ocurrir si abrimos la puerta del coche sin mirar antes si viene alguien. Al principio parece una imagen normal y corriente, sin mucha historia, pero si os fijáis un poco os llevaréis una sorpresa:
¿Lo habéis descubierto? Sí, quien está abriendo la puerta del coche no es otro que “El niño de bajona”, que después de ponerse fino a paracetamol ha decidido coger el coche para ir a comprar el pan y ya de paso llevarse por delante a un par de motoristas.
Una vez que ya nos sabemos el libro de teoría de “pe a pa” y que hemos hecho no menos de 2.345.217 tests, ya estaremos preparados para presentarnos al examen teórico. Para ello también tendremos que pasar un meticulosísisimo examen de aptitud psicotécnica, pero eso queridos amigos es otra historia.
(CONTINUARÁ)
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