La nueva vida vitoriana de Diba y Reynolds

12 febrero, 2023

Diba y Reynolds huyeron de Afganistán y Venezuela, y en Vitoria han encontrado su hogar

El 25 de agosto de 2021 está marcado a fuego en la mente de Diba Ahmadi. Ese día fue el último que vio a sus padres, hermanos y abuelos. La llegada de los talibanes a Kabul acabó con su vida tal y como la conocía. Su marido había colaborado en temas de seguridad con el ejército español y, para que no lo mataran, les urgía salir del país.

Embarazada de dos meses, aterrizó en Torrejón de Ardoz sin saber ni una palabra de castellano. Pocos días después, les enviaron a Vitoria-Gasteiz.

Reynolds Alvarado, por su parte, descubrió la capital alavesa en primavera de 2020. Lo hizo tras abandonar su Venezuela natal por la situación política y social, y vivir un periplo que le llevó por Ecuador, Perú, Colombia, Madrid y la capital alavesa. Aquí Accem les abrió las puertas y ambos comenzaron su nueva vida vitoriana.

La labor de Accem

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Se trata de una de las ONG que en Vitoria-Gasteiz, junto a Cruz Roja y CEAR, atiende, acompaña y acoge a personas refugiadas que, por motivos diversos, se han visto obligadas a huir de su país de origen.

Las 109 plazas de Accem en Vitoria-Gasteiz están, ahora mismo, llenas

Aunque han cumplido tres décadas, en la capital alavesa se instalaron en 2015, coincidiendo con la crisis de refugiados de Siria. En sus 7 años de andadura, han atendido a unas 540 personas. Y, de 6 pisos de acogida iniciales, han pasado a 16. Un total de 109 plazas distribuidas por distintos barrios de la ciudad.

Cada una de estas viviendas puede acoger entre 6 y 10 personas máximo. Ahora mismo, están llenas. Sus ocupantes son solicitantes de asilo que, como Diba, salieron de sus países por un conflicto armado o una guerra. O por motivos religiosos o políticos, por su orientación sexual, por violencia machista…

Provienen de todas partes del mundo. "Ahora el colectivo mayoritario es de Ucrania, pero Venezuela siempre ha sido un habitual. Están Colombia, Afganistán, Siria… Pero también tenemos de Marruecos, Mali, Senegal, Perú, Honduras. O Mongolia, Rusia… Por todo el mundo hay personas que huyen de sus países porque no pueden vivir allí", reconoce Miren Leiceaga, coordinadora de Accem Vitoria.

Los tipos de asilo

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Miren Leiceaga, coordinadora de Accem Vitoria, con Reynolds y Diba.

En función del lugar de procedencia y los motivos para solicitar asilo, así es su estatus. Diba, por huir de un conflicto armado, tiene protección subsidiaria. Implica que no puede regresar a su país de origen porque se enfrentaría a un riesgo real de sufrir daños graves.

Para los venezolanos que no cumplen los requisitos para obtener asilo existe la residencia por razones humanitarias. Los ucranianos cuentan con la protección temporal.

Tras una primera acogida de espera, se asigna a los refugiados una plaza en la ciudad donde haya hueco

¿Y los refugiados? Son personas que, según la Convención de Ginebra de 1951, tienen un temor fundado a ser perseguidas por raza, religión, nacionalidad, pertenecer a un grupo social determinado o por sus opiniones políticas.

El derecho de asilo es un derecho humano fundamental. Así que, en cuanto llegan al primer país seguro, como puede ser España, cualquier policía del Estado es válida para solicitarlo. En Vitoria-Gasteiz, sería la comisaría ubicada en la calle Oñate, en Betoño. Con la solicitud ya hecha, los refugiados tienen derecho a acceder a un sistema de acogida. Tras un tiempo de espera en centros o albergues, les asignan una plaza. Donde toque.

Manutención, acompañamiento sanitario y atención psicológica son parte de la ayuda de Accem

"Al tratarse de un sistema estatal, pueden ser asignados en cualquier parte del país. Se intenta buscar que haya un apoyo o red social, pero no siempre es posible, porque el sistema está en una ocupación muy alta", reconoce Leiceaga.

El destino final depende de los huecos disponibles. Fue este azar el que determinó el futuro, ahora presente, de Diba y Reynolds. Una Vitoria desconocida que ambos descubrieron con incertidumbre y expectación. Y que, meses después, les ha enamorado.

Burocracia, idioma y psicología

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En Accem ofrecen una atención integral a los solicitantes de asilo.

Los inicios vitorianos de Diba estuvieron marcados por su embarazo en un país, idioma y sistema sanitario ajenos. Un proceso en el que estuvieron acompañados en todo momento por personal de Accem.

La ONG ofrece un servicio de apoyo integral. Desde cubrir las necesidades básicas de suministro y manutención a acompañamiento sanitario, burocrático y administrativo. También social, para ubicarles en la nueva ciudad y ver sus expectativas y planes de vida. Las clases para conocer el idioma, la orientación para el empleo y la asesoría jurídica no faltan.

20 trabajadores y personal voluntario ayudan en Accem Vitoria a quines solicitan asilo

Como tampoco lo hace la atención psicológica. "El proceso migratorio, ya de por sí, es un impacto para cualquiera. Dejar todo, tu estabilidad, tu familia y venir a un país con otras claves, idioma… Es un cambio muy fuerte y las vivencias que han tenido en su país pueden provocar episodios de estrés postraumático, insomnio, sentimiento de culpa…", apunta Leiceaga.

Una labor que consiguen con un equipo interdisciplinar de 20 personas entre los que hay abogados, psicólogos, administrativos, formadores o trabajadores sociales. También con la ayuda de los voluntarios vitorianos, que tanto dan clases de castellano como arriman el hombro en temas logístico o de acompañamiento.

El objetivo último es, a lo largo de 18 meses (estancia máxima con Accem), propiciar la autonomía de quienes solicitan asilo mientras aguardan la resolución de su caso. Proceso que puede alargarse años, según el país de origen. Si lo consiguen, regularizan su situación administrativa y comienzan su nuevo proyecto de vida.

La vida en Afganistán

Accem Vitoria clases castellano

Una clase de castellano en la sede de Accem.

Desde que llegaron, Diba y su marido han compartido piso con otras familias. Reconoce que fue un inicio un tanto chocante, pero ya están acostumbrados. "Hemos estado con tres familias: árabe, afgani y ucraniana. Al principio llegas y compartir casa con gente nueva, con distinta lengua… Luego todo es más fácil. Solo está el problema de la lengua, cuando la hablas bien todo es más fácil", apunta con sonrisa perpetua.

Además de su pequeño Aslam, que ya ha cumplido 11 meses, las clases de español, las gestiones diversas y los talleres con Accem les mantienen "ocupados todo el día, estamos poco en casa. Solo a las noches para dormir y comer", se ríe la joven, de 27 años.

Con su padre enfermo de corazón, la única preocupación de Diba es su familia, toda en Afganistán

Con solo tres meses de estudio, ya se desenvuelve con fluidez en castellano. A ello contribuye su trabajo en la tienda del Baskonia y del Alavés. Primero estuvo tres meses de prácticas en el local del centro vitoriano, y ahora despacha durante los partidos de ambos equipos.

Aunque su marido busca trabajo y necesitan una vivienda (se cumplen los 18 meses de estancia máxima en el programa de Accem), Diba está "contenta". Solo tiene una preocupación: su familia en Afganistán. Su padre, de 53 años y relativamente joven para los estándares occidentales, no lo es tanto según las condiciones afganas. Tiene problemas graves de corazón.

Y ella no puede hablar con él todo lo que quisiera. "En Afganistán, de 24 horas, solo hay 2 de luz eléctrica al día y no funciona bien Internet", desvela. Sus hermanas ya no pueden ir a la escuela una ni a la universidad la otra. "No dejan estudiar a las mujeres, tienen todo cerrado y tienen que ir todas tapadas", denuncia.

Sin burka

Su hermano, con cuatro años de estudios de Medicina, no puede ejercer y se ha ido a Irán a buscar trabajo. "Pero allí tratan mal a los afganos y se necesita mucho dinero para casa, comida y todo", apunta. Salir de Afganistán tampoco es fácil. "Tienes que tener algún motivo para ir a Pakistán o Irán y, si no, no puedes marchar", añade.

"Quiero a mi país, pero no hay un buen futuro para la gente en Afganistán"

Diba se sabe afortunada. Con 7 años los talibanes perdieron el poder y ella pudo ir al colegio, estudiar en la universidad Inglés y Literatura o trabajar de recepcionista, administrativa y profesora, entre otras cosas. Y ser libre del burka.

Nada de eso existe ya. "Las personas trabajan y reconstruyen para un futuro mejor. Luego llega gente mala y todos mal. Después, cuando mejora de nuevo el país, otra gente mala llega. Quiero mucho a mi país, pero no hay un buen futuro para la gente de Afganistán", asume.

Por eso tiene claro que no volverá. "No tengo nada más allí salvo mi familia. Aquí tenemos seguridad y tranquilidad, y más facilidades para mi marido, mi hijo y yo. Sin preocupación de que en unos años haya una guerra. Allí no sabes qué va a pasar, están los talibanes, el Daesh y otros".

De ilegalidades y xenofobia

Accem Vitoria Diba y Reynolds

Tampoco Reynolds planea regresar a Venezuela, de donde huyó en octubre de 2018. A principios de ese año entró a trabajar en el Ministerio del Poder Popular para el Petróleo. Se dio cuenta de "muchas irregularidades, cosas ilegales e ilícitas". Supo que buscaban a alguien a quien responsabilizar. Y él, como recién llegado, tenía todas las papeletas.

Tanto él como su esposa fueron "amedrentados, era una situación muy compleja". Al final, dejó de acudir a su trabajo. Le abrieron expediente administrativo. No puede regresar a riesgo de que, nada más entrar en Venezuela, le confisquen el pasaporte.

"En Latinoamerica hay una banda, son grupos delictivos que el gobierno venezolano armó bajo cuerda"

Tras salir del Ministerio, se desempeñó como barbero de oficio para "vivir y reunir dinero" para su marcha. Primera parada: Ecuador. Con una gran diáspora de venezolanos. Y es donde sufre, "por primera vez", ataques xenófobos. Un crimen, cuyo sospechoso era un venezolano (al final fue un colombiano) avivó el rechazo. Cuatro meses después, su esposa y él van a Perú. El escenario se repite. Aguantan 9 meses.

Un polvorín que Reynolds atribuye al propio gobierno venezolano. "En Latinoamérica hay una banda muy conocida, el Tren de Aragua, también llamados colectivos. Son grupos delictivos de civiles que el gobierno armó bajo cuerda para enviarlos a otros países, desprestigiar el estatus de los venezolanos en el extranjero y que se vieran obligados a regresar. Pero allí no hay quien trabaje", afirma.

"El recibimiento de Vitoria a los inmigrantes, desde el punto de vista de las personas, es muy amable"

En Perú él trabaja indocumentado en una fábrica de plástico y su esposa viaja a Estados Unidos con su madre. Buscan ganar más dinero y salir del continente. Se reúnen en Colombia. Objetivo final: España. Aterrizaron en Barajas en diciembre de 2019. Pronto estaba trabajando, sin papeles, como relaciones públicas en la noche madrileña. La pandemia truncó sus planes al cerrar los bares y discotecas.

Trabajo en Michelín

Accem Vitoria refugiados Diba y Reynolds

Sin contrato ni documentación, su mujer y él terminaron en un albergue de la Fundación Asispa. De allí les remitieron a Cruz Roja y, en un último viaje, a Vitoria-Gasteiz. Fin de trayecto. Para Reynolds fue amor a primera vista. "Llegar aquí fue una grata sorpresta, tanto verde, el urbanismo mucho mejor organizado, la gente no vive tan aglomerada... Me pareció una maravilla y me gustó desde el principio", alaba.

Ya en manos de Accem, el matrimonio venezolano entró en el proceso de atención habitual. "No todo el mundo puede acceder a los beneficios que ofrecen. Yo les estoy muy agradecido porque, si no, habría sido muy complicado adaptarme. Uno tiene las ganas y la fuerza de voluntad, pero además, aquí te lo facilitan muchísimo", agradece.

"Es el mejor empleo que he tenido en mi vida y quiero avanzar dentro de la empresa"

Ese impulso extra le sirvió para sortear todos los trámites burocráticos, desenvolverse mejor en la búsqueda de empleo y conseguir uno. En Michelín. Entró en noviembre de 2020. Para Reynolds, un sueño cumplido. "En una ocasión, me senté con mi esposa en las bancas enfrente de la empresa y le dije que un día trabajaría ahí. Y mira. Hay que trabajar en pro de los objetivos", anima.

A sus 30 años, este venezolano ya tiene la tarjeta de residencia y está entusiasmado con su presente. "Es el mejor empleo que he tenido en mi vida. Estoy en Turismo y, aunque es una labor bastante física, tampoco te estás deslomando. Desde mi perspectiva, al menos, es un empleo genial", sostiene.

"Tenía miedo al racismo, pero nunca me han menospreciado por mi nacionalidad o color de piel"

Ese espíritu de superación y esfuerzo que le empujó a marchar de Venezuela le incita a avanzar dentro de la empresa. "Mi idea es irme desarrollando, Michelín me ofrece la posibilidad y pretendo usar esas herramientas", promete.

Mientras, el presente, por fin, les sonríe. Su mujer trabaja en una de las tiendas de La Vitoriana y juntos disfrutan de su pequeña Alaia, de casi dos años. El próximo paso, optar a una vivienda de protección oficial y solicitar la nacionalidad española. "Tenemos un subidón..." reconoce Reynolds.

Gente "receptiva y empática"

Tiene claro que quieren vivir aquí. "El recibimiento de la ciudad a los inmigrantes, desde el punto de vista de las personas, es muy amable. La gente es muy receptiva y empática porque saben que vienes de un proceso complicado", recalca.

Impresión que corrobora Miren. "Muchas de las personas con las que hemos trabajado en estos 7 años se han quedado aquí, y creo que viene de que Vitoria es una ciudad acogedora y solidaria, además de su calidad de vida y bienestar", señala.

Muchas de las solicitudes de asilo son rechazadas

Reynolds es uno de ellos. Siente que en sus compañeros de trabajo ha encontrado una familia. "Me llevo excelente, quedamos a comer, a hacer planes...", enumera.

Y se sincera: "Uno de los temores que tenía al venir a España era por el tópico que hay en Latinoamérica de que en Europa hay mucho racismo. Pero nunca me han menospreciado por mi nacionalidad o color de piel. Nada. A ver, en todos los países hay racismo, pero no como yo pensaba que podría haber sido".

Tanto él como Diba son dos ejemplos de éxito. Pero no todos tienen un final feliz. Son muchos quienes ven rechazada su solicitud de asilo. "El que se vuelve a encontrar en situación irregular lo tiene más complicado. Hay opciones como solicitar el arraigo social o laboral. Ahí hay un reto. Nosotros nunca acabamos el proceso, siempre mantenemos una vinculación con todos", puntualiza Miren.

"La vida te va a dar golpes, pero también te va a recompensar"

Otros no se adaptan. "Hay personas que llegan y les cuesta arrancar. Pero ya no estás en tu país, no es la sociedad a la que llegas la que se tiene que adaptar a ti, al revés. Es un choque difícil y hay que poner de tu parte para asimilarlo y tener ganas de aprender", constata Reynolds.

"Nosotros damos las herramientas, pero la persona tiene que poner mucho de su parte", coincide Miren. Es consciente de que no es fácil: "Hay muchas personas que huyen de muchas cosas". Reynolds lo sabe bien, pero no se resiste a un último mensaje motivador: "Son procesos que hay que vivir para forjar el carácter y aprender que la vida te va a dar golpes, pero también te va a recompensar".

Para contactar con Accem Vitoria, puedes acudira a su sede, en Domingo Beltrán, 62, o llamar al 945 30 69 05.