"Los supervivientes de un suicidio convivimos con la culpa"

2 abril, 2023

Cristina Blanco nos cuenta cómo cambia a los supervivientes la muerte por suicidio de un ser querido

Cristina Blanco tiene grabado a fuego el 6 de agosto de 2012. Ese lunes ella se convirtió en una superviviente y su marido pasó a engrosar una lista que supera de largo la de los fallecidos en accidentes de tráfico: las muertes por suicidio. En Álava, en 2021, fueron 28, en Euskadi 148 y 4.003 en todo el país.

Una experiencia que cambió la vida de esta profesora de Sociología de la UPV/EHU. Ahora, con 61 años, es presidenta de Aidatu, la Asociación Vasca de Suicidiología, y ha creado el Título Propio Experto de Universidad en Suicidiología.

Cristina Blanco suicidio superviviente Aidatu

Cristina Blanco es socióloga de la UPV/EHU y presidenta de Aidatu. Foto: UPV/EHU

Vive volcada en su labor de divulgación y prevención del suicidio para que, dentro de lo posible, los casos se reduzcan y los supervivientes no repitan su misma experiencia. "Cuando mi marido murió por suicidio, viví una soledad y abandono brutales", explica. Hace casi 11 años el suicidio era un tema tabú, no solo a pie de calle, también a nivel institucional, con apenas protocolos sanitarios y la recomendación a los medios de no hablar sobre ello.

Años "sin rumbo"

Este silencio se traducía en una falta de conocimiento y herramientas para las familias y amistades de la persona suicida. "En tema de salud mental, por ejemplo, la gente estaba abandonada a su suerte", asegura Blanco. Tras una tentativa de suicidio, tampoco había un control exhaustivo. "A mi marido, con la primera, le llevaron a Urgencias. A las pocas horas le dieron el alta con la recomendación de ir al psiquiatra a la mayor brevedad. No me lo creía, pensaba que, al menos, se quedaría ingresado en observación", rememora.

"Viví un drama detrás de otro. No podía olvidarlo y sentía que tenía que hacer algo"

Luego, se enteró de que los 7 días posteriores a una tentativa de suicidio son los de mayor riesgo. Su marido duró 6. El día que ocurrió, ni sus hijas ni ella contaron con la presencia in situ de psicólogos que las atendieran y ayudaran a sobrellevar el shock y el dolor. Y los días, semanas y meses posteriores no fueron mejores. Cuatro años de "estar sin rumbo" le costó a Cristina antes de empezar a retomar una vida diferente.

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En ese tiempo, su sensación "de abandono" no había cambiado. A ello se habían sumado el enfado y la ira. Porque aprovechó para leer, comparar, analizar e informarse todo lo que podía sobre el suicidio. Fue autodidacta. A marchas forzadas. "Descubrí muchas cosas. Sí que había gente que estudiaba la conducta suicida. Pero luego, en la práctica, no se ponían herramientas. No entendía qué estaba pasando y vi que había mucho por hacer", detalla.

"Veía que, desde el ámbito de lo social, podían hacerse muchas cosas sobre las muertes por suicidio"

Incapaz de pasar página, "¿cómo hacerlo? No podía vivir como si nada, porque le iba a tocar a otro", Cristina inició un camino de investigación, lucha y voluntariado. De juntarse con colectivos relacionados con el suicidio, de visibilizarlo. "Sabía que tenía que hacer algo, no sabía muy bien qué, pero no tenía capacidad de mirar para otro lado. Si me hubiera sentido atendida y acogida, igual habría pensado que fue una desgracia y lo habría dejado así. Pero yo viví un drama detrás de otro. No podía olvidarlo", detalla.

Tampoco podía reincorporarse a su trabajo como si nada hubiera pasado. "Me había dedicado 25 años a un tema, era referente. Pero todo se me cayó encima y lo perdí, me sentí incapacitada para volver", confiesa. Al menos al mismo ritmo que antes. Tenía claro a qué dedicarse: al suicidio. "Desde el ámbito de lo social veía que se podían hacer muchas cosas. Porque no somos 4, somos muchísima gente".

"La muerte por suicidio es la más devastadora para un ser humano"

Fruto de esta labor intensa, en 2016 nació en el País Vasco Biziraun, la asociación de personas afectadas por el suicidio de un ser querido. Cristina fue, junto con otras tres personas, una de sus fundadoras. En ella atienden a los supervivientes. Personas que han vivido en primera persona la muerte por suicidio de un ser querido.

Duelo y culpa

Una muerte que es "la pérdida más devastadora para un ser humano". Y el duelo también es "de los más complicados". Sobre todo para los padres que han perdido a un hijo. Lo afirma Pedro Martín-Barrajón. Experto en emergencias y catástrofes, coordinador de la red nacional de psicólogos expertos en conductas suicidas y que ha formado a los psicólogos alaveses sobre cómo identificar riesgos, intervenir en una urgencia y atender a quienes sobreviven a una muerte de esa naturaleza.

"No hemos sido educados para hablar de la muerte, y menos de este tipo"

Conocedor del tema, hace hincapié en la importancia de mitigar el sentimiento de culpa de los supervivientes. "Es fundamental que la persona no se quede sola, porque es frecuente tener la tentación de acompañar a quien se ha ido", recomienda.

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Pedro Martín Barrajón en el Colegio Oficial de Psicólogos de Álava.

Y es partidario de no ocultar las causas de la muerte. Porque, en muchos casos, las familias prefieren hablar de una enfermedad o un accidente en lugar de suicidio. "El dolor se termina enquistando y es una cadena perpetua estar mintiendo el resto de tu vida: qué has dicho, a quién, cuánto sabe la gente... Esto impide hacer una elaboración saludable del duelo a largo plazo", advierte.

En su caso, Cristina entiende que muchas familias utilicen esos lugares comunes para hablar de la persona muerta, "porque es muy duro. No hemos sido educados para hablar de la muerte, y menos de este tipo".

"La culpa no desaparece, pero con el tiempo deja de martirizarte. Asumes que no eres perfecto"

Cree oportuno que cada persona se exprese "cuando quiera, sin violentarles". Pero, en su caso, sí prefiere recordar al ser querido, hablar de esa persona, cómo era, qué le gustaba, qué hacía... Sabe de lo que habla, porque se ha encontrado situaciones en que eran los demás quienes cambiaban de tema cuando ella lo mencionaba.

"Es difícil hablarlo, pero la gente piensa que, al hacerlo, te van a hacer daño. Incluso con su buena intención, es un error. A mí me abrumó muchísimo no volver a escuchar el nombre de mi marido. Entre la gente que lo conocía nunca más se habló de él. Era como si no hubiera vivido jamás, como si fuera un espejismo", lamenta.

"Habría que hablar de la muerte por suicidio como si se tratara de cualquier otra"

Ese dolor no es la única mochila que cargan los supervivientes. La culpa es otro sentimiento muy pesado. Y llega para quedarse. "Piensas en qué has hecho, en qué no, si podrías haber actuado de otra forma... Eso está ahí y necesitas mucho tiempo para convivir con ello. No desaparece nunca, pero con el tiempo dejas de martirizarte. Asumes que no eres perfecto", comparte Cristina.

Un flagelo propio que se une al estigma que, en el imaginario colectivo, continúa rodeando al suicidio. "Esa persona pasa a la historia de la mente de los demás por la forma en que ha muerto. Como si antes no hubiera sido nada. Es muy inquietante para nosotros, los supervivientes. La ausencia es la misma. Habría que hablar de la muerte por suicidio como si se tratara de cualquier otra", analiza esta socióloga.

Señales de alarma

Desde su perspectiva, es partidaria de "quitar hierro a las señales de alarma. Si las hay y las ves, genial. Si no las hay o no las ves, tampoco te las han enseñado. Son indicios que pasan muy desapercibidos, pero no porque hayas mirado para otro lado. Es que no podemos vivir pensando que tus hijos, padres y demás familiares se van a matar mañana".

"Frases en redes sociales como 'esta noche he cenado pasta' indican que el chaval está pensando en suicidarse"

Aun así, como nunca viene mal estar prevenidos, Martín-Barrajón nos aporta varias claves. Algunas pueden ser acciones intuitivas: que la persona deje de asearse, se aísle o tenga un estado de ánimo bajo. La irascibilidad o la irritabilidad pueden indicar "una depresión en menores".

Puede haber las denominadas conductas de cierre. "Visitar a un familiar al que hace mucho tiempo que no se ve, arreglar el testamento o el seguro, ceder las mascotas, despedidas muy efusivas cuando no son habituales...", enumera el psicólogo.

Los menores podrían "cerrar sus redes sociales, poner ciertas fotos en sus perfiles o anunciarlo en RRSS". En ese sentido, alude a mensajes como "esta noche he cenado pasta, mi madre me ha preparado mi receta favorita de pasta para cenar o se me han terminado el champú y el acondicionador a la vez" como frases que utilizan para "indicar que el chaval está pensando en suicidarse".

Y la calma o alegrías injustificadas en gente "especialmente" triste por estar viviendo momentos duros personales también pueden indicar una intencionalidad. "Porque ojo, la gente no busca la muerte, busca dejar de sufrir", matiza el experto.

De datos y franjas de edad

Suicidio Álava

Un sufrimiento que puede darse a cualquier edad. Y que, en 2022, acabó con la vida de 184 personas en Euskadi, según datos del centro de gestión de emergencias de Sos Deiak. Y que, a falta aún de publicación oficial en el Eustat, adelanta Pedro Martín Barrajón. Una cifra que supera la de 2021 (148), pero iguala la de 2020. "Si se tuvieran en cuenta los datos del Instituto de Medicina Legal Vasco, probablemente los fallecidos el año pasado por suicidio serían más", constata.

En 2021, en España, hubo 999 suicidios de mayores de 70 años, un colectivo más invisible "y vulnerable"

De esas 184, tres de cada cuatro muertos son varones. El psicólogo también considera "significativo que se han multiplicado los intentos de suicidio y las autolesiones". Y llama la atención sobre la franja de edad de los 13 a los 29 años. Aunque en Euskadi, el año pasado, no hubo ningún menor de 15 años cuya muerte se considerara suicidio.

En el territorio nacional, fueron 7 los menores de 15 años muertos por suicidio en 2019. 14 en 2020 y 22 en 2021. Más impactante aún resultan los 999 mayores de 70 años fallecidos por suicidio en 2021 en toda España. Un colectivo más invisible "y vulnerable donde hay que poner el foco y emprender más esfuerzos".

Porque si bien el denominador común suele ser "la desesperanza hacia el futuro", Martín-Barrajón habla de que cada grupo de edad tiene unas características:

  • Menores: hasta los 24 años, la persona no termina de desarrollar el cortex prefrontal. La parte del cerebro que nos ayuda a tomar decisiones, planificar el futuro o solucionar problemas. La impulsividad predomina. Físicamente, no ven la vida como los adultos. Una ruptura sentimental, el acoso, el bullying, embarazos no deseados, descubrir y no aceptar la propia sexualidad, formar parte de un entorno suicida (Momo, ballena azul, retos online...) son cuestiones precipitantes. "En esta etapa, lo más importante es el sentido de pertenencia con sus iguales, cualquier cosa que le aísle y excluya de su grupo puede ser precipitante", reconoce el experto.
  • Adultos: Martín-Barrajón destaca un factor, la pérdida de estatus. No solo económico, puede ser el diagnóstico de una enfermedad terminal, un despido laboral, el fracaso matrimonial, descubrir una infidelidad, entrar en prisión... "Bajo el paraguas de pérdida de estatus caben muchas situaciones", apunta.
  • Mayores: La dependencia, los dolores físicos, problemas de movilidad, el agravamiento o cronificación de enfermedades, falta de sentido de pertenencia, efecto ping pong (cuando los hijos se reparten a los abuelos para cuidarlos). "Para ellos es el momento de cuesta abajo de su vida y tienen la sensación de ser una carga para los demás", advierte el psicólogo.

Ante estas situaciones, lo mejor es preguntar. No hay que tener miedo, porque el silencio puede ser más pernicioso. "Se piensa que por preguntar sobre el suicidio, se induce a la idea. En alguien que no lo está pensando, no se la vas a meter. Pero, en alguien que sí, y le preguntas abiertamente, puede ser la única y última ocasión de esa persona para pedir ayuda", anima Martín-Barrajón. Es uno de los mitos en torno al suicidio que conviene desterrar. Pero hay más, ¿cuáles son los otros?

Mitos

  • La persona que amenaza con suicidarse no lo hará: Cualquier aviso o amenaza supone un riesgo real y debe ser tomada en serio, es aconsejable preguntar. De hecho, cerca del 80% habían avisado sobre sus intenciones.
  • Solo las personas con problemas graves se suicidan: Situaciones muy diversas pueden llevar a una persona a plantearse el suicidio. La falta aparente de problemas no debe hacernos pensar que no hay riesgo.
  • Si alguien está decidido a suicidarse no hay nada que hacer: No es cierto. Incluso las personas más gravemente deprimidas muestran dudas en torno a la idea del suicidio y esa ambivalencia abre una ventana para poder actuar.
  • Una persona que se plantea el suicidio debe estar "loca": Muchas personas se han planteado en algún momento de su vida el suicidio. Esto no significa que hayan perdido su capacidad de juicio y solo refleja que están pasando por un momento de mucho sufrimiento que no saben cómo afrontar.
  • Algunos intentos son para llamar la atención: Los intentos de suicidio son factores de riesgo futuro muy importantes para el suicidio. Cualquier intento debe tomarse en serio y animar a la persona a que busque ayuda de un profesional de la salud.
  • Acercarse sin preparación, sólo con sentido común, es perjudicial: Cualquiera puede ser de gran ayuda en la prevención: mostrando interés, cercanía y comprensión, además de ayudando a la persona a pedir ayuda profesional.

Son algunas de las recomendaciones claves en las, cada vez más extendidas, estrategias de prevención que, poco a poco, van desarrollando las diferentes administraciones. En Euskadi, el pasado junio entró en vigor el Código Intento Sucidio Reciente (CISR) por el que Osakidetza hace un seguimiento, una vez dado el alta, a las personas que han intentado suicidarse.

"La saturación en los psicólogos de la sanidad pública está repercutiendo también en las consultas privadas"

Además, el Gobierno Vasco ha editado una guía para que los profesionales educativos sepan cómo actuar ante un suicidio. También cuenta con una Estrategia de prevención del suicidio en Euskadi. En Gipuzkoa, existe el chat badabidebat para jóvenes.

Y, en Vitoria, el Colegio de Psicólogos de Álava, también está formando a sus profesionales en esta materia. Su nueva directiva quiere que tengan más recursos y herramientas cuando afronten estos casos. Porque cada vez llegan más a sus consultas.

"Hay una saturación tal en los últimos tiempos en los psicólogos de la sanidad pública, que repercute también en la privada, donde las listas de espera son casi tan grandes como en la pública. En España, el ratio es de 6 psicólogos por cada 100.000 habitantes en los servicios públicos y, en Europa, el triple, 18 por cada 100.000", reconocen desde el Colegio de Psicólogos de Álava.

Avances insuficientes

Una dedicación y atención que, para Cristina Blanco, ha ido mejorando en los últimos años en comparación a lo que ella vivió. Pero que aún resulta insuficiente. "Han cambiado cosas, pero por mucha gente que hemos estado ahí. Si es por las instituciones, seguimos igual que estábamos", insiste. Fue esa necesidad de ampliar el foco, de hablar sobre prevención, de investigación desde el punto de vista social y, sobre todo, de darle una mayor visibilidad, lo que le llevó a apartarse de Biziraun y fundar Aidatu en 2017.

"Parece que importan mucho los supervivientes, pero hasta hace poco no contaban para nada con nosotros"

Una asociación que busca informar y formar sobre el proceso de suicidio, recopilar y difundir recursos, apoyar y colaborar en la investigación, así como con instituciones y organizaciones, y crear una red de conocimiento. Fruto de su labor es la publicación reciente, junto a Asafes y la Fundación Vital, de un manual para promocionar la salud mental y prevenir el suicidio adolescente en centros escolares.

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Un grano de arena que se suma a otras iniciativas de Cristina. Como la creación del Título Propio Experto de Universidad en Suicidiología que imparte la Facultad de Ciencias Sociales de la UPV/EHU en Leioa. Una formación en la que intervienen psiquiatras, psicólogos, bomberos, policías, gente del teléfono de la esperanza, periodistas y supervivientes. Pero para la que Cristina ha encontrado muchos inconvenientes.

La estrategia de prevención del suicidio de 2019 del  Gobierno Vasco "murió con la pandemia. Salvo cositas puntuales, no se mueve casi nada"

"El Gobierno Vasco, a nivel institucional, no nos ha apoyado nada. Parece que, como no soy sanitaria, no tengo nada que decir, y lo que puedo aportar no es tan importante. Pero creo que, desde el ámbito de lo social, se puede dar una perspectiva más global al suicidio", considera.

Una faceta académica y de voluntariado en la que Cristina ha sentido de nuevo esa soledad y abandono. "Ahora parece que importan mucho los supervivientes, pero hasta hace poco no contaban con nosotros para nada. Y, cuando hacemos cosas que nos nacen del alma, nos dan la espalda. No somos unos descerebrados que vamos haciendo cosas, tenemos unas pautas de la OMS", critica.

Hay que hablar del suicidio "con mesura, sin escandalizar ni alarmar"

Y aprovecha para denunciar que la estrategia de prevención del suicidio que el Gobierno Vasco inició en 2019 "no está teniendo continuidad". "Se hacen cositas puntuales como la reciente formación a educadores en el BEC, pero ya está. Murió con la pandemia y no se mueve casi nada", advierte.

Sin embargo, no se rinde. Está convencida de que, si bien el suicidio no se puede evitar por completo, sí se pueden reducir el número de casos. "Queremos ayudar a que, en la medida de lo posible, no se tome esa decisión. Hay testimonios de gente que lo ha intentado y luego dicen que no lo harían de nuevo", constata.

Por eso comparte su experiencia. Porque defiende que hay que hablar del sucidio "pero haciéndolo bien, con mesura, sin escandalizar ni alamar, viendo qué recursos y medidas poner en marcha para naturalizar el hablar de esto". Y no quiere despedirse sin lanzar un mensaje de esperanza porque, aunque una muerte por suicidio "te cambia la vida y el dolor siempre estará ahí", la ayuda está ahí.

Ayuda

En caso de que necesites ayuda o tengas algún ser querido en esa situación, puedes encontrar a tu disposición varias herramientas.

  • El Teléfono de la Esperanza de Álava es el 945 14 70 14 y el correo electrónico telefonoesperanzaalava@yahoo.es
  • Otros teléfonos de ayuda son el 112 y 024.
  • En Álava, ASAFES pone a tu disposición el teléfono 945288648 y el email asafes@asafes.org. En caso de que un ser querido esté afectado por el suicidio, Biziraun pone también a tu disposición su email info@biziraun.org.
  • El Teléfono Contra el Suicidio ofrece ayuda a las personas que tienen idea de hacerse daño, ganas de desaparecer o intención de suicidarse. El teléfono es el 911 38 53 85. También ofrecen una guía de autoayuda a la que se puede acceder gratuitamente.
  • Aidatu (Asociación Vasca de Suicidiología) o Besarkada también pueden ayudarte en cualquiera de estos casos.