"Me explotaban limpiando, pero me sentía bien porque mandaba dinero a casa"

2 diciembre, 2024

Tres trabajadoras del hogar y cuidadoras migrantes nos cuentan su experiencia desde que dejaron atrás sus países

Casi la mitad de cuidadoras y limpiadoras del hogar en Vitoria-Gasteiz tiene acento latino. Mujeres que llegaron a Vitoria-Gasteiz en busca de una vida mejor, y que ahora se dedican al cuidado de nuestros mayores y nuestras casas. Las razones para emigrar van más allá de lo económico. Las mujeres de 33 años ya son demasiado mayores para buscar trabajo allí. Por lo tanto, a muchas no les queda otra opción que marcharse.

Llegar a un nuevo país implica "miedo e inseguridad". Y empezar a trabajar sin papeles no trae unas "buenas" condiciones de trabajo. Aún así, las trabajadoras del hogar y cuidados tienen derechos contemplados por la ley, incluso si están en una situación irregular. Este colectivo ha conquistado nuevos derechos en los últimos años. En 2022 consiguieron el paro y recientemente el Ministerio de Trabajo les ha otorgado nuevos derechos. El derecho a la evaluación de riesgos laborales, equipos de protección adecuados y el derecho a abandonar ante casos de abuso a violencia son algunos de ellos.

Aún así, lo que está escrito sobre el papel “no siempre" se cumple. Las circunstancias hacen que por "miedo y desconocimiento" muchas recién llegadas no denuncien y reclamen sus derechos. Además, es más complicado que Inspección de Trabajo visite un domicilio privado.

Cuidadoras y trabajadoras del hogar

Aurora es venezolana y llegó a Vitoria en noviembre de 2019, "con una maleta muy pequeña pero muchísimos sueños". No solo para ella, sino para su familia también. Ana llegó desde Honduras en octubre de 2022. Isabel, en cambio, llegó hace unos 20 años a Vitoria desde Bolivia.

Aurora recuerda lo "difícil" que fueron los comienzos y la explotación que tuvo que aceptar. Comenzó trabajando para una señora. Limpiaba apartamentos de domingo a viernes. "Fue una explotación muy fuerte, pero me sentía bien porque tenía dinero para mandar a casa", recuerda.

Aurora mandaba el dinero a su hija para que pudiera seguir con sus estudios universitarios. A pesar de que el dinero que ingresan allí da para más cosas que en Vitoria (debido al nivel de vida), suelen mandar todo lo que tienen. Gastaba lo menos posible para tener más para su hija. Recuerda que tenía los pies cansados, pero que no gastaba dinero ni en el autobús urbano.

A pesar de la "mala experiencia" que cuenta Aurora, cada caso es un mundo, y los hay con más suerte que otros. Ana también llegó sola y comenzó trabajando en el cuidado de una abuela que era "muy buena". La familia de ésta también la trató con respeto. "No me he encontrado en una situación de sufrir en el trabajo", añade. La cuidó durante casi un año, hasta que empezó a tener alzheimer y los hijos la trasladaron a la residencia. Ahora trabaja cuidando de otra abuela.

Ana trabaja entre nueve y diez horas, fin de semanas incluidos. No por ello ha dejado de estudiar para el título sociosanitario. Le gusta trabajar a domicilio y necesita el título para poder continuar. Hoy conoce cuáles son sus derechos gracias a la asociación ATHCA. Y con ello evita cualquier posible abuso laboral.

Cuando tu familia ya está aquí

Isabel llegó hace 20 años, cuando ya vivía aquí su hija. Su idea era trabajar por un tiempo junto a su hija y volver a Bolivia. Pero hoy no piensa lo mismos: "Ya no pienso volver", aclara.

Toda su familia está en Vitoria. Sus hijas se han casado aquí, e incluso tiene seis nietos. Su marido también vino con ella y siguen juntos, pero su relación ha dado un "cambio de 180 grados. Aquí me he empoderado. Isabel cuenta que antes no podía salir con mis amigas, ni ir a ningún sitio si su marido no le daba permiso. Explica que en sus países vienen de “mucha humillación”, e incluso sufren agresiones por parte de sus maridos. Pero señala que aquí la ley las protege a ellas.

Se ha comprado un piso y está "muy contenta". Además, le "alegra todavía más" ser parte de la asociación Manatcha, apoyando a las mujeres recién llegadas, como lo hizo una vez ella. A pesar de llegar a Vitoria, muchas de las mujeres que acuden a la asociación emigran otra vez, lo cual "alegra mucho el corazón de Isabel".

Isabel recuerda a una amiga paraguaya que se fue a Alemania. Están en contacto, y se cuidan desde la distancia. Isabel dice estar "tranquila" porque se fue asesorada, sabiendo sus derechos, qué tolerar y qué no...

Pero Isabel tiene más amigas que conoció en Vitoria, y están repartidas por el mundo: una que se fue a Madrid, otra que se fue a León, otra a Santander... "Somos mucha gente. Estén donde estén, me explican cómo va a ser su contrato", concluye Isabel.

Aurora también tuvo un pasado marcado por la ausencia de papeles. Empezó limpiando apartamentos a cambio de un ingreso mínimo, y poco después pasó a cuidar de una abuela. Cobraba en negro, debido a la imposibilidad de conseguir papeles. Ahora trabaja en otra casa cuidando a una abuela con alzheimer de tercer nivel. Aunque en este momento está de baja.

Y es que Aurora sufrió hace pocos meses un infarto que ella achaca "al maltrato psicológico y estrés emocional del trabajo". Porque pese a haber conseguido papeles siguen "abusando" de la necesidad. Muchas trabajadoras del hogar están luchando por reivindicar el reconocimiento de las enfermedades profesionales.

Aurora lo tiene claro: el valor y el respeto de su trabajo se lo ha tenido que dar ella misma. Pide valorar y respetar a las empleadas del hogar "como se merecen". "Es un empleo que conlleva mucho sacrificio y mucha responsabilidad", comenta. Por eso pide que sean "tomadas en cuenta" y tener "el sueldo que se merecen".