Los tesoros ocultos del Museo de Bellas Artes de Álava
Explora este museo y sus joyas inesperadas: De Sorolla a los maestros de Dalí y Picasso
Vitoria-Gasteiz no solo presume de emblemáticos edificios como la imponente Catedral Nueva, la majestuosa Catedral Vieja o el elegante Palacio Villasuso, sino que también guarda un tesoro que deslumbra tanto por su fachada como por los secretos que alberga en su interior: el Museo de Bellas Artes de Álava. Un museo gratuito que abre de martes a sábado mañana y tarde, y los domingos por la mañana.
Ubicado en un palacete de comienzos del siglo XX (en el Palacio Fray Francisco) este museo ofrece un recorrido fascinante por el arte español de los siglos XVIII al XX con una especial dedicación al arte vasco comprendido entre 1850 y 1950.
Los antiguos espacios del palacete como el despacho o la capilla se han transformado en salas que exhiben obras extraordinarias, completadas por una ampliación moderna que permite mostrar al público una colección aún más rica y variada.
Entre las piezas más destacadas del Museo de Bellas Artes de Álava, los visitantes podrán admirar:
- Un retrato de Joaquín Sorolla.
- Pinturas que inspiraron a Cristóbal Balenciaga.
- Obras de maestros que enseñaron a Dalí y Picasso.
- Valiosas reliquias conservadas en perfecto estado.
En este artículo, te guiaremos a través de las joyas imprescindibles del Museo de Bellas Artes de Álava. ¿Estás listo para descubrir sus misterios y dejarte sorprender?
Lujo y miseria tras un cristal
El lujo versus la pobreza. Ignacio Díaz Olano retrata el contraste entre la opulencia burguesa y la miseria de los más humildes en esta obra de 1897 llamada Restaurante. Inspirado por una escena que su mecenas vio en el Café de la Paix de París, el artista divide el cuadro entre el lujo interior y la desolación exterior.
Dentro del restaurante personajes refinados como un doctor y dos damas burguesas disfrutan del café ajenos a las miradas tristes de dos niñas pobres tras el cristal empañado. Detrás de las niñas, encontramos un fondo abocetado, inspirado en una céntrica calle vitoriana.
La vida rural inmortalizada
La obra Rezo del ángelus en el campo, pintada por Ignacio Díaz Olano en 1899, es un homenaje al trabajo en el campo y a la tradición religiosa de detener las labores a las 12 del mediodía para rezar.
El artista realizó numerosos bocetos en Estarrona donde utilizó a los habitantes locales como modelos. La escena nos relata la labor de los agricultores y la importancia de la familia en el reparto de las tareas, destacando la figura de una niña que lleva el almuerzo. Esto hace que su obra parezca "un diario pintado".
Un dato curioso es que Díaz Olano, quien era profesor en el Instituto de Segunda Enseñanza de Vitoria, cedió la obra para decorar el hall del edificio con motivo de una visita real a la capital alavesa. La pintura permaneció allí y con el tiempo se convirtió en una imagen familiar para muchos vitorianos que estudiaron en el instituto de Ramiro de Maeztu donde la obra estuvo durante años.
La Virgen Blanca hace 120 años
Fernando de Amárica pintó 'Ciudad con sol' y 'Ciudad con lluvia' en 1905 y 1906 tras su primer viaje a París. Ambas obras representan la Plaza de la Virgen Blanca.
La perspectiva, tomada desde lo alto de la iglesia de San Miguel, permite al artista explorar cómo los cambios climáticos transforman el paisaje urbano al estilo de Monet. En 'Ciudad con sol', encontramos una plaza luminosa y vibrante bajo el sol mientras que en 'Ciudad con lluvia' vemos una ciudad melancólica y apagada bajo la lluvia.
La devastación de la guerra
Aurelio Arteta, uno de los artistas vascos contemporáneos más importantes, plasma los horrores de la Guerra Civil en este tríptico encargado por el Gobierno Vasco en el exilio. Cada panel refleja una faceta del sufrimiento humano: la pérdida, el exilio y la destrucción familiar.
En 'El frente' (izquierda), un joven observa la destrucción. 'El éxodo' (centro) muestra familias separadas y desesperadas en un puerto. 'La retaguardia' (derecha) retrata la muerte de una madre y su hijo acompañados por un perro que simboliza la pérdida del hogar.
Aunque algunas personas creen que Arteta quiso representar el bombardeo de Gernika, su intención era crear una obra más universal que reflejara las consecuencias de la guerra en general. Y puedes verlo en el Museo de Bellas Artes de Álava.
Un retrato de Sorolla
Joaquín Sorolla, conocido por sus escenas bañadas de luz mediterránea, muestra aquí una faceta más íntima y sombría. En su carrera artística realizó una serie de retratos de personajes cercanos a su entorno: familia y amigos, entre los que destaca esta pintura.
Retrata a su amigo Luis López Ballesteros con un elegante gabán marrón y una rosa roja en la solapa, rompiendo la oscuridad del conjunto.
La danza cobra vida
Maestro de maestros, José Garnelo y Alda fue un artista que impartió clases a Picasso, Dalí y Vázquez Díaz. Entre sus obras se encuentra esta obra llamada 'Escuela Dalcroze Hellerau' de 1922.
En este cuadro Garnelo y Alda captura el dinamismo de unas bailarinas alemanas, logrando una sensación de movimiento casi fotográfica. Nos tenemos que fijar en su gama cromática: el negro de los trajes y el piano contrasta con los tonos tostados de las cortinas y la escalinata. Otro detalle es la iluminación que se cuela sutilmente a través de los grandes ventanales.
La 'playa móvil' de Alfonso XIII
¿Sabías que los Reyes de España tenían su propia 'playa móvil'? En esta obra de 1893 Darío de Regoyos retrata la infancia del futuro rey Alfonso XIII con su madre María Cristina en la playa de Ondarreta.
La escena describe un tranquilo paseo de la monarquía junto a la caseta que utilizaban para salvaguardar su intimidad. Se trataba de un pequeño palacete móvil que se desplazaba sobre unos raíles deslizantes gracias a un motor de vapor. El dispositivo trasladaba al monarca y su séquito desde la arena hasta el interior del mar donde podían bañarse a salvo de las miradas.
La inspiración de Balenciaga
Este retrato de Doña Carmen Arconada destaca por su imponente vestido rojo que recuerda al estilo de Cristóbal Balenciaga. No es casualidad: Balenciaga se inspiraba en las pinturas de Ignacio Zuloaga, a quien visitaba con frecuencia en su taller.
Pero hablemos de Zuloaga. Este artista retrató a Carmen con la misma técnica que empleaba para sus clientas estadounidenses en los años 20. Muestra no solo su figura elegante sino también la riqueza de las texturas y el brillo de la seda. Esta obra pudo pintarse con motivo de la boda de Carmen Arconada quien murió en 2016.
El alma festiva del pueblo vasco
Ramón de Zubiaurre logra capturar el 'alma' del folklore vasco en este cuadro llamado 'Autoridades de mi aldea' (1910). Una pintura que parece una obra teatral.
La escena principal muestra dos hombres con chistera sentados, un hombre al fondo sosteniendo una lanza y una joven elevando un pollo en una bandeja. Las figuras permanecen inmóviles salvo un hombre cortando el pan. El fondo parece un decorado de teatro, representando un ambiente festivo con txistularis, una romería, caseríos y montañas.
El paisaje que revolucionó la pintura
El pintor Carlos de Haes es el 'padre' del paisajismo. Y revolucionó el paisaje español con obras como esta, donde la naturaleza se convierte en la protagonista absoluta.
Sus viajes por la península y Europa le permitieron captar rincones emblemáticos como los Picos de Europa en 1876 y este cuadro es un ejemplo de su maestría. El cuadro equilibra montañas imponentes y árboles frondosos, guiando la mirada con la diagonal de un tronco caído. La figura de una pastora con sus cabras aparece pequeña y discreta para resaltar la majestuosidad del entorno.
Un guiño al Lazarillo de Tormes
Josep María Sert fue el artista más cotizado de Europa. Gracias a su primera mujer, Misia Godebska, musa del París artístico del momento, logró introducirse en las altas esferas de la sociedad parisina y alcanzar el éxito internacional. Realizó la decoración para el famoso hotel neoyorkino Waldorf y la Sala del Consejo del Palacio de las Naciones en Ginebra.
Ante nosotros se encuentra la obra 'La siesta de los segadores' de 1920 que nos recuerda a la novela picaresca, el costumbrismo cervantino y los cartones de Goya.
Con una técnica poco habitual, óleo sobre una pasta arcillosa (lo que hace que pese considerablemente), representa a una persona que extrae un anillo del bolsillo de uno de los segadores dormidos. Este personaje sería un 'Lazarillo de Tormes'.
El relicario de Martioda
El relicario de Martioda perteneció a una de las familias más poderosas de la nobleza vasca: los Hurtado de Mendoza. Encargado en la corte española de Bruselas en el siglo XVII, refleja la moda de la época de exhibir reliquias como símbolo de estatus.
Las reliquias no son un puñado de huesos. Se trata de partes de santos y santas que se veneran por ser un lazo directo con el cielo.
En el Museo de Bellas Artes encontramos una vitrina con doce cabezas vestidas con textiles bordados y varios huesos adornados, así como dos escaparates que también albergan reliquias.
En el piso superior, el retablo se completa con una gran vitrina que contiene seis reliquias escenográficas para representar el cielo y el paraíso.
El lugar elegido para albergar esta pieza en el museo no es casualidad: el retablo se encuentra en la capilla del Palacio Zulueta ya que era común que las familias nobles incluyeran una capilla privada en sus residencias. No hay nada similar en Europa.
El Museo de Bellas Artes de Álava
Más allá de las obras pictóricas, el Museo de Bellas Artes es en sí mismo una joya. El edificio ocupa un palacete construido por los mejores arquitectos del momento: Javier Luque y Julián Apraiz. Unos profesionales que ganaron el concurso para la construcción de la Nueva Catedral.
Ricardo Augustin y Elvira Zulueta encargaron este palacio como su residencia. Tras la trágica muerte de Elvira, Ricardo abandonó el palacio y este quedó vacío hasta ser adquirido por la Diputación Foral de Álava por tan solo 3.600 euros.
De inspiración renacentista, destaca su gran vestíbulo, la majestuosa escalinata hacia el jardín y sus elegantes estancias. Desde los años 70 acoge también el legado de Fernando de Amárica con una colección de unas 250 obras.
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