Un rincón para perderse
Vitoria sigue dando pasos en la recuperación del Casco Medieval. Y el último ejemplo está en la recuperación de las murallas, en su tramo ubicado tras la iglesia de San Miguel y el Palacio de Villa Suso. Hasta hace poco más de un año este lugar era el cobijo y la guarida de los gatos […]
Vitoria sigue dando pasos en la recuperación del Casco Medieval. Y el último ejemplo está en la recuperación de las murallas, en su tramo ubicado tras la iglesia de San Miguel y el Palacio de Villa Suso. Hasta hace poco más de un año este lugar era el cobijo y la guarida de los gatos del barrio, que los propios vecinos se encargaban de alimentar pero que también habían provocado en los últimos años un incremento preocupante de la población de felinos.
El Gobierno recurrió al segundo PlanE para poder sufragar una obra que probablemente no fuese necesaria ni urgente, pero que añade un atractivo más a la visita de un barrio cada vez más atractivo. La obra ha costado 1,18 millones de euros y, por resumirlo, ha consistido en volver a hacer transitable el paso de Ronda de la muralla, además de ubicar un nuevo jardín y un parque entre casas.
En los últimos años los vecinos de la colina vienen denunciando que el ayuntamiento no piensa en los ciudadanos a la hora de acometer reformas. En su opinión, la mayoría de las reformas miran hacia el turismo y no a los vecinos. Este es el caso del Semillero de Empresas.
Sin embargo, en este caso hay que alabar la recuperación de un espacio para todos: para los vitorianos y los turistas. Un entorno en el que poder pasear, sentarse, disfrutar simplemente de la tranquilidad que pocos rincones de Vitoria ofrecen hoy en día. En realidad se trata de una auténtica isla en el centro mismo de la ciudad. Muy cerquita del recién inaugurado Hor Dago!, y que se puede visitar de forma totalmente gratuita.
Además, la pasarela, que recrea con madera la antigua muralla, permite contemplar la parte suroeste de la Llanada Alavesa en todo su esplendor, y la rampa que lleva hasta la parte baja de la muralla, entre San Miguel y Villa Suso, lleva al visitante a la tranquilidad más absoluta, rodeado de piedras, y bien podría trasladarse unos años en el tiempo.
Sorprende en cambio la recreación de la antigua nevera, del Siglo XVII. El proyecto ha apostado por su reconstrucción con piedra y mampostería, aunque esto segundo ha primado, y no acaba de producir más que una sensación de vacío y de producto inacabado.
Es cierto que esa zona permite también ver la parte más fea del Casco Viejo. La que tienen todos los barrios con una cierta edad. Es la trasera de los edificios de la Correría, los patios interiores de unas casas que, por mucho que se maquillen por fuera, por dentro mantienen sus problemas.
Pese a todo, el Casco Medieval sigue abriéndose a los ciudadanos. Cada vez son más los vitorianos que se muestran orgullosos de un barrio que ha dejado de ser un gueto. Y ello pese a que los ciudadanos y las asociaciones del barrio denuncian el proceso de Gentrificación que, a su juicio se está acometiendo en la colina. La rehabilitación de la muralla, desde luego, no va en ese camino. El Casco Viejo ha ganado un espacio para todos los vitorianos, también los de la Alde Zaharra.
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