Jóvenes universitarios intentan recuperar Errekaleor

17 febrero, 2014

Desde hace una década Errekaleor es un barrio que vive condenado al derribo. El Ayuntamiento de Vitoria mantiene desde hace años un plan para desalojar las viviendas ubicadas en este cerro del sureste de Vitoria, y en el que a día de hoy menos de una veintena de pisos siguen ocupados. El Consistorio ha negociado […]

errekaleor-barrio Desde hace una década Errekaleor es un barrio que vive condenado al derribo. El Ayuntamiento de Vitoria mantiene desde hace años un plan para desalojar las viviendas ubicadas en este cerro del sureste de Vitoria, y en el que a día de hoy menos de una veintena de pisos siguen ocupados.

El Consistorio ha negociado con los vecinos uno a uno su traslado a nuevas viviendas de la ciudad. Lo ha hecho porque considera que las actuales construcciones, de los años 50 e impulsadas entonces por el Obispado, no reúnen las condiciones necesarias de habitabilidad.

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Muchas de las viviendas permanecen tapiadas, el autobús ya no llega, los saqueos han sido constantes (a apenas unos metros se encuentra un asentamiento chabolista de rumanos contra el cual el Ayuntamiento de momento no actúa) y los robos de cobre y de todo tipo de materiales se suceden.

Sin embargo, pese este negro panorama, una decena de jóvenes universitarios se han instalado desde el pasado mes de septiembre en uno de los portales del barrio. Aunque hasta la semana pasada no se supo de su existencia (con una visita de la unidad móvil de Radio Vitoria), los jóvenes llevan casi cuatro meses ocupando las cuatro viviendas de dicho portal. Cuentan, aseguran, con el apoyo de los vecinos que aún residen en el barrio. De hecho se apoyan unos a otros.

Su llegada al barrio se produjo tras una asamblea universitaria. Una decena de jóvenes, sin vinculación alguna con otros movimientos okupas, y todos ellos con estudios o trabajo, tomó la decisión de recuperar el barrio como denuncia de la política urbanística desarrollada por el Ayuntamiento de Vitoria. Para ello realizaron varias visitas al catastro y a diversos órganos municipales, se documentaron sobre la realidad del barrio y, finalmente, buscaron una vivienda en la barriada.

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Accedieron a las viviendas "sin forzar ni romper absolutamente nada", aclara Félix, quien también destaca que los pisos fueron saqueados tras el abandono de los vecinos y antes de su entrada. Los antiguos propietarios de las viviendas han dado incluso su apoyo a estos jóvenes para permanecer en ellas, aunque ahora son de titularidad municipal.

Las cuatro viviendas se ubican en un mismo portal, pero su vida no se limita a ese edificio, sino que se han integrado con los vecinos para intentar reactivar el barrio. El pasado sábado comenzaron a preparar la finca anexa al frontón para tener su propia huerta, con la que surtir a los vecinos, que ahora tienen que desplazarse hasta Adurza para poder hacer sus compras.

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En las calles de Errekaleor, sin embargo, apenas hay vida. Nada queda ya del Bar, ni de la Iglesia o la panadería levantadas por los propios vecinos. Tan sólo son edificios que han sido tapiados para evitar la entrada de personas. El frontón, mientras tanto, se encuentra dejado de la mano de Dios, con un enorme agujero en su techumbre que el Ayuntamiento no procede a reparar. Sólo el cineclub  y el centro social siguen teniendo su uso. Gestionado desde siempre por los vecinos de Errekaleor, el Centro Social cuenta con una biblioteca gestionada por los jóvenes, que ayudan a los hijos de los vecinos a sacar adelante sus estudios.  También sobreviven algunos talleres de los años en los que el barrio estaba poblado.

Los nuevos vecinos, con la ayuda de todos, también quieren habilitar un local de ensayo junto al bar, y cuentan con un estudio de pintura. Su objetivo es volver a dar vida al barrio e invitan a los gasteiztarras de cualquier ideología a visitar el barrio.

Todo ello también con el objetivo de denunciar la sinrazón de la política urbanística del Ayuntamiento, que obliga a los vecinos a abandonar sus viviendas, y a pagar la diferencia con los nuevos pisos. Pisos más amplios, que hasta dentro de dos décadas no serán oficialmente de sus propietarios y con accesorios innecesarios para muchos vecinos, como una plaza de garaje que obligaron a comprar a una mujer de 80 años.