Basi (108) y Matilde (103): la vida en Vitoria con más de 100 años

31 enero, 2025

Matilde, con 103 años y Basilisa Maestre, con 108, nos cuentan su historia vital y su día a día actual

"España limita al norte con el Mar Cantábrico y los Pirineos. Al oeste con el Océano Atlántico y Portugal, y al este con el Mar Mediterráneo". Matilde hace gala de conocimientos y memoria que muchos para sí quisieran. Nada mal para sus 103 años.

Ella es una de las 107 personas centenarias que, según el padrón municipal, residen en Vitoria-Gasteiz. Mujeres en su mayoría. En Gasteiz Hoy hemos hablado con dos de ellas, Matilde y Basilisa Maestre: nos cuentan sus historias y cómo se desenvuelven con un siglo de vida a sus espaldas.

Matilde: de Galicia a Judimendi, pasando por Brasil

El relato de Matilde comienza un 20 de noviembre de 1921 en Negreira, A Coruña, cerca de Finisterre y a unos 20 kilómetros de Santiago de Compostela. Hija única, se crio con su madre, abuelos y tíos, porque su padre "emigró y nunca volvió, no tengo recuerdos suyos".

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En su casa, con fincas, cerdos, vacas y gallinas, arrimó el hombro desde muy pequeña. "Mi juventud la pasé trabajando siempre en el campo. Vivíamos, o malvivíamos, de lo que teníamos, de la tierra. No estaba enfadada con el trabajo, lo llevaba con normalidad, era lo que había", rememora.

Con 15 años vivió la Guerra Civil. Escaseces: sin aceite, azúcar ni ropa. Y solo a mano lo que sembraban (como las patatas) o el pan que elaboraban. Pero, en su rinconcito gallego, respiraron más tranquilidad que en los años previos.

"La revolución y el malestar empezaron en el 30. Todo estaba regalado y apenas conseguías algún dinero con la leche o los terneros. Escuchabas que asesinaban monjas, que tiraban santos al mar… Había dos grupos y se mataban unos a otros", relata.

Pasó 3 años en Brasil cuidando la casa de un multimillonario

"Nos amenazaban con huelgas. Pasaban por la carretera mientras trabajábamos en el campo y nos decían: "Trabajad, esclavos, trabajad, que vamos a venir a recogerlo". Pasábamos mucho miedo", se estremece aún.

El fin de la guerra no solo dejó una herida abierta. También dificultades económicas. "Vendías un animal y te daban muy poco. Mi madre compró una ternera por 25 pesetas. Los vecinos que pescaban pasaron mucha necesidad. Pidiendo limosna andaban", detalla.

Estancia en Brasil

Con 22 años Matilde se casó con un mozo de la zona, tuvo una niña y el marido, como muchos en esa época, emigró "para probar suerte". Su destino: Río de Janeiro. Ella siguió en Negreira. Hasta que un buen día, le dijo: "O vienes tú o voy yo". Y allá que marchó.

Mientras su hija se quedaba al cuidado de la abuela, ella aterrizó en una mansión a la orilla de las playas de Copacabana e Ipanema. Un multimillonario contrató al matrimonio para trabajar en un palacio que perteneció al emperador de Brasil.

Centenaria Vitoria Matilde

El caldo gallego de Matilde le enamoró y ella cocinaba, limpiaba y cuidaban del lugar. "Era muy buena persona, pagaba muy bien y nos respetaba mucho. Se iba de viaje y nos quedábamos como responsables de la casa", apunta.

Pero su corazón seguía en Galicia con su hija y, tres años más tarde, Matilde primero y su marido después, regresaron. El panorama, el mismo: trabajar en la tierra. Así que hicieron las maletas, cogieron sus ahorros y en 1963 partieron "a la aventura, a ver dónde hacíamos nido".

"Me levantaba a las 6 de la mañana y así estuve otros 20 años"

Lo hicieron en Vitoria. En el barrio de Judimendi, donde hoy aún vive. Una conocida, monja Oblata de Armentia, buscó trabajo a su marido e hija, mientras ella ejercía de ama de casa. La vida pintaba bien hasta que asestó un duro golpe: un infarto se llevó al esposo. Matilde tenía 44 años.

Cocina, recados, tele, bingo...

Tocó enfundarse el mono de faena para limpiar oficinas en Betoño. "Estaba bien, tenía fuerzas y ánimo para trabajar. Me levantaba a las 6 de la mañana y así estuve otros 20 años. Me pagaban bien, tuve suerte", constata.

Centenaria Vitoria Matilde

Ahora vive sola en su casa, donde hace casi todo. Comprar y recados (farmacia, banco, súper, plaza de Abastos…), la comida, algo de limpieza... "Viene una chica dos horas a la semana a limpiar lo mayor, porque agacharme y subir a lo alto no puedo", reconoce.

Y eso recientemente, tras un susto el pasado mayo que la mantuvo un mes en el hospital. "Me curaron y me recuperé", sonríe. Aunque no se libra de una ciática. La televisión, el ganchillo y la costura son sus otros entretenimientos. Y las tardes de bingo los viernes en el Bizan de Judimendi. "Antes jugaba a las cartas, pero me cansé y todas las amigas que tenía se murieron. Así que no volví", detalla.

"Nunca me he emborrachado ni fumado"

"En casa siempre hay cosas que hacer, no me aburro", sostiene. Con el frío, procura no salir mucho para no acatarrarse. Pero sí aguarda la primavera para regresar a la casa familiar de Negreira y respirar el aroma a eucalipto.

No tiene la fórmula de la eterna juventud. "Trabajé toda mi vida muy duro, como un hombre. He comido lo que he podido y me ha gustado; cuando pude, he descansado", enumera. Eso sí, "nunca me he emborrachado ni fumado, ni pensado en tonterías", confía.

Basilisa: 108 años y una gran lectora

El alcohol, el tabaco y la jarana tampoco han tenido cabida en la vida de Basi. Ni el café. Con sus 108, es una de las vecinas vitorianas más longevas. Con la lectura como una de sus grandes aficiones, es habitual encontrarla libro en mano en su casa de Aranbizkarra. Y eso que su propia vida da para varias novelas.

Centenaria Vitoria Basilisa

Esta navarra llegó al mundo un 15 de abril de 1916 en Marañón, aunque recién nacida su familia regresó a su casa de Barriobusto. Con apenas 5 años, su padre falleció y su madre, con 5 bocas que alimentar, tomó una decisión. Envió a la pequeña a casas de pueblos cercanos donde, a cambio de echar una mano, a menudo como niñera, la alimentaban y vestían.

Sirvió en casas de "la alta sociedad" de San Sebastián. Incluso "en la de una sobrina del Conde de Romanones"

“Menuda vida que me llevaba, era todo extraño. No estaba con nadie de mi familia”, reconoce. A su edad, su memoria no es lo que era, y sus hijos Blanca y Carlos ayudan a completar el puzle viajero de su infancia y juventud.

Del María Cristina al Frente norte

Un trajín que la llevó a un colegio de monjas de Estella, a ayudar más que a estudiar. Luego a otro de Zaragoza, de la misma institución. Basi tenía 15 años, y los ataques que sufrían estos centros antes de la Guerra Civil la obligaron a volver al pueblo. Poco paró, pues su madre la envió de nuevo a casa de una prima en San Sebastián.

Centenaria Vitoria Basilisa

Allí también guisó en el hotel María Cristina y en casas "de la alta sociedad, incluso en la de una sobrina del Conde de Romanones". Pero la amenaza se hizo realidad y Basi tuvo que huir de las batallas. Recorrió todo el frente norte de la guerra: Gernika, Durango, Santander… Logró pasaje en un barco rumbo a Francia, pero el crucero Almirante Cervera les cortó el paso y desembarcó en El Ferrol.

Vuelta a casa. En San Román de Campezo demostró sus habilidades como tejedora, con calcetines de punto que vendía su madre en los pueblos. "Se me daba bien, qué remedio", admite con cierta sorna.

Con 86 años, Basi viajó por primera vez en avión

Una estancia con una modista "muy buena" de Logroño y otra por Vitoria, donde elaboraba unas croquetas "muy famosas" en un bar de la calle Dato, terminaron con Basi en Villafría de Álava. Su madre, una vez más, la envió a cuidar a una amiga enferma. El hijo de esta, Eliseo, se convertiría en su marido.

En este pueblo alavés se establecieron, tuvieron tres hijos y se dedicaron al campo. Pero con la concentración parcelaria de los 60, su vida dio un giro. Como otros vecinos de Villafría, en 1969 vinieron a la capital. Ya no se movieron.

Mucha lectura, misa y buena salud

Tras la muerte de Eliseo en 2001, una Basi de 86 años retomó su etapa viajera de juventud. Aunque ya por placer. Con primeros viajes en avión a Barcelona y Mallorca. También a París, además de visitas anuales a Lourdes.

Centenaria Vitoria Basilisa

Su buena mano para la cocina y la costura seguían visibles en su hogar, donde hizo mantas, cojines y patchwork para sus 3 hijos, 8 nietos y 6 biznietos. Ahora, sin embargo, ha bajado el pistón. Su hija Blanca vive con ella y le hace compañía mientras Basi no se pierde la misa diaria, bien en la tele o bien, si hace bueno, en la iglesia cercana.

La lectura es su fiel compañera: está releyendo 'La joven de la perla'. Y su salud sigue en plena forma. "La médica le hace análisis y está estupenda, le dice que ya los quisiera para ella, que puede vivir 120 años", sonríe Blanca. Por si acaso, nunca se quita la medalla de teleasistencia betiON.

En el salón, preside un cuadro de San Tirso que pintó un familiar. "Le llamamos la peña redonda. Debajo está Villafría y el día de San Juan íbamos a caballo a una ermita. Había misa y celebrábamos", explica Basi con nostalgia.

"Estando en Vitoria, lo que más le gustaba era ir a Villafría. Ahora le cuesta un poco pero, si le dices, se viene", añade Carlos. Su madre asiente. Puede que sea su regalo de 109 cumpleaños.