Pedro Egaña, el defensor de los fueros

Pedro Egaña da nombre a una de las calles más cortas de Vitoria-Gasteiz

Pedro Feliz Ramón Egaña Díaz del Carpio (Vitoria-Gasteiz 1803 – 1885 Zestoa Guipúzcoa). Pedro Egaña da nombre a una de las calles más cortas de Vitoria-Gasteiz, la ubicada junto a la Iglesia de San Pedro.

Pero, ¿sabemos quién fue? Fue abogado, Diputado, Senador, Ministro, periodista, empresario e infatigable defensor de los fueros. Marta Extramiana nos cuenta su historia en el siguiente relato:

Infancia en Guerra

Vitoria, 21 de junio de 1813: Atronan los cañones y las descargas de fusilería. El estridente zumbido de las balas de cañón rechina en los oídos de los, entre aterrados y expectantes, ciudadanos que se han atrevido a salir de sus casas e intentan atisbar cerca de la muralla de las Cercas altas. Entre ellos, un muchacho de 10 años que desde el jardín de su casa se esfuerza en contener los respingos que le produce cada estruendo.

Cuando una bala de cañón pasa silbando sobre la torre de San Pedro, no puede evitar acercarse más al elegante caballero que está a su lado. Un acto reflejo en busca de la protección de esa figura que ama y admira. Porque Don Casimiro Egaña Cortazar, natural de Tolosa, además de un padre atento es doctor en derecho y catedrático de filosofía de la Universidad de Oñati, abogado de los Reales Consejos y consultor de la provincia de Álava.

El muchacho vuelve la cabeza hacia su casa, la número 57 de la calle Herrería, junto a la iglesia de San Pedro. Allí, en el sótano que suponen el lugar más seguro, esta su madre, Higinia Díaz del Carpio Cortazar, junto a sus hermanos menores. Siente por un momento la necesidad de cobijarse en sus brazos. Pero no lo hace, se obliga a mirar más allá del muro deseando descubrir el rumbo de la batalla.

Alrededor de las seis de la tarde el eco de numerosos cascos de caballo al galope se va haciendo más denso hasta que parece inundar su cuerpo haciéndolo estremecer. ¿Amigos o enemigos? Casi sin darse cuenta echa una mirada calculando los metros que les separan de la protección de su hogar.

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Imagen de un cuadro depositado en el Archivo Municipal de Vitoria-Gasteiz

Los primeros gritos se convierten en una exclamación unánime: "Viva el General Álava! ¡Viva Álava! ¡Viva nuestro salvador!" El joven ayudante del Duque de Wellington sin detener el galope contesta con voz potente: "¡Silencio! ¡Silencio!" y dirigiéndose a nuestra vecina con ternura: "Silencio Tomasa, que aún hay peligro..!"

Aquella mujer que tanto lo había tratado de niño se lleva la mano a la boca y en los ojos le bailan las lágrimas. Obedecen y con el silencio de sus voces se hace más patente el barullo de los franceses intentando sacar sus pertenecías de la Iglesia de San Pedro que habían usado de almacén. No es el único punto de la ciudad en el que se forman tumultos, los franceses huyen con lo que pueden.

Don Casimiro pasa el brazo por los hombros de su hijo, le mira emocionado: "Nuestro querido Miguel Ricardo va a impedir el saqueo de la ciudad", anuncia con evidente orgullo por su amigo. Pedro le sonríe. Cuando el día anterior había regresado desde Murua, donde estaba estudiando, no esperaba ser testigo de aquella victoria. Tampoco espera el futuro que le aguarda. Un futuro brillante que lo convertirá en un destacado referente de la historia alavesa, recordemos pues la vida de este hombre.

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Abogado y político

Pedro Egaña siguió la tradición familiar y estudió derecho en la Universidad de Oñate, se trasladó a Madrid donde ejerció la abogacía hasta que durante la primera guerra carlista fue nombrado auditor de guerra de la Capitanía General de Granada. En 1836 fue nombrado asesor jurídico de la Hacienda Militar de la misma capitanía y en 1838 magistrado de la Audiencia de Madrid.

En 1839 fue fiscal y en 1840 magistrado de la audiencia de Burgos. Compaginó estos oficios con una carrera política que le llevó a ser elegido diputado por Granada en 1837 y por Álava en 1839. Inicialmente militó en el partido progresista pero luego se pasó al partido moderado.

Tomó parte en la revuelta contra Espartero que tan funestas consecuencias tuvo para Montes de Oca. Logró escapar, pero partió al exilio. Y, con el triunfo de Narváez, regresó en 1846 y se convirtió en ministro de Gracia y Justicia. Después fue ministro de Gobernación, consejero de la reina e intendente de la casa real. También desempeñó los cargos de Comisionado en Corte y Diputado en Cortes por Álava,

Fue senador vitalicio y miembro de la Diputación Foral de Álava. Se destacó por su defensa infatigable de los Fueros. En 1864 pronunció su famoso discurso en el Senado en defensa del régimen foral, y en 1876 luchó para que la ley de abolición de los Fueros no fuera aprobada, evidentemente sin éxito.

Los alaveses debemos agradecerle también el esfuerzo que realizó para revitalizar la vinicultura en Álava, promoviendo nuevas técnicas y comercializando en la Corte el vino llamado Medoc Alavés.

Como periodista formó parte de la redacción del Correo Nacional,  La Tribuna de los economistas y de La España, este último lo fundó él mismo. En cuanto a la administración de bienes y patrimonio, considerando que disfrutaba de una renta de treinta mil reales anuales, podemos deducir que sabía cómo invertir.

Su vida familiar no fue tan dichosa.

La vida personal de Egaña

1881, Zestoa. Pedro Egaña levanta la pluma y relee lo escrito: “Gracias mil, Sr. D. M. por la nueva prueba de afecto que se sirve Vd. darme con la interesante carta que ha dirigido Vd. a El Noticiero y directa a mí que contenía las dos verdes hojas de las hayas Gonzalo y Fernando las guardaré mientras viva en mi memoria y en mi Bilbaíno, con motivo de la romería a nuestros queridos árboles de Aramayona. Esa carta y la anterior manuscrita las guardaré en el corazón como dos reliquias inapreciables".

No es una formalidad, quiere agradecerle sinceramente el haber cumplido la petición de un anciano. Ya no puede viajar como antaño a las tierras de Aramaio para visitar las hayas en las que hace 29 años inscribió las iniciales y las fechas de sus dos hijos fallecidos en la más tierna infancia. Fernando Gonzalo Casimiro Luis Ramón Timoteo y Gonzalo Luis, sus dos angelitos. Allá, a menos de un kilómetro de Aramaio, en un repechito que domina el camino real en el punto denominado Bolincho. Las dos magníficas hayas guardan memoria de su tragedia y de su dolor.

Durante su vida no fue su única perdida inesperada. También vio morir a su primera esposa, Juana Mendizábal Joaristi, a los dos años de su boda en 1837. Tardó diez años en volver a casarse: fue con Pascuala Orive López de Torre, de 22 años. Quizás fue el deseo de tener descendencia, por eso le dolió tanto perder a aquellas criaturas.

Vive retirado en “Naranjadi”, una finca agradable y tranquila de Zestoa. El lugar de nacimiento de su abuelo Domingo Ignacio, que fue secretario perpetuo de Guipúzcoa y autor de la famosa obra “El Guipuzcoano instruido”. No ha visto la revocación de la ley de abolición de los Fueros, algo por lo que tanto luchó, y el espejo ya no le devuelve la imagen de aquel hombre esbelto y elegante de mirada decidida. Es un anciano.

Murió en 1885, en su retiro de Zestoa, y fue trasladado al panteón número 79 de la calle de San Pedro del cementerio de Santa Isabel. Allí, en un hermoso monumento de estilo neogótico reposa junto a sus hijos, el dos veces ministro de la corona, Diputado General de Álava, defensor infatigable de los Fueros y franquicias de la tierra Euskara, como reza la inscripción.

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