Los fallos de la Democracia
El sistema D`Hont fue el elegido en la transición para la elección de los cargos públicos. Un sistema en el que los partidos políticos coordinan y dirigen la política. Entonces, en la transición, se quería evitar una lluvia de siglas y que las instituciones apareciesen excesivamente fragmentadas. Los partidos políticos iban a ser los encargados […]
El sistema D`Hont fue el elegido en la transición para la elección de los cargos públicos. Un sistema en el que los partidos políticos coordinan y dirigen la política.
Entonces, en la transición, se quería evitar una lluvia de siglas y que las instituciones apareciesen excesivamente fragmentadas. Los partidos políticos iban a ser los encargados de encauzar la voluntad del pueblo. Pero para evitar excesivas separaciones, lo mejor era premiar a aquellas formaciones con mayor número de votos, que entonces fueron UCD y PSOE.
Pero este encauzamiento se ha terminado por convertir en una Partitocracia. PP (tras sustituir a la UCD) y PSOE cuentan con unas estructuras construidas bajo la seguridad de que uno u otro van a alternarse en el poder. Y a uno no le interesa en absoluto una debacle o disolución del primero. Más aún, son enemigos en la calle, pero no dudan en buscar complicidad para evitar la entrada de terceros.
Intentaron silenciar a UPyD con una nula cobertura, pese a lo cual no han evitado que Rosa Díez rompiese el bipartidismo y se hiciese un hueco en el Parlamento. También han intentado silenciar a fuerzas como la Izquierda Abertzale, o a organizaciones como Izquierda Unida, a la que desde el PSOE no han dudado en acoger en su seno a muchos de sus antiguos afiliados.
PP y PSOE, cada uno con sus problemas, son como ese hermano con el que tú te puedes meter, pero al que temes si le puede pasar algo que facilite la entrada de nuevos actores.
En realidad no es el pueblo, sino son ambos partidos, sus estructuras, las que deciden quién va a ser el presidente del Gobierno. Sólo hay dos opciones. Lo mismo, por ejemplo, en el caso de los alcaldes. Elegir entre Rajoy y Zapatero, o entre Urtaran, Lazcoz y Maroto. Es cierto que dentro de estas organizaciones pueden existir decisiones más o menos dialogadas, pero no dejan de ser opciones tomadas por un pequeño grupo, no precisamente el más preparado, para que los españoles sólo puedan elegir al menos malo.
IU y UPyD han intentado llevar al Congreso sin éxito un cambio en la Ley Electoral. En ella pedían atender y ponderar más equitativamente a los partidos minoritarios.
Por cierto que el PP y PSOE no se encuentran sólos en este control total de las instituciones. A ellos se les unen otras formaciones como PNV y CiU en sus respectivas regiones.
Otra preocupación es el nulo reparto de poderes. Así, pese a ser elegidos por sus provincias, los parlamentarios no tienen voz, sólo voto. La voz la articulan precisamente los partidos políticos, dando igual si sus parlamentarios son de Cádiz o de Álava. No representan a sus ciudadanos, sino a los intereses del partido.
También hay que tener en cuenta que el Poder Judicial está directamente controlado por ambos partidos. No existe una división de poderes efectiva. Es más, la mayoría de los diversos miembros del TC o el Supremo suelen estar afiliados a diversas asociaciones de jueces. Un dato curioso, ya que la mayoría de los magistrados españoles no pertenecen a ninguna asociación.
Problemas todos ellos que en sus inicios podían servir para encauzar el funcionamiento de la democracia, pero que han terminado por alejar al ciudadanía de la clase política dirigente.
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