Mercado de Simón Bolívar: el centro comercial al aire libre de Vitoria
Ropa, alimentación y plantas componen la oferta de los 78 puestos instalados los jueves y sábados en Simón Bolivar
Es sábado a mediodía y Conchi busca unas zapatillas de andar por casa. Ha llegado el otoño y, pese a que las temperaturas sean más propias del verano, le apetece calzado de más abrigo. El problema es que calza un número pequeño, 34-35, que no encuentra fácil en la mayoría de zapaterías.
Quiere evitarse las rondas habituales por unas y otras tiendas, y recurre a la opción, para ella, ganadora. El puesto de calzado que Roberto tiene en Simón Bolívar. Un mercado de venta ambulante que cumple su mayoría de edad, después de que en 2004 el Ayuntamiento les trasladara desde la antigua Plaza de Toros.

Roberto ya acudía a Vitoria cuando el mercado estaba en la antigua plaza de toros.
La decisión, en su momento, no gustó a los dueños de los puestos, tanto productores como vendedores ambulantes, ni tampoco a los clientes, acostumbrados durante muchos años a acudir al coso, bien conectado, muy conocido y con espacio para aparcar.
Luces y sombras
En este tiempo ha habido luces y sombras, como la decisión en 2014 del Ayuntamiento de modificar las condiciones de concesión de estos espacios. También la petición reiterada de aparcamientos en la zona, muy vigente hoy en día. Sin embargo, la ubicación se ha consolidado como una referencia entre los numerosos gasteiztarrak que las mañanas de los jueves y sábados lo visitan.
Como María Enedina, que cada pocas semanas camina desde Adurtza para realizar alguna compra. "Tiene cosas majas. Yo sobre todo suelo comprar alguna cazadora, pijamas y calcetines", desvela. En el extremo contrario, Óscar admite que suele pasarse "unas tres veces al año". Cargado con flores, huevos y algún que otro producto, confirma que "vengo para temas de alimentación, no tanto por la ropa. Por eso visitamos más el de Santa Bárbara que este".
La normativa municipal permite instalar 78 puestos, la mayoría de ropa
Mientras se prueba sus zapatillas en modelo infantil, Conchi se ubica también entre la clientela habitual. "Vengo mucho porque sé que algo voy a encontrar", asegura tras pagar la compra a Roberto. Él acude a esta plaza todos los jueves y sábados desde Bilbao.
También lo hacía en la Plaza de Toros. Con la perspectiva que da el paso del tiempo, afirma sentirse "contento". "De momento no me quejo. Entonces estaba muy bien allí y al principio, como todos los cambios, cuesta adaptarse. Pero te acostumbras y ahora aquí estoy bien".
Su puesto es uno de los 78 que, como máximo, la normativa municipal permite instalar. La mayoría son de ropa y equipamiento para el hogar. Pero también hay de alimentación (de frutas y verduras, pan, queso, vino o repostería), viveros y de productos de temporada. Algunos, incluso, cuentan con un stand aquí y otro en el mercado agrícola de la Plaza Santa Bárbara.

Sonia despacha las verduras y frutas que traen de Sartaguda.
Es el caso del puesto donde Sonia despacha sin parar remolachas a 2,25 euros el kilo, coliflores a 3,90 o berenjenas y calabacines a 4,50. Son muchos los clientes habituales que aguardan pacientes a hacerse con productos de la huerta navarra. Concretamente, de Sartaguda. Sin embargo, ella admite que "la afluencia ha mermado un poco últimamente, según me ha dicho mi jefe".
Aparcamientos y baños

Juan y Rafael lamentan que las ventas han caído últimamente.
Casi enfrente, Juan trata de llamar la atención sobre su género. "Vendo 2 paquetes de calcetines a 5 euros. Son 6 pares. Y camisetas térmicas a 5 y 6 euros, de buena calidad", ofrece. Asegura que son los mismos precios que hace diez años, "aunque nos sube todo. ¿Pero tú ves que venga la gente? Estamos vacíos", lamenta. "No se gana ni para comer", se acerca Rafael desde un puesto cercano.
Algunos vendedores, como Juan y Rafael, no descartan "buscar otro trabajo de seguir así"
La inflación y el estancamiento en los sueldos son, para ellos, los motivos de este desinterés. "Sí, viene mucha gente a pasear, pero no hay dinero y no compran", señalan. Por eso, reclaman al Ayuntamiento "que nos baje los recibos, porque a este paso no vamos a poder pagarlos". Tampoco entienden que, si uno de los dos días coincide con un festivo, "nos los quiten y cambien por otro. ¡Pero si es cuando la gente puede venir aquí!".
En su lista de deseos incluyen más facilidades para que la clientela aparque en la zona de Simón Bolivar. "Apenas hay sitio. No como en Lakua, que allí la gente lo tiene mejor y vienen mucho más", aseguran. Reconocen estar preocupados por la evolución de la situación y admiten que "de seguir así, nos planteamos buscar otro trabajo".
El tema del aparcamiento es también uno de los puntos negros que Roberto aprecia. Y la falta de baños. "Parece una tontería, pero se necesitan. No tanto para nosotros sino más para la gente, es algo que me suelen comentar", explica mientras atiende a varios clientes.
Él no se queja porque tiene muchos habituales "que vienen a tiro hecho", pero reconoce que, en líneas generales, "la situación está complicada". Tampoco estas temperaturas impropias de finales de octubre invitan a comprar prendas y zapatos más cálidos.
Furor por las plantas y semillas

Ángel García acude desde Frías para vender plantas y semillas.
¿Cuál es entonces el tiempo idóneo para incentivar las ventas? Tras pensárselo un poco, se lanza. "Ni mucho frío ni calor excesivo, lo mejor es que haga fresquito y esté un poco nublado", sonríe.
El tiempo, o más bien la temporada, repercute también en el puesto de Ángel García. Acude desde Frías todas las semanas. Cumple una década de asistencia, tras tomar el relevo de su familia. En primavera y principios de verano, el furor por la siembra es muy palpable. Desde primera hora de la mañana es habitual ver largas colas de quienes quieren adquirir las plantas y semillas que luego sembrarán en sus huertas.

José Antonio Abad trae género de temporada.
"Octubre para nosotros es un mes más flojo y, encima, con el tiempo que hace, lo ya sembrado está aguantando más", reconoce mientras muestra las plantas de guisantes, habas, ajos o espinacas que tiene a la venta. "Estamos vendiendo ahora lo que se recogerá en primavera", apunta. Y, aunque se trate de una época más floja, asegura sentirse "muy contento, aquí al final haces amigos, compartes consejos de siembra y demás".
A su lado, el también burgalés José Antonio Abad expone su producto de temporada. Boletus, Cantarelus, Níscalos y Perretxicos, según la época. "Los hongos de Álava están a 30 euros el kilo, que para ser los primeros no están caros. Tenemos otros de Navarra a 22. Todo fresco y del día", garantiza, con la experiencia de 15 años al pie del cañón.
"Los jueves y sábados estamos aquí, y los miércoles en Lakua, hay que trabajar", sostiene. ¿Y el público responde? "Si traes buena calidad, la gente compra, prueba y repite", garantiza.
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