Sobre el BAI Center: Adiós al proyecto faraónico

7 julio, 2011

El nuevo alcalde de Vitoria-Gasteiz, Javier Maroto, ha decidido paralizar las obras del BAI Center por considerarlo “inviable”. Para el nuevo regidor el costo estimado de 157 millones de euros se antoja excesivo para los tiempos que corren, por lo que no ha dudado a la hora de paralizar el proyecto estrella del Gabinete Lazcoz. […]

El nuevo alcalde de Vitoria-Gasteiz, Javier Maroto, ha decidido paralizar las obras del BAI Center por considerarlo “inviable”. Para el nuevo regidor el costo estimado de 157 millones de euros se antoja excesivo para los tiempos que corren, por lo que no ha dudado a la hora de paralizar el proyecto estrella del Gabinete Lazcoz.

El BAI Center ha sido catalogado en innumerables ocasiones de “Proyecto Faraónico”, ya que su alto coste de ejecución y la magnitud del complejo pueden resultar excesivos para una ciudad de tamaño medio como Vitoria-Gasteiz. De ahí que los opositores al Centro hayan tomado este término para definir el complejo como una infraestructura de dudosa utilidad a alto coste en clara alusión a las pirámides del antiguo Egipto.

En un principio el símil parece razonable a la hora de querer desprestigiar un proyecto de esta magnitud, ya que en las pirámides, proyecto faraónico por excelencia, se derrocharon una  enorme cantidad de recursos materiales y humanos  con el simple propósito de honrar a los faraones de turno. Sin embargo, a día de hoy las pirámides son un icono mundial y atraen a cantidad de turistas a Egipto, con los ingresos para el país que ello conlleva.

Otro proyecto faraónico podría ser la Torre Eiffel. La estructura que se tardó más de dos años en construir y cuya única utilidad era la de asombrar a los visitantes de la Exposición Universal de 1889, al igual que las pirámides es hoy un icono mundial y uno de los mayores focos de turismo de un país como Francia.

Proyectos como éstos existen  gran cantidad en todo el mundo, desde los templos griegos hasta los palacios orientales. Sin embargo no es necesario irnos muy lejos o remontarnos siglos atrás en el tiempo para encontrarlos. A muy pocos kilómetros de nuestra ciudad tenemos el proyecto faraónico por excelencia del siglo XX, el Museo Guggenheim de Bilbao.  La factura del edificio diseñado por el arquitecto canadiense Frank Gehry en 1992 ascendió a casi 30.000 millones de las antiguas pesetas (unos 180 millones de euros). La cantidad en aquel tiempo era astronómica y más para un sólo edificio, por lo que el proyecto podría haberse catalogado también como una locura y un despilfarro. Veinte años después observamos cómo el Museo Guggenheim ha dado a conocer a la ciudad de Bilbao al resto del mundo con el incremento de turismo e inversiones que esto ha supuesto.

Al igual que los anteriores proyectos faraónicos han resultado ser con el tiempo unas muy buenas inversiones, también existen otros muchos  que realmente sí han demostrado ser unas auténticas ruinas, sin ir más lejos tenemos los recientes ejemplos del Fórum de Barcelona o la Expo de Zaragoza.

Es difícil saber qué clase de proyecto faraónico hubiese sido el BAI Center, si uno rentable o uno deficitario. Los únicos que parecen tenerlo claro son los políticos, hasta el pasado 22 de Mayo, el complejo iba a ser “un revulsivo social, cultural, económico y urbanístico”, apenas veinte días después se ha transformado en “una ruina para la ciudad”.

Cuesta comprender cómo una decisión tan importante para nuestra ciudad como es la construcción o no de una infraestructura de la magnitud del BAI Center no está en manos de personas expertas, sino que son los políticos los que deciden lo que está bien y lo que no en base a sus propios intereses.

Las obras se van a paralizar y posiblemente nunca sepamos si el BAI Center hubiera sido una buena o una mala idea. Lo único que sabemos es que los distintos puntos de vista de nuestros políticos han costado a la ciudadanía varios millones de euros en sueldos de arquitectos, asesores, contratas… para no acabar haciendo nada.

Puede que a día de hoy la economía no esté para invertir nuestros recursos en proyectos faraónicos, pero tampoco lo está para tirarlos a la basura.