"Fui con neumonía y mucho miedo al hospital, pero ahora estoy mejor que nunca"

20 abril, 2020

Luisa ingresó en el hospital con neumonía y fue trasladada poco después al Hotel Lakua, donde ha permanecido 15 días

Cada día son más las personas que han superado el coronavirus en Vitoria-Gasteiz. Una pandemia que se ha llevado ya más de 300 vidas, pero muchos enfermos pueden disfrutar ya tras estar curados. Gasteiz Hoy quiere poner voz a estas personas recuperadas con el testimonio de Luisa Sáez de Jauregui, que estuvo dos días ingresada en Txagorritxu y pasó 15 días aislada en el Hotel Lakua.

Hoy Luisa es todo alegría tras haber vencido a la enfermedad: "Estoy como no he estado nunca de bien, muy alegre, muy animada, muy optimista. Y en el Hotel Lakua he estado estupendamente, muy bien atendida. ¡Oye, que estás en un hotel de 5 estrellas!", expresa Luisa, profesora de Música jubilada del Colegio San Viator.

  • "Iba con mucho miedo"

Luisa acudió a Urgencias a finales de marzo, por prescripción de su médico. Tenía un principio de neumonía y flemas. "Yo iba con mucho miedo porque no sabía lo que me iba a pasar. Iba con neumonía y me decían que igual tenía el 'bicho'. Ya me veía en la UCI", asegura. Hace dos años Luisa ya superó otra neumonía, que le afectó en aquel caso a los dos pulmones.

Nada más entrar en el Hospital le realizaron una placa y la PCR, y le suministraron la medicación. Su estancia fue corta en Txagorritxu: apenas día y medio. Pero en este tiempo reconoce la labor de los profesionales: "Estás en un hospital, pero el trato del personal fue una gozada: todo el día sonrientes y con alegría", recuerda.

Luisa no estuvo en una habitación al uso, sino en una especie de boxes adaptados, más pequeños que una habitación: "Por suerte me tocó ventana". Su recuerdo es muy positivo del hospital: "Una gran organización y un cuidado extremo" recalca. Incluso le ayudaron para poder hablar con sus nietos, que ese día cumplían años.

Luisa no tenía fiebre y no se veían complicaciones, así que desde Txagorritxu decidieron trasladarla pronto al hotel, donde han estado una media de 100 pacientes (este lunes solo quedan 56). Una taxista voluntaria llevó a la paciente hasta el que fue su 'hogar' durante 15 días.

En el Hotel Lakua los pacientes son autosuficientes. Tienen la habitación para ellos, y ellos mismos son los que se administran las pastillas que les han recetado anteriormente en Txagorritxu. Pastillas con las que Luisa reconoce que pasó "mucho miedo", por los posibles efectos secundarios que le describió el doctor. Pero su cuerpo no tuvo ninguno de los efectos secundarios que provoca en ocasiones la medicación: "Dicen que pierdes el apetito, pero yo he comido más que nunca".

La última semana disfruté, y en el Hotel estaba muy controlada porque los sanitarios estaban pendientes de nosotros

Luisa reconoce que "especialmente la segunda semana" ha disfrutado de su estancia en el Hotel Lakua. "La última semana disfruté y ya no tenía miedo de nada. Me asomaba a la ventana y veía a un señor haciendo bicicleta en la terraza de enfrente. Y en el balcón de al lado una señora que salía a tomar el Sol y coger vitamina D", recuerda.

"Estaba sola en la habitación, de la que no podía salir". Luisa recibía cada día la visita de los sanitarios, de los cocineros y de las camareras de limpieza. Para todos ellos solo tiene palabras de agradecimiento.

"Dos veces al día venían a tomarme las constantes y la temperatura. Los sanitarios se quedaban en la puerta. Yo misma me tenía que colocar los aparatos que traían". Eso sí, Luisa aclara: "Solo les veíamos dos ratitos al día, pero estaban muy pendientes de nosotros en tofo momento".

Los camareros acudían tres veces al día para repartir el desayuno, la comida y la cena: "Oías la puerta, la abrías y ahí estaba la comida en una bandejita. Al fondo del pasillo escuchabas al camarero gritar: 'Buen provecho'".

"Nos hacíamos la cama, y venían a limpiar cada dos días la habitación. Teníamos unas bolsas de plástico en las que metíamos las sábanas y las toallas usadas". Los pacientes se hace cada uno su cama para evitar riesgo de contagio a las trabajadoras. Eso sí, los cinco minutos que acudían a limpiar se convertían en un momento de conversación entre cada paciente y la camarera de piso: "Le preguntaba dónde me tenía que colocar, me ponía la mascarilla y, mientras limpiaba, nos contábamos historietas. Y así tenías con quién hablar un ratillo", concluye. Hoy Luisa sigue cumpliendo el confinamiento desde su casa, igual que el resto de alaveses. Ella lo hace con la experiencia acumulada de saber que ha vencido al bicho.