La estación ¿provisional?

1 junio, 2012

A media mañana el caos domina en la mediana entre José Mardones y Los Herrán. En apenas medio centenar de metros se mezclan aquellos que vuelven a su pueblo después de pasar la mañana (e incluso la noche) en Vitoria, quienes huyen de vacaciones hacia el calor, e incluso aquellos que llegan desde el Este […]

A media mañana el caos domina en la mediana entre José Mardones y Los Herrán. En apenas medio centenar de metros se mezclan aquellos que vuelven a su pueblo después de pasar la mañana (e incluso la noche) en Vitoria, quienes huyen de vacaciones hacia el calor, e incluso aquellos que llegan desde el Este de Europa y hacen escala en Vitoria rumbo a Madrid.

La estación de autobuses de Los Herrán está llamada a cumplir la mayoría de edad y puede que llegue incluso a ver a su lado al tranvía.   Cada vez que un proyecto se ha encarrilado, ha acabado al fina sufriendo sobresaltos. La piedra en el camino de ahora viene en forma de referéndum. Tras la decisión de Maroto de paralizar la de Arriaga para tapar el agujero de Euskaltzaindia, parecía que, con consenso o no, había ya decisión firme. Pero no, Los Herrán va a seguir siendo el apeadero de Vitoria.

El propio arquitecto de la estación, Xabier Sánchez, reconocía en una entrevista a Diario de Noticias en 2010 que el edificio no estaba hecho para seguir funcionando a largo plazo.

Incluso quienes trabajan en la estación provisional miran con desconfianza cualquier noticia. Uno de los conserjes sentencia que “no vamos a ver” una nueva estación en Vitoria.

La Estación se inauguró en 1993 con la intención de ser un apeadero provisional para funcionar mientras durasen las obras de la  nueva Estación Ibarrola. Y ya surgió con polémica (raro sería que una obra no levante polvareda en Vitoria) por la tala de varios árboles en la mediana entre Los Herrán y José Mardones. Pero el objetivo era disponer de un apeadero lo más cercano posible al real, teniendo en cuenta que su uso no iba a superar los dos años. Pese a todo, puede decirse que era una estación bastante completa.

Sin embargo, las obras de la Estación de Autobuses nunca llegaron a culminar. Es más, apenas arrancaron con el agujero que, durante muchos años, presidió la trasera del edificio de la Estación. Un edificio que fue derribado con el cambio de siglo, dejando atrás el mítico Bar de La Estación o ese agujero en lo alto de la fachada central que servía de palomar. Poco después, el solar tuvo que ser ocupado por el Museo Artium, una vez que se produjo la quiebra de la concesionaria y se vio inviable la construcción de la terminal en dicha ubicación.

Desde entonces, los grupos políticos y los diferentes equipos de Gobierno se han esforzado por buscar una nueva ubicación y nuevos proyectos para sacar la Estación del Centro. Fracasó la propuesta de una Estación en la Plaza de Toros o en el Aparcamiento de San Martín y cuando parecía que también había fracasado la de Portal de Foronda, ahora surge como opción en ese supuesto referéndum propuesto por PNV, PSE y BILDU. Pero, mientras tanto, la vida sigue presente en Los Herrán, y lo seguirá por lo menos hasta finales de la presente legislatura.

El Cuento de la lechera

Antes de la campaña electoral, y con la última fecha de defunción programada para finales de 2012, los partidos políticos incluyeron en sus programas electorales propuestas para reutilizar el invernadero de Los Herrán. Un parque infantil cubierto, un centro cultural para el barrio o un mercado delicatessen eran las principales propuestas, que ahora vuelven a caer en saco roto, en lo que se puede considerar el enésimo cuento de la lechera de los vitorianos.

Desde las taquillas de ALSA tampoco quieren hacerse ilusiones: “Llevo 14 años trabajando aquí y el día que hagan una nueva, nos trasladaremos”, comenta una de las taquilleras, que prefiere no oír rumores ni disputas políticas.

Las dependencias de la Estación han sido ‘parcheadas’ en numerosas ocasiones, y la seguridad se ha incrementado de forma importante en los últimos años. Los robos en la zona se han reducido y la presencia de vagabundos y sin-techo es mucho menor que hace apenas un lustro, cuando numerosos ‘perroflautas’ pernoctaban en los soportales de la estación. Además, los servicios y las taquillas también tuvieron que ser reformados, y en las tardes de invierno se agradece el calor necesario para esperar la llegada de tu autobús.

La estación también es desde hace muchos años punto de encuentro de numerosos jubilados que acuden, sobre todo en invierno, al refugio de una techumbre, para pasar las mañanas en los bancos de la terminal. Ellos pueden dar fe de muchas historias que han disfrutado y observado en ese invernadero que, sin saber muy bien cómo ni por qué, está a punto de cumplir la mayoría de edad.