Los samuráis vuelven al Museo de Armería

31 julio, 2018

El museo exhibe desde hoy la primera de las dos armaduras que tenía pendientes de restauración

El Museo de la Armería ha puesto desde hoy en exposición una armadura samurái. En realidad, la pieza ya estaba anteriormente en el museo, pero ahora luce completamente restaurada. Hace tres años se encargó su restauración al departamento indicado y hoy está de nuevo disponible para todos los visitantes. "Está tan cambiada y limpia que los habituales del museo desde hace años no la van a reconocer", adelanta Itziar Ruiz de Erentxun, responsable del edificio.

museo armeria samurais

La pieza es una armadura prácticamente completa de samurái denominada Tosei Gusoku, con un origen estimado en 1850. Es la época aproximada en la que vivió su creador, el maestro armero Minamoto No Yoshiichi, que dejó su firma en la parte interior del casco. Presenta una mezcla de aspectos europeos y orientales, por lo que los expertos confirman que es una pieza de transición; cuando ambas culturas ya se conocían y habían compartido conocimientos.

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Además de esta, el museo posee otra armadura prácticamente completa y solo el peto de una tercera. La segunda armadura está restaurándose en estos momentos, y podría estar lista en unos meses para su exhibición. La pieza que actualmente está expuesta en el Museo de la Armería perteneció a Félix Alfaro Fournier, que la compró en 1965 y un año después pasó a formar parte del museo. Fournier también compró una katana. Se desconoce si esta perteneció al mismo soldado que vistió esta armadura, pero esta se exhibe en el mismo mostrador junto con un wakizashi; una espada corta propia de los samuráis.

Todo el conjunto pesa en total 12 kilos y 200 gramos, y está compuesto de diversos materiales: acero, oro, cobre, latón, estaño, tejidos, madera, papel, piel y pelo y laca urushi. El soldado que la llevó nunca entró en batalla, porque no tiene marcas ni el desgaste propio de la guerra, al igual que la katana. Algo que también coincide con la datación de la armadura, porque dicha época fue de paz en Japón. La parte derecha de la cintura sí que tiene un ligero desgaste, lo que indica que el soldado era diestro.

  • Una costosa restauración

La armadura ha estado un total de tres años en proceso de restauración, aunque solo en el último se ha intervenido directamente en adecuar las piezas. El periodo anterior corresponde a toda la investigación y formación que tuvo que recibir las restauradoras, Isabel Ortiz de Errazti y Ruth Valentín Herrero. Durante seis meses tuvieron que aprender a tratar los delicados materiales, tanto metálicos como orgánicos, e incluso a hacer las sandalias que sujetan las piezas de las pantorrillas mediante un tutorial de internet.

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Todo el conjunto supuso un trabajo enorme. Solo el casco, denominado kabuto, tiene 32 placas de acero y es la parte más icónica e importante del traje. Los materiales más dañados eran las sedas y telas, que han tenido que restaurarse completamente. Las piezas metálicas y más grandes tienen motivos y distintivos que reflejan la mitología budista y el clan familiar al que perteneció el soldado.

Los colores verdosos y anaranjados originales del traje se han recuperado parcialmente, aunque sin el brillo que tenían en la época, como es lógico. Según cuentan las restauradoras, los detalles naranjas eran incluso fluorescentes en su día. Esta armadura llevaba nada menos que 55 años sin limpiarse. Ahora dispone de un mostrador adecuado en el museo alavés, con espacio y luz adaptados para recibir el menor deterioro posible.

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